Liderazgo y ciudadanía

caudillismoEditorial – El DíaPasado el trauma del referéndum, todos discuten ahora sobre liderazgo. Es el tema de moda y la pregunta en uno y otro bando es ¿quién? ¿Quién será el hombre o la mujer que sacará a este país bla, bla? ¿Quién será capaz de unir a los bolivianos? ¿Quién nos salvará de la crisis? ¿Quién, quién? Insistencia que esconde una pobreza y una inmadurez política anquilosada en las entrañas de nuestra sociedad.Es obvio que todos preguntan por un caudillo, por un mesías, un iluminado y de esos hemos tenido de sobra en este bendito país, que no sale de su pasitrote y que otra vez se encuentra frente a la amenaza de retroceder y perder lo poco que se ha conquistado gracias a factores externos que ahora nos imponen la necesidad de cambiar de conductor.Ese mismo engaño que influyó en los resultados del pasado domingo deduce que hay otro en la fila con la varita mágica lista para hacerla funcionar. Error de percepción que nace de una mentalidad rentista y extractivista y que lógicamente beneficia a una clase política tradicional, colonial y tercermundista que jamás le dirá la verdad a la gente, pues eso significaría poner al ciudadano en primer plano, con un protagonismo mayor al que ahora tienen los cabecillas.Eso está bien para la clásica política andinocentrista y centralista que siempre se ha beneficiado del modelo de organización que impuso la colonia española y que no se ha modificado. Se debe reconocer que el fracaso del “proceso de cambio” es una nueva derrota de ese esquema y con el triunfo del No, que se ha notado con mucha más claridad en el oriente y en sur del país, se deben retomar las banderas y los debates que este Gobierno ha estado tratando de sepultar durante estos diez años.Nos referimos a la revitalización del proceso autonómico, ese auténtico esfuerzo colectivo por descentralizar el país, que en términos reales significa democratizar el poder, los recursos y la toma de decisiones, que en este momento se encuentran en manos de un solo individuo. Sería inadmisible pensar en un simple reemplazo de personas, pues estaríamos ante la renovación de una impostura que prometió empoderar al pueblo, gestar una ciudadanía inteligente, responsable y emprendedora que debe dejar de extenderle la mano al Estado para recibir migajas, ventajas o privilegios y que pase a exigir líderes que impulsen la competitividad de las instituciones y de los propios habitantes, los únicos que pueden construir un nuevo país.Este país ha cambiado tanto y tantas veces que ya no puede reconocerse, aunque lo único que sigue en pie es ese enfermizo paternalismo, ese estatismo secante y esa actitud pasiva de los bolivianos que otra vez claman por la llegada de un brujo, un califa o un jilakata que resuelva todo lo que no pudo hacer su antecesor. Hemos visto sangre joven en esas movilizaciones que se ocuparon de promover y cuidar el voto consciente. Ojalá que eso ayude para cambiar el modo en que pensamos el liderazgo y la ciudadanía que necesitamos.