Oportunidades perdidas

JAMJuan Antonio MoralesComo en otros campos,  se ha perdido tiempo y oportunidades para mejorar la política cambiaria. Se debía haberla flexibilizado en la primera década de este siglo, cuando el contexto internacional era muy favorable, extendiendo los alcances de los miniajustes que se tenían hasta el 2005. El bolsín había sido diseñado para que el BCB venda dólares y esa función la cumplió bien cuando el país estaba con pocas reservas internacionales. Cuando cambió la economía internacional había que usar un mecanismo análogo al del bolsín, pero esta vez para que el BCB compre dólares.La plataforma electrónica para operaciones de mercado abierto hubiese podido muy bien ser empleada para operaciones cambiarias. Con la misma lógica y los mismos procedimientos de las operaciones de mercado abierto con letras y bonos del TGE, se hubiesen podido efectuar las compras y ventas de divisas. El tipo de cambio hubiese quedado efectivamente determinado por la oferta y la demanda, en un mercado transparente, regulado y con toda la tecnología de soporte. Empero, en vez de ir hacia la deseable flexibilización, el Gobierno decidió congelar el tipo de cambio el año 2011. Ya lo había intentado antes.En la coyuntura actual, marcada por las devaluaciones de nuestros vecinos, el Gobierno tiene que enfrentar un difícil dilema de política económica. Si mantiene congelado el tipo de cambio en sus niveles actuales  penaliza a los sectores productivos nacionales, que tienen ante sí la competencia de productos extranjeros más baratos en dólares. Si devalúa se revertiría la bolivianización o, peor, se desestabilizaría la economía nacional, con riesgos inflacionarios evidentes.Como lo hace notar Luis Carlos Jemio, la bolivianización tenía por objetivo darle más flexibilidad a la política de tipo de cambio porque evitaba que, por los descalces de deudas en dólares e ingresos en moneda nacional, cuando se modificaba el cambio, se crearan problemas tanto para los deudores como para el sistema bancario. Pero, contrariamente al objetivo buscado, la bolivianización le ha dado más rigidez a la política cambiaria.Una devaluación fuerte tendría altos costos, tanto económicos como políticos. Si uno recorre nuestra historia encontrará que entre 1970 y 1985 sólo hubo dos devaluaciones exitosas: las de 1972 y 1985, cuyo éxito se debió, además, a circunstancias excepcionales. Las demás devaluaciones, cuyos efectos positivos duraban lo que dura un fuego de paja, fueron más bien desestabilizadoras. Cada devaluación fracasada empujaba aún más la inflación, hasta terminar en hiperinflación.No sería conveniente modificar la política cambiaria ahora porque se han perdido las oportunidades de hacerlo bien, pero entonces el tipo de cambio fijo tiene que estar acompañado por políticas fiscales y salariales que eviten que nuestra moneda se sobrevalúe y que nuestros sectores productivos puedan seguir exportando o produciendo para el mercado interno sin desventajas.La política monetaria tiene también que apoyar a la política de cambio fijo. A pesar de que las tasas de interés de las operaciones de mercado abierto se transmiten débilmente al sistema financiero tienen, con todo, impacto. Posiblemente para reducir los costos de endeudamiento del TGE, el BCB ha estado haciendo bajar las tasas de interés en las últimas semanas y los bancos le han seguido (también por otras razones).La movida del BCB ha ido en la dirección equivocada. Al caer las tasas de interés pasivas, los depositantes en bolivianos, sobre todo si persisten los rumores de devaluación, correrán a cambiar su moneda nacional por dólares, aún si con estos se gana menos, porque los consideran más seguros. Si las tasas de interés en dólares bajan demasiado, los depositantes retirarán sus depósitos de los bancos o emplearán a estos simplemente como cajas fuertes, acortando sustancialmente los plazos.Es también importante el manejo de expectativas. La devaluación debe dejar de estar en boca de todos. Los expertos dicen que una política de estabilización es buena cuando ella desaparece libremente de los titulares de los periódicos y de los chismorreos en los cafés.Página Siete – La Paz