Valeria, reina de corazones

MOIRA OKMoira Sandóval CalvimonteSi bien la destitución (y posterior ratificación) de Valeria Saucedo, no es un asunto de Estado, causó polémica en las redes sociales y se convirtió en noticia nacional, por la forma en que los representantes de la comparsa Pichones se deshicieron de ella al considerarla inútil a los objetivos -económicos-  de dicha organización, como justificaron.No obstante que ciertos sectores de la sociedad consideran que es fatuo y superficial ocuparse de una reina carnavalera frente a otros temas de relevancia, es evidente que lo acontecido llevó al debate a la opinión pública, teniendo en cuenta que tal actividad es fundamental en la idiosincrasia cruceña –orgullo regional-  involucrando además, a gran parte de su población en la actividad económica que se desprende de las carnestolendas. De ser una celebración de élite ha evolucionado al número de 500 comparsas en la actualidad, donde sectores populares reclaman proclamar sus propias reinas.Considerando ese contexto, dicho suceso de impacto social y mediático, trascendió las connotaciones farandulescas  o superficiales, ya que el fondo de la cuestión es el trato  -o maltrato- brindado a una mujer convertida en figura pública, por parte de un grupo que ostenta y hace gala de poder y sólida estructura patriarcal. El agravio proferido cobra real importancia si tomamos en cuenta que el país se halla en un proceso de erradicar la violencia hacia las mujeres.Valeria encarna entonces, el paradigma de la mujer que se ajusta a una estructura patriarcal, con sus costumbres, tradiciones, prácticas aceptadas socialmente y que se rebela contra los alcances de esa dependencia institucional, al ver afectado su honor, nombre e imagen.El hecho en cuestión, conlleva dimensiones culturales, jurídicas, educativas y sociales, con un mensaje funesto hacia la sociedad cruceña, pues constituye sin duda violencia simbólica hacia la mujer -prevista en la ley 348-  de ahí la  importancia de dirimir y resolver de la manera más acertada el conflicto suscitado.Mas allá de los afanes de eficiencia y/u oportunismo político, las autoridades ediles tuvieron la decisión acertada de restituir en el imaginario popular la certeza de que no se apoyaba el linchamiento psicológico al que fue expuesta Valeria Saucedo. Ello tuvo un efecto importante: revertir el impacto de violencia simbólica hacia la mujer.En asuntos de gran importancia social y gravitante importancia económica -como es el Carnaval para los cruceños- es fundamental cuidar las formas, porque todos los actos públicos tienen impacto en el imaginario de la sociedad, de ahí que juegan a favor o en contra de los valores que se desea transmitir.Supe hace un par de horas que la agraviada recibiría las disculpas de los ahora arrepentidos comparseros; si bien la frase suena a capítulo de novela, es oportuno señalar que más allá del interés particular de purgar sus culpas, corregir su imagen pública, o cuidar intereses y compromisos económicos contraídos, resulta esencial que los autores de tal exabrupto, reconozcan su desatino y los alcances del mismo. Aunque parezca un arrepentimiento hipócrita, es bueno que se presenten con sus familias, así muestran valores positivos y permite mostrar el lado humano de quienes erraron.Asimismo, se debe reproducir la censura y reproche a la visión de que si la mujer ya no es útil a los propósitos fútiles de un grupo, logia, corporación, comparsa o élite económica, sea desechada de manera expedita con la única y vergonzosa explicación de “no ser redituable”.  Guardando las distancias, la idea de que debe desecharse una mujer cuando ya no es «útil», sea con fines comerciales, reproductivos, estéticos, generacionales, profesionales o políticos, da lugar al razonamiento primitivo de que es posible «deshacerse» de la fémina sin mayor explicación o justificación, desde un despido laboral, una golpiza atribuyéndole la culpa, hasta un feminicidio, bajo la lógica machista-patriarcal más recalcitrante.Ese fue el mensaje negativo que intentan y deben erradicar tanto autoridades como la sociedad civil. Hacerlo, es un buen y necesario paso a la construcción de valores en una sociedad que lucha contra la violencia –en todas sus formas- hacia las mujeres y que se halla en en construcción de un nuevo imaginario en relación a los derechos, rol, desempeño, imagen, aspiraciones y alcances de la dignidad de la mujer boliviana.