Promesas y deberes que no se cumplen

NORAH SORUCONorah Soruco de SalvatierraAl dejar la presidencia de la Cámara de Diputados, en la última entrevista televisiva de evaluación y prospectiva, me pidieron dos conclusiones; a la primera, referida al futuro inmediato, respondí que Bolivia inauguraba un merecido nuevo ciclo político con un liderazgo inédito y gran apoyo ciudadano después de tantos ensayos fallidos para alcanzar el ansiado desarrollo nacional con justicia social; y a la segunda, respecto de cuál sería la mayor amenaza para ello, señalé la tentación del poder total, cuya destrucción en el largo ciclo de dictaduras militares cobró al pueblo un altísimo costo. Ambas relacionadas, nos llevan a la situación actual.El aprovechamiento de la oportunidad del auge de los precios de las materias primas para ‘sembrarlos’ en el desarrollo productivo no se hizo realidad, pues seguimos con la misma dependencia de la producción primaria, cuando tal ventaja extraordinaria se acabó. A más de cuatro años de la siguiente elección presidencial, la agenda política posicionada por el Gobierno y seguida por la oposición se remite casi exclusivamente a la reelección o ‘repostulación’ del binomio Evo-Álvaro.Al margen quedan los demás temas fundamentales: las estrategias ante la crisis después de agotar los recursos fiscales de caja y bancos; las autonomías con el debate del pacto fiscal; la defensa de la economía ante la debacle de nuestros vecinos que se desborda y amenaza la destrucción de nuestro aparato productivo no tradicional y nos alcanza vía contrabando e informalidad; las metas de lucha contra la pobreza respecto del empleo, de los índices de enfermedad y mortalidad, el desastroso estado de los entes de salud y seguro social, el atraso educativo y técnico; la corrupción y la inseguridad ciudadana física y jurídica.Lejos están los inteligentes análisis que precedían las propuestas electorales de los ahora elegidos gobernantes y asambleístas, quienes al unísono se comprometieron a servir al pueblo y no servirse de él a través de intereses políticos parciales. Cabe pues una severa llamada de atención a nuestros políticos, solo para que cumplan con su deber.El Deber – Santa Cruz