La amenaza como política

torCarlos Toranzo RocaTodas las que se reconocieron a sí mismas como revoluciones han sido autoritarias, algunas de ellas totalitarias. La cuestión era más dura cuando ellas decían que eran revoluciones culturales, pues fijaban como su objetivo demoler todo el pasado, destruir los rastros de la historia que no les interesaba o que no se acomodaba para sus objetivos de ensalzar a los iluminados que llegaron al poder. En esos casos, los «revolucionarios” se creían el inicio y el fin de la historia. Nada había antes de ellos y nada debería existir en el futuro, sino únicamente su obra, su legado monumental a la humanidad.Los héroes del pasado, sus monumentos, fueron destruidos y sustituidos por los monumentos de los revolucionarios. Cada uno de ellos hizo sus museos, donde la historia principiaba con el nacimiento de esos iluminados, en especial del líder, del caudillo, del dueño de las revoluciones. En cada una de ellas, la amenaza contra el que pensaba distinto se convirtió en política oficial, en política de Estado.¿Es que acaso Stalin no se afanaba por borrar todas las fotografías de Trotsky al hacer la Revolución Rusa? ¿Es que China no borró toda una historia milenaria para mostrar solamente a Mao como el inicio y final de toda su historia? ¿Y en Cuba no se llenó toda historia con la figura, con las fotos, con los monumentos de Fidel? Y ¡cuidado! Si opinaban en contra de la revolución eran unos gusanos, unos contra-revolucionarios que debían purgar sus ideas insanas en el paredón o en la cárcel.El sólo opinar de manera distinta  conducía a las penas más grandes, a los campos de concentración, a las correccionales, para, a fuerza de látigo, hacerlos volver en sí  para que juren amor por el líder. La amenaza ha sido durante décadas la política oficial de esos Estados. Éstos persiguieron con saña a los disidentes y muchas veces a las familias de éstos.Para el que osaba pensar distinto estaban cerradas las puertas del empleo público, de las universidades, de los viajes. Para ellos estaba clausurada la posibilidad de vivir en tranquilidad. ¿Cuántos disidentes murieron en Rusia? ¿En China? ¿En Cuba?Es que las revoluciones no admiten que alguien piense distinto, que razone con su propio pensamiento. Esas revoluciones no admiten la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, la libertad de prensa. Y en toda democracia éstos son valores fundamentales que hay que respetar, sin esas libertades simplemente no hay democracia.Pero con el paso del tiempo las autoproclamadas revoluciones se ponen más finas a la hora de reprimir, ya no hay matanzas, no hay campos de concentración.Sus mecanismos de disciplinar a los disidentes son más finos. Basta comprarse los medios de comunicación, es suficiente no dar publicidad a los medios que no siguen y aplauden las políticas estatales; basta con usar todo el presupuesto público para la propaganda estatal. Basta mandar a los funcionarios de la Renta cada mes para controlar a los medios de comunicación que osaren poner columnas de gente independiente. Basta hacer juicios a todos aquellos que piensen u opinen en contra de las políticas estatales.Es suficiente no dejar entrar al empleo público a quienes disienten del Gobierno, basta cerrar las puertas del empleo a los hijos de quienes piensan con ideas distintas al Estado. La amenaza sigue siendo la política oficial, la política estatal de estos regímenes. Ahora el poder no levanta el dedo acusador diciendo muera los contra-revolucionarios, dice simplemente fuera del país los neoliberales.Cuando hay revoluciones siempre hay exiliados, pero los revolucionarios exigen que esos exiliados vengan a dar la cara a la justicia, sí, a esa justicia que depende del Ejecutivo, de los revolucionarios, del líder, del caudillo, del dueño del poder.El dedo índice levantado del líder, del caudillo, es la justicia. Él muestra a quién hay que castigar por ser opuesto a las «bondades” de la revolución. Por todos estos excesos de las revoluciones, quienes aman la democracia lo que quieren es libertad de prensa, libertad de expresión, libertad de pensamiento.En todos los casos revolucionarios se aplica la lógica amigo-enemigo, esto implica que hay que eliminar al enemigo y eso obviamente no es democrático. Lo único que queremos miles de bolivianos es no ser víctimas de esa política estatal de la amenaza contra quien piensa de manera distinta al poder.Página Siete – La Paz