Twitter y el tamaño de tu ego

ARNAOKOscar Díaz Arnau¿Qué mueve a una persona a seguir a otra en Twitter?Las motivaciones pueden ser varias, pero hay un detalle que unifica a los seguidores en la red del pajarito: el deseo de saber del otro.Desde mi cuenta @diazarnau he comenzado a seguir a @AmaliaPando, y por eso me he enterado de que la periodista quiso averiguar cuál es la idea del Twitter: «¿seguir a los que te siguen, verdad?”, preguntó ella.Hasta el viernes, Amalia había obtenido 12 respuestas de las cuales siete eran negativas; les comparto dos: «Es preferible seguir a personas cuyos contenidos (tuits) te interesen y/o sirvan”. «La idea es seguir a quien te interesa atender”.Aquí tenemos dos verbos a tomar en cuenta: «interesar” y «servir”.Otras dos personas le contestaron afirmativamente: «Sí (debe seguir a los que la siguen), por eso es red social…”. «Y también a los que le siguen (le recomendaron a Amalia), siempre hay cosas interesantes”. Alguien quiso ser más original: «Una personalidad como vos está para ser seguida y no para seguir”.Entre los siete tuits mayoritarios estaba el mío: «No necesariamente. Aunque yo creo en la reciprocidad como un acto de agradecimiento”. Y este otro, ubicándose al medio de las dos opciones: «De acuerdo, no necesariamente, (pero) se trata de hacer comunidad”.¿Cuál es la idea del Twitter? Yo creo que el deseo de saber del otro. En esta red, unos siguen -husmean- a otros. Es cierto, como dice @ivansucre, se trata de hacer comunidad. Pero, ¿con qué intenciones?¿Cuánto nos importa seguir y cuánto ser seguidos? ¿Nos interesa únicamente escribir, cerrando los ojos a la opinión del otro de la comunidad? Además, ¿qué tan dispuestos a aprender del otro estamos? Más fácil: ¿Cuánto retuiteas?Yo sigo también por reciprocidad, por agradecimiento; es mi opción. Ustedes estarán pensando en las megaestrellas de la música o del fútbol a las que, bajo la lógica de la gratitud, les faltaría tiempo para seguir a sus millones de seguidores. Hay bolivianos que suman decenas de miles de seguidores y optan por reducir su comunidad a unos cuantos. Lo mismo ocurre con algunos de ustedes, que tienen centenas o decenas de seguidores. Nadie obliga a seguir a nadie; y seguir no cuesta nada. Entonces, la opción no sólo es personal, también libre y gratuita.¿Con qué intención seguimos? Esta es, en esencia, una comunidad interesada (término que en este caso no aplica sólo para su sentido negativo): «Si me interesas, te sigo; si me sirves, follow” (¿recuerdan los verbos empleados por los seguidores de Amalia?). Ojalá esta forma de chantaje sirviese para que unos se aprovecharan (en buen plan) del conocimiento de otros, y es que en Twitter estamos a un click de ponernos al lado de gente que puede hacernos mejores.El genuino deseo de saber del otro, la sincera necesidad de hacerle saber que importa -permítaseme la generalización- se ahoga en el maremágnum del tuiterío. Nadie sigue a nadie como un ejercicio de generosidad, ni tan siquiera de cordialidad. Pocos, me parece, por solidaridad. Y menos por reciprocidad.Nuevas preguntas: ¿Cuál es tu mayor vocación en Twitter, escribir o leer?, ¿tuitear o retuitear? ¿Qué tal si el tamaño de tu ego fuera directamente proporcional al número de personas a las que sigues? En Twitter no pasa lo mismo que en Facebook, donde la tendencia a la acumulación indiscriminada de «amigos” parece irreversible. ¿Por qué?Cada quién hace con su (cuenta del) pajarito lo que se le antoja. En lo que a mí respecta, sigo a casi tantas personas como las que me siguen a mí. No se trata de una competencia: se dio así, naturalmente, después de mucho seguir y ser perseguido. Y, francamente, desconfío del que sigue poco: creo que desaprovecha al otro, o peca de falta de curiosidad. Mi opción es leer más que escribir, aprender más que pretender enseñar.Página Siete – La Paz