La Codiciada era un barrio situado en el último canto

A pocos metros estaban Los Pozos, El Tao, La Máquina Vieja y Los Huesos

En la esquina Barrón y Suárez Arana solo queda el nombre en el letrero de esta antigua pulpería

En la esquina Barrón y Suárez Arana solo queda el nombre en el letrero de esta antigua pulpería

En un pequeño espacio dentro del letrero de la pulpería Don Isidro ha quedado grabado para la posteridad el nombre de La Codiciada, la antigua denominación que recibió el barrio situado al noreste del primer anillo, cuando a principios del siglo XX la ciudad apenas llegaba a ese canto, donde los carreteros procedente de los pueblos de Chiquitos hacían su pascana antes de dejar sus productos en el mercado La Recova.



La Codiciada no era más que una casona de adobe que en 1904 mandaron a construir los hermanos Jordán, en la esquina de las calles Barrón y Suárez Arana, que en esos tiempos se conocía como el camino a Chiquitos, el cual continuaba por las actuales avenidas Suárez Arana y Paraguá.

Según relata Aquiles Gómez Coca en su libro Qué tiempos aquellos de mi viejo Santa Cruz, por las madrugadas los corredores de la casa eran ocupados por los carreteros que llegaban de madrugada de los pueblos cercanos como Jitapaqui, Pampa de la Isla, Churiá y El Remanso, trayendo losas y leña de sus parajes; además de los que provenían de más lejos, como San Javier y Concepción.

Con el paso del tiempo aparecieron unas vecinas que vendían comidas, entre ellas locro de gallina, mondongo, tripas y la patasca mezclada con carne de cerdo y de cabeza de res.

Curiosidades
La Codiciada tardó en poblarse, pero era el paso obligado para ir a otros caseríos más lejanos, como La Máquina Vieja y El Tao, en el norte; al barrizal de Los Huesos, en el este; y a Los Pozos, en el oeste.

Por el límite sur, la actual calle Charcas era una vía que se convertía en río proveniente del centro de la ciudad que desembocaba en El Tao, pasando por el añoso árbol de toco, que aún adorna la avenida Argomosa, el cual fue conocido como el Toco de San Justo y San Pastor por dos casas vecinas que en cada una albergaba la imagen de un santo y que era el último lugar de rezo de los carreteros que llevaban a enterrar a los muertos que no eran reclamados en el hospital.

Actualidad
Pocos son los vecinos que se acuerdan de La Codiciada, uno es Hugo Céspedes, que recuerda que la casa de enfrente, de propiedad del Dr. N. Calderón, llevó el letrero hasta que fue derrumbada en 1974. Ahora él agarró la denominación para la pulpería Don Isidro, que fundó su padre del mismo nombre, hace 57 años, donde desde hace 20 años se distribuyen los horneados y bizcochos traídos de San Javier

Fuente: eldeber.com.bo