Cayo SalinasLa claridad que ha demostrado Macri en las primeras semanas de haber asumido la Presidencia en la Argentina tiene doble mérito. Lo que más destaco es el hecho que ha sabido conducirse en el marco y reglas de la institucionalidad, sin perder el sentido de racionalidad que muchas veces el poder tiende a trastocar. No ha asumido una postura revanchista respecto a lo que significó el régimen nefasto del peronismo kirchnerista, ni ha encarado una cacería de brujas como cualquier otro Gobierno de rasgos populistas podría haberlo hecho.Con la talla que corresponde a un Presidente de Estado, está utilizando por un lado la ley y lo que manda y, por otro, está asumiendo una serie de decisiones en el marco del Estado de Derecho y de sus competencias. Atrás está quedando el presidencialismo megalómano de la adulación, derroche y parafernalia de Cristina, lo que conlleva a que poco a poco comience a sentirse que la República cobra cuerpo junto al peso de sus instituciones.Muestra de ello es la legal intervención a la Autoridad Federal de Servicios Audiovisuales responsable del control de medios de comunicación, con el propósito de auditar detalladamente los libros contables y las cuentas bancarias como parte de un proceso de revisión que Macri ha ordenado en todas las dependencias estatales. Dicho proceso abarca todas las entidades del Estado a la luz de evidentes sospechas de que durante el periodo kirchnerista se han dilapidado recursos estatales y desviado fondos públicos en beneficio de terceros. Recordemos que durante meses Lanata ha demostrado fruto de un periodismo de investigación bien llevado a cabo, el enriquecimiento ilícito de todos aquellos que forman parte de la nomenclatura kirchnerista, la que probablemente tropiece durante estos cuatro años con serios problemas de naturaleza legal.La otra faceta que Macri ha sabido desarrollar es la que corresponde al plano internacional. Como corresponde a un hombre de estado y a un demócrata, su primera aparición en un foro internacional ha servido para pedir no sólo la libertad de los presos políticos que la dictadura chavista ha callado, sino para que se aplique la Carta Democrática del Mercosur contra el régimen venezolano bajo el entendimiento de que su contenido no puede ser lírico y de papel. Haber asumido una postura democrática y humana ante el silencio cómplice de otros Gobiernos, marca una notable diferencia respecto a su antecesora.En todo caso, si a la que ya podemos señalar como dictadura en relación al Gobierno de Venezuela que ha violentado todos los órdenes democráticos para ubicarse en la casilla de los regímenes anticonstitucionales, ha sido precisamente Nicolás Maduro el más acérrimo crítico a la asunción de Macri. La faceta de dictador que ya le es propia –particularmente por las últimas actuaciones que ha exteriorizado para evitar la consolidación de los 2/3 de la oposición en la Asamblea Nacional de su país–, ha quedado patentizada en el plano internacional por el tono y declaraciones contra el Presidente de Argentina que sólo una persona de esos rasgos puede espetar. Ha dicho: “hemos entrado en la etapa de la censura burguesa, así como está pasando en Argentina, que hay marchas todos los días y el pueblo en la calle y las televisoras y la prensa no sacan nada porque ha vuelto un oligarca señor al palacio presidencial”. Es evidente por tanto, que Macri ha aportado un aire diferente a las relaciones intergubernamentales. Su paso no será fugaz, es evidente. La República cobra nuevos bríos.Los Tiempos – Cochabamba