Trucos para recuperar las ganas

ganasHay pasión en la publicidad y la ficción, pero ¿ocupa lugar en nuestras vidas? ¿Por qué cada vez toleramos peor los excesos melodramáticos? ¿Nos dejamos llevar por el fuego arrasador o estamos demasiado ocupados?
 Tratemos de imaginar que la pasión se convierte en una prioridad en nuestras vidas. ¿Difícil, verdad? Parece que cuanto más nos alejamos de la adolescencia y primera juventud, menos espacio vamos dejando para las turbulencias del cuerpo y el espíritu, aunque recurramos en masa a los relatos que nos hablan de la pasión sexual y amorosa.
¿Qué encontramos en ’50 Sombras de Grey’, en las telenovelas o en las comedias románticas sino la experiencia indirecta de emociones que no nos permitimos en la vida real? Gracias a la literatura, el cine y hasta las canciones, vivimos la pasión en diferido, una estrategia que nos permite esquivar los efectos secundarios de los vendavales sentimentales sin renunciar a ellos al cien por cien. ¿Por qué dejamos la pasión para el tiempo de descuento? ¿Qué nos perdemos haciéndolo?Lo cierto es que las obligaciones que nos impone la sociedad (y las que nos acabamos imponiendo a nosotras mismas) dejan poco lugar para el sexo apasionado: larguísimas jornadas laborales; que además son dobles, porque en casa seguimos ocupándonos de la intendencia doméstica; los niños, que nos exigen toda o casi toda la atención en cada momento; gimnasio, peluquería y demás citas estéticas, que hemos de querernos bellas sí o sí; compromisos de trabajo y con los amigos, a los que no deseamos renunciar… ¿Cómo encajar los encuentros sexuales en esta apretada agenda?En el prólogo de ‘El amor como pasión’ (Ed. Península), de Niklas Luhmann, el escritor Vicente Verdú define bellamente la diferencia entre el amor con o sin apasionamiento: »El amor de conveniencia o amor racional cose la convivencia a través de intereses reconocidos, el amor pasión se hilvana, por el contrario, a través de una aguja de luz que fulge y desaparece».El filósofo Roland Barthes se dejó llevar mucho más por la intensidad que habita el concepto cuando, en 1975, escribió: »Hiriente como la metralla, la ráfaga amorosa provoca entorpecimiento y miedo: crisis, revulsión del cuerpo, locura». Para Barthes, »el que está enamorado a la manera romántica conoce la experiencia de la locura», y su pasión es »perturbación, herida, desamparo o júbilo: el cuerpo todo entero arrastrado, anegado de Naturaleza».Puede que, efectivamente, no sea buena idea aspirar a vivir constantemente en este terreno enajenado que describe Barthes. Aún más: puede que ya no encuentre acomodo en nuestro estilo de vida, tan individualista. Lo explica Luis Muíño, psicoterapeuta y divulgador: »La vida de las personas es cada vez más diversa. No se parecen en nada los objetivos de un single de clase media urbana de 35 años adicto al trabajo y los de un hombre de esa misma edad casado y con tres hijos que viva en un medio rural. Y de hecho, cada vez es más habitual que denominemos sentimentalismo a los sentimientos que no compartimos. Cada vez nos cuesta más tolerar los excesos melodramáticos: en las culturas individualistas es más fácil soportar la insuficiencia que la exageración emocional».Ya no encajamos, parece ser, en la estética de la pasión. ¿Nos sigue interesando al menos su expresión sexual? »Yo creo que ahora estamos en una época muy puritana, en la que la gente prefiere hablar de comida que hacer el amor», aseguraba la novelista Milena Busquets en una reciente entrevista publicada en estas mismas páginas.»En ningún territorio tenemos tanto poder y somos tan libres como en la cama. De hecho, el amor es antiburgués, es hijo de la bohemia y no conoce la ley. Tratamos de domesticarlo, porque la pareja cuando funciona está muy bien, pero no hay nada tan subversivo como el amor». Los datos parecen refrendar la percepción de Busquets: sin entrar en la cuestión de la frecuencia sexual, parece que la satisfacción no es nuestro fuerte.Según la Federación Española de Sociedades de Sexología (FESS), un 53% de las mujeres y el 20% de los varones no obtienen placer de sus encuentros íntimos. ¿Las causas? Variadas (pereza, estrés, falta de tiempo…), aunque una se repite con mayor frecuencia: que la pareja ya no excita como antes. Pero la pasión erótica no dura más de cuatro años (según una investigación de la Universidad Nacional de México), en el mejor de los casos. La antropóloga Helen Fisher asegura que apenas llega a los 18 meses. ¿Pareja nueva cada 18 meses?Que no cunda el pánico: la misma Fisher explica que el deseo puede volver a reactivarse y a desa-parecer varias veces a lo largo de una relación duradera, y los terapeutas cifran entre un 70 y un 80% las parejas que vuelven a funcionar después de una terapia. »Lo que no tiene solución es el desamor. Si no hay sentimientos que rescatar, las sesiones son inútiles», confirma Olga Córdoba, psiquiatra y psicoterapeuta de familia y pareja. A su consulta acuden sobre todo »parejas con recorrido, 12 o 15 años en común, y una situación de aburrimiento y apatía».La pasión es uno de los grandes pegamentos de la pareja, de ahí el interés por conocer cómo se puede mantener conforme avanza el tiempo. Los especialistas recomiendan entrenar la empatía y favorecer la comunicación, vencer la pereza con entusiasmo y reforzar la autoestima paraacceder a un espacio de entrega total que, además de terminar con las reservas, empuje nuestra capacidad para el erotismo. Y debe figurar en la agenda, porque requiere producción en forma de niñeras, habitaciones de hotel, lencería, aceites, velas, disfraces, salidas a clubs inesperados, cine erótico, cenas lujuriosas, pañuelos de raso… Y hasta aquí se puede leer.Necesitamos y queremos pasión, aunque la hayamos despojado de su locura romántica. La pasión expresada en el erotismo y el sexo suma tantos beneficios para la salud física como para la psíquica: es antídoto contra la tristeza, la falta de autoestima y la depresión, además de favorecer la empatía. Pero para hacer de ella un objetivo vital acaso debamos deslindarla del amor romántico que, para Muíño, se encuentra ya en franco retroceso.»Es el gran candidato a desaparecer de la faz de la tierra. En cambio, permanecerá siempre la atracción sexual. La búsqueda de sensaciones que fomenta al mundo actual es un tipo de anhelo que resulta muy adaptativo en sociedades sobreestimuladas como la nuestra y el sexo variado, sin ataduras emocionales, parece satisfacer muy bien estas condiciones’.¿Debe pagar el amor, entendido a la manera romántica, ese que es para toda la vida, el precio de la pasión? Todo apunta a que sí. El amor de toda la vida, que siguió al de conveniencia, se avenía con unas circunstancias que permitían proyectar hasta el fin de los días el porvenir profesional, el lugar de residencia, la creación de una familia, la permanencia de la promesa nupcial.Hoy, en cambio, la continuidad de la relación es el punto menos cierto del amor y la tendencia a la cohabitación sin documentos indica la asunción de provisionalidad que se reconoce incluso en los instantes más tórridos. De hecho, la idea de implantar leyes para casarse por períodos determinados de siete o cuatro años, lanzadas en algunos países, son síntomas del poco predicamento que se otorga al amor eterno y la aceptación masiva del código correspondiente al amor pasión.Desaparece el romanticismo de las convenciones sociales, pero permanece el amor en su forma más pasional, ese que el escritor Octavio Paz comparaba con la misma vida en su ensayo sobre este el erotismo ‘La llama doble’ (Ed. Seix Barral).»Los biólogos todavía discuten sobre lo que es o puede ser la vida. Para algunos es una palabra vacía de significado; lo que llamamos vida no es sino un fenómeno químico, la unión del algunos ácidos. Confieso que nunca me han convencido estas simplificaciones. La sexualidad es animal; el erotismo es humano. El amor, a su vez, es ceremonia y representación: pero es algo más. El amor es la metáfora final de la sexualidad. No hay amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad. Pero la cadena se rompe en sentido inverso: amor sin erotismo no es amor y erotismo sin sexo es impensable e imposible». escribía el Premio Nobel.​Cine para apasionarse

  • ‘Fuego en el cuerpo’ (1981). Antes de ponerle voz a Jessica Rabbit, Kathleen Turner rodó este thriller muy negro y muy sexy.
  • ‘Y tú mamá también’ (2001). Maribel Verdú, Diego Luna y Gael García Bernal demuestran que a veces hay que liarse mucho para poder aclararse.
  • ‘Lucía y el sexo’ (2001). Julio Medem supo poner el sexo en primer plano sin ceder un ápice de erotismo, en este drama.
  • ‘Secretary’ (2002).Más auténtica que 50 sombras de Grey, este relato de una secretaria abocada a una relación sado con su jefe tiene, incluso, sentido del humor.
  • ‘Los soñadores’ (2003). Bertolucci es el rey del erotismo, pero es que además esta película con Eva Green es bellísima.
  • ‘Yo soy el amor’ (2009). Una pasión inesperada cambia para siempre la vida del personaje de Tilda Swinton.
  • ‘Magic Mike XXL’ (2015). Culto al cuerpo masculino en todo su esplendor muscular. Aún en cines.
  • ‘Outlander’ (2015). La serie basada en los libros de Diana Gabaldón es el perfecto placer culpable.

Libros que queman

  • ‘Cartas de amor a Nora Barnacle’ (Ed. Leviatán). La correspondencia erótica entre James Joyce y su esposa, Nora Barnacle, es divertidamente perversa.
  • ‘Por siempre Ámbar’ (Ed. Planeta).Kathleen Winsor describió a través de las aventuras sexuales de una huérfana el libertinaje de la corte de Carlos II de Inglaterra. Prohibida en EE.UU. en los años 40.
  • ‘Delta de Venus’ (Ed. Alianza). La (a veces incómoda) lectura hoy de los relatos de Anäis Nin muestra cómo hemos domesticado lo erótico en el siglo XXI.
  • ‘El rapto de la Bella Durmiente’ (Zeta). Anne Rice nos contó el reverso erótico del clásico cuento de hadas. Aquí, la bella despierta ya desnuda de su hechizo. Rice firmó con seudónimo (A. N. Roquelaure).

Fuente: www.hoymujer.com