Vamos bien, pero el MAS lo hizo muy mal

RENZORenzo AbruzzeseAunque todos sabemos que es poco probable que las maravillas de las que no habla el Presidente sean verdades de verdad, deberíamos otorgarle el beneficio de la duda. Al fin y al cabo es cierto,  la economía ha crecido,  las reservas internacionales se multiplicaron varias veces, se incrementaron los bonos que, mal que mal, son para muchísimos bolivianos un alivio en su crónica precariedad. Se incrementó la inversión interna y externa, y emergió una clase media con un conjunto renovado de intereses, lo mismo que una «burguesía chola” que se incorporó de a poco a la modernidad en todos sus términos.La inclusión de sectores que habían sido marginados de la vida social, de la política y económica desde la colonia y a lo largo de toda la república, hoy ha sido en gran parte superada y por doquier que uno vaya, cuando tiene que recorrer los innumerables despachos de la burocracia estatal, encuentra ciudadanos que hace apenas una década atrás no hubieran ni soñado ser parte del sistema oficial de la República.Lo mismo sucede con la representación política. Diputados y senadores ocupan los curules que hasta no hace mucho eran una exclusividad del mestizaje culto. Sin duda, observar un Congreso en que están todos los que deben estar en un país multiétnico es altamente gratificante.A la luz de todo esto, aunque estamos lejos de ser la Suiza de la que nos habla Evo Morales en sus mensajes anuales, es innegable que hemos avanzado. Sería, sin embargo, un error atribuirle el éxito sólo al Gobierno.Morales llegó en el mejor momento, es más, en el mejor momento de toda la historia económica de este país. Nunca los precios internacionales de materias primas habían estado tan altos, ni los del gas y de muchos productos agrícolas. La coyuntura internacional es responsable en gran parte del éxito político y económico del régimen, pero aún así no cabe duda de que «vamos bien”.»Vamos bien” pero algo huele mal, muy mal. A pesar de que todos nos beneficiamos del auge económico, flota en el ambiente una sensación de que las cosas no son como se dicen, y si volcamos la mirada, la imagen que logramos a 10 años de gobierno del MAS, es que han tomado el poder como un botín de guerra y que ahora se sacan los ojos por la mejor tajada.Cuando los ciudadanos miramos el gobierno del MAS tenemos la impresión de presenciar una orgía de poder donde se enredan imágenes bizarras de negociados millonarios, favores personales, narcotráfico, escándalos sexuales, jueces corruptos, manos negras por doquier  y un halo de soberbia lo envuelve todo.Vamos bien. Hay menos pobres, pero aún los que más se beneficiaron del auge económico perciben que detrás de todos los discursos oficiales del Vicepresidente se destila un rencoroso racismo mal disimulado. Sentimos que la manera de vencer al adversario político pasó por enfrentarnos, dividirnos o encarcelarnos.Por alguna razón, los bolivianos no queremos que Evo Morales y el vicepresidente García Linera se queden más de lo debido, debe ser porque nos damos cuenta de que nos engañaron demasiado, de que se nos mintió una, y otra vez, de que siempre hay algo oscuro detrás de lo que dicen.Debe ser porque cuando Morales pronunció su primer discurso juró que en su gobierno no habría ni un muerto y ya suman más de todos los difuntos en 20 años de gobiernos «neoliberales”; porque soñábamos un país sin excluidos, y la exclusión sólo cambio de signo; porque se les cayó la máscara indígena en Chaparina y el Fondo Indígena batió todos los récords de corrupción. Debe ser porque donde se pone el dedo sale pus y un humor maloliente invade los pasillos del poder. «Vamos bien”, pero el MAS lo hizo muy mal.Página Siete – La Paz