Una gran aventura para encontrar la laguna Chaplin


Un grupo de cineastas suizos se lanzó en una arriesgada expedición en busca de la mítica laguna, situada en el Parque Noel Kempff Mercado. De la experiencia saldrá un documental

Parte de su trabajo se puede apreciar en la página web www.objectifsauvage.com

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Como quien va tras la conquista de nuevos mundos, cuatro documentalistas suizos partieron a mediados de este año tras el sueño de encontrar la laguna Chaplin, situada en el centro del Parque Nacional Noel Kempff Mercado. Saber que nadie había llegado al lugar en 26 años fue una motivación especial para Martin Ureta, Cedrik Strahm, Joshua Preiswerk y Julien Quillet, que vivieron una aventura extraordinaria.



Un trabajo audiovisual previo les permitió obtener recursos por medio de un sistema de micromecenazgo y con el auspicio de empresas como Canon, que les dio sofisticados equipos, llegaron a Bolivia.

Inicialmente, se dirigieron al parque Amboró, donde efectuaron una especie de prueba del viaje. Una agencia de turismo les brindó dos guías, luego se incorporaron cuatro bolivianos para conformar una expedición de 10 hombres, entre los que se encontraba Pedro Méndez, un explorador local, que en 1989 estuvo en la laguna, siendo hasta ese momento la única referencia de alguien que conocía el sitio.

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“Don Pedro Méndez, de 71 años, una persona muy creyente, aceptó la propuesta de acompañarnos, pues lo vio como un desafío. Él sentía la necesidad de volver a ese lugar para reencontrarse consigo mismo”, indicó Martin Ureta, el único de los documentalistas que habla español.

Travesía

El viaje hasta la laguna había sido calculado para dos días. Eran alrededor de 20 kilómetros desde el primer campamento de base en el parque; no obstante, a medida que avanzaban se fueron dando cuenta de que iba a ser mucho más largo de lo que pensaban, porque en 48 horas solo habían logrado recorrer dos kilómetros.

“La selva era muy tupida y el acceso muy difícil; contábamos con gente experimentada en el manejo del machete, pero se trata de un ramaje espinoso y espeso que hace muy difícil el avance”, recuerda Ureta.

La idea era encontrar primero el río Tarvo, una referencia clave para llegar a la laguna. Cinco días después de iniciar el viaje hallaron el río, guiados sobre todo por el sentido de orientación de Méndez, que en en su momento fue una herramienta más efectiva que los GPS y el dron que llevaban.

Localizar el río, de alguna manera, les devolvió la esperanza de que iban a alcanzar su objetivo final. Sin embargo, al llegar al sitio donde calcularon que estaba la laguna no había nada. Ahí surgió la hipótesis de que se había desplazado.

Era el día 9 y la desesperación comenzaba a cundir en la caravana. Al cansancio y el calor se sumaba la sed. Calcularon que la laguna podía estar a 18 kilómetros. Llevaban 24 horas sin tomar agua, no tenían fuerzas para más. El grupo se había dividido.

En ese momento decidieron volver a buscar el dron, que por una cuestión de comodidad lo habían dejado. Lo hicieron volar y lograron divisar la laguna, la cual se encontraba a 13 grados menos de lo que indicaban los GPS.

“La comida había quedado en otro campamento. Pasamos ahí la noche. A la mañana siguiente marchamos en dirección a la zona que indicaban las imágenes y la encontramos, encontramos la laguna. Nuestra alegría al momento de ver ese lugar fue indescriptible”, expresó Ureta, aún emocionado.

El sufrimiento fue reemplazado por un bálsamo de alegría cuando hallaron una playa de arena blanca, pequeñas islas y fascinante vegetación, lo más parecido a un paraíso o a un oasis, pues el agua que necesitaban finalmente la bebieron de la misma laguna

Fuente: eldeber.com.bo