Responsabilidad ineludible ante la crisis

NORAH SORUCONorah Soruco de SalvatierraEl año empieza muy movido en el campo político-económico, tanto por los cambios de Gobierno en países relacionados con el nuestro como por el impacto de la caída de los precios internacionales del petróleo y de otros productos, lo que nos afecta, perfila un entorno preocupante y da el marco a las actividades proselitistas del referéndum sobre la reforma de la Constitución, en medio de lo cual, no obstante, nuestro pueblo ha renovado sus esperanzas en que 2016 le traiga el soñado bienestar personal y familiar.No deja de ser extraño que, ante las nubes negras que nos acechan en el campo económico, las acciones gubernamentales del nivel nacional sigan invariables, pues más allá de los recortes presupuestarios a gobernaciones y municipios no se conocen políticas nuevas orientadas a encarar los impactos negativos de la reducción de ingresos fiscales. En las cifras del Presupuesto General 2016 no se conoce la supresión de los proyectos prescindibles ni de los nutridos viajes oficiales; menos la reducción de la burocracia estatal. Donde sí se argumenta la crisis es en la imposible asignación de los ítems para salud y educación que se requieren.Resalta, sí, el vigor operativo de la Aduana y de Impuestos Internos presionando al contribuyente para aumentar recaudaciones y suplir la baja de los ingresos fiscales, no solo por los impuestos establecidos, sino por la vía de abultadas multas en montos muy superiores a la obligación original y sin derecho a réplica, dejando fuera de toda consideración la potencial inviabilidad de las empresas formales, las cuales deben reducirse, cerrar o convertirse en informales para subsistir, y menos del sacrificio de las fuentes de empleo, al parecer poco importante en un país de creciente informalidad. Estas acciones están generando un progresivo descontento a punto de estallar.Resulta más que prudente, por tanto, que las autoridades se decidan a asumir cuanto antes la responsabilidad previsora antes que la implacable realidad nos golpee sin piedad.El Deber – Santa Cruz