Diferencias y… resultados

yanezArturo Yáñez CortesEscribo, haciendo el esfuerzo de no contagiarme –mucho– del ambiente que reina en Bolivia sobre la intervención del ex presidente y vocero de la causa marítima Carlos D. Mesa Gisberth en un programa de la TV chilena, en el que con la solvencia intelectual que le caracteriza y con un aplomo que su interlocutor no tuvo ni por aproximación, le propinó un sonado varapalo, así como a la postura chilena, jugando, además, de visitante.Prueba de ello, es la efervescencia que se ve en las redes sociales –son definitivamente, el quinto poder– que claman por el Oscar a nuestro vocero y ex Presidente o por lo menos, aunque está bastante devaluada ¡una gaviota de oro siquiera puh iñor!El hecho es que huyendo de posturas patrioteras y chauvinistas, a esta altura del partido –perdón del juicio– fuera una necedad no darle al César lo que es del César. Incluso admitiendo que –como diría algún DT luego de ganar por goleada un partido– “aún no hemos ganado nada”, el rechazo de la excepción preliminar y la entrevista citada debieran servirnos para comprobar, una vez más, lo inteligente que es confiar el manejo de los asuntos de estado a personas que tengan la aptitud y solvencia profesional demostrada por nuestro vocero Carlos D. Mesa o nuestro agente ante la CIJ Eduardo Rodríguez Veltzé, ambos ex presidentes recuperados para estos fines desde el mismísimo sindicato de delincuentes neoliberales, junto con el equipo de abogados internacionalistas extranjeros contratados por Bolivia para la demanda.Como sostiene mi colega de opinión Karen Arauz en las redes sociales, me hace ras el lomo pensar que en vez de Mesa y Rodríguez, nos habrían representado algunos de los incondicionales del régimen, piensen por ejemplo en su sofista principal que con un toque de magia barata pretende convertir el sopapo del No en Sí; en su pachamamista del sexo de las piedras o en su phajpaku jurídico. Sin duda que ahora estaríamos lamentando resultados, muy pero muy diferentes.Y es que las diferencias son enormes y, los efectos –perjuicios– aún mayores. Los intereses del estado, peor tratándose de quienes creen –supongo de manera genuina– en las bondades estatales y discursean todos los días sobre su naturaleza sacrosanta, deben ser defendidos y representados por l@s que saben y no por improvisad@s y Cia. Lamentablemente, contrariamente a esas posturas hasta de simple sentido común, la improvisación y sectarismo con los que cotidianamente se manejan los asuntos estatales en Bolivia, prueban que no importa el daño que se cause, ni los papelones que se hagan y menos los efectos que a mediano y largo plazo se generen; sólo interesa contentar a l@s herman@s –en algunos casos secuaces– para que pase lo que pase y haga lo que se haga, bajen la cabeza, hinquen la rodilla, levanten la mano y aplaudan en coro a su jefazo, sin algún resquicio siquiera de dignidad y peor autocrítica, ni soñar en independencia o cumplimiento de elementales funciones. ¿Ejemplos? Los últimos de varios, el caso FONDIOC, las barcazas chinas, las fracasadas empresas estatales, etc, etc, etc.Teniendo sometidos a su antojo a los organismos que, supuestamente en el verso legal, debieran poner límites a ese ejercicio despótico del poder (Contraloría, Fiscalía, Tribunales, etc) todo es posible hacer y por ahora, queda en la más insultante impunidad, e incluso se le mete nomás la angurria de gobernar for ever, así sea mediante la política estatal de la estrategia envolvente (léase embuste y trampa). Urge recuperar la exigencia de idoneidad para el ejercicio de cualquier cargo público, ya que no se trata de la gestión de intereses menores ni particulares, sino públicos, es decir de tod@s nosotr@s: ciudadan@s + estado, siendo inevitable que más temprano que tarde, esas improvisaciones nos cobrarán su costosa factura. De ahí que: “El primer acto de corrupción que un funcionario público comete, es aceptar un cargo para el cual no tiene las competencias necesarias” (Anónimo).Correo del Sur – Sucre