Gary Antonio Rodríguez ÁlvarezA la hora de decir algo, el hablar entraña menos riesgo que escribir pues, como dice el adagio, “las palabras se las lleva el viento”, mientras que cuando se lo escribe, lo dicho permanece por eso de que “lo escrito, escrito está”, aunque lo verbal o escrito, igualmente puede ayudar o causar daño.Ha transcurrido otro año más, uno menos de vida, por cierto, y al empezar el 2016 quise hacer algo distinto con mi columna, algo que de verdad apacigua el alma: pedir perdón. Si perdonar no es fácil, mucho menos pedir perdón, sabiendo especialmente que siempre habrá quien no querrá perdonar. Pese a ello, hoy pediré perdón a todo mundo.En primer lugar pido perdón a Dios, por si durante el año transcurrido me hubiera envanecido. Sé que toda buena acción mía es atribuible a Él y aunque así siempre lo he declarado, le pido perdón por si en mi corazón existió el deseo de atribuirme la gloria y la honra que solo a Él le pertenecen.Pido perdón también a mis padres porque –a pesar del mayor tiempo que les dediqué el pasado año– nunca será lo suficiente para compensar todos los años de su vida que invirtieron en mí. Perdón a mi familia –aquí sí debo pedir mucho perdón– a mi esposa, mi compañera amada, depositaria de mis alegrías y frustraciones, y de mis angustias también; y sobre todo a mis hijos, por tanto tiempo no pasado juntos, por causa de mis obligaciones.Perdón a los directivos de la institución que me permite trabajar para engrandecer a mi país, por si en algún momento no hubiese cumplido a cabalidad con las expectativas creadas (jamás, por falta de esfuerzo o ganas). Perdón también a las autoridades de Casa de Oración, por no ser yo el mejor ejemplo a seguir y no hacer cuántas veces lo que esperaban de mí (Dios sabe por qué).Pido perdón a cada hermano en la fe a quien pude haber fallado –nunca adrede, pues no está hacer eso en mí– aunque reconozco que por el celo que tengo de Dios, he podido lastimarlos. Pido perdón también a mis amigos –a los que lo son y de quienes creo serlo– al no poder disfrutar de ese recurso tan escaso llamado tiempo, para poder compartirlo.Y –por qué no– perdón a todo a quien mi crítica le pareció dura –así fuera por su propio bien– incluyendo a nuestros gobernantes: sepan que los podré criticar pero alzar mi mano en contra suya, jamás. “Sé el primero en pedir disculpas, y serás valiente; en perdonar, y serás fuerte; en olvidar, y serás feliz”, leí por ahí. Hoy hago eso, les pido perdón de todo corazón si les fallé u ofendí… ¿me perdonan?El Deber – Santa Cruz