Con enviar a la cárcel no van a desaparecer las pandillas

El autor de Pandillas Juveniles en La Paz sostiene que el Estado debe apostar por una política preventiva para atacar la formación de grupos delictivos.

Sergio Mendoza  / La Paz



El sociólogo Juan Mollericona se dedica a investigar los aspectos negativos de la sociedad: inseguridad, delincuencia, violencia y cómo reacciona la colectividad frente a esta realidad.

   En su último trabajo, realizado en 2014, se interesó por las pandillas juveniles en La Paz, un tema que en los últimos días cobró relevancia a partir de un solo asalto, similar a los muchos que ocurren a diario en la urbe.

   En esta investigación elaborada con el apoyo del Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB) y la Alcaldía de La Paz propone  básicamente una solución para combatir el problema de fondo: una política pública de prevención antes que de represión.

¿Usted cree que entender los factores para el surgimiento de pandillas es esencial para entender el problema?

  Bastante. El Ministerio de Gobierno cuando se conoció el tema de Cartel Family ha visto en hacer una ley penal juvenil y una ley especial para el tema de las pandillas, lo cual responde al enfoque represivo. Se cree que con una norma va a solucionar todo, hay un fetichismo legalista, que lanzarán la ley y los changos dirán «hay una norma, no debemos formar pandillas ¡No!

En Centroamérica a principios de 2000 han metido a la cárcel como a 15.000 pandilleros en El Salvador. El efecto fue de mayor violencia, mayor criminalidad, porque la pandilla no se contrae, busca estrategias de sobrevivencia. Las pandillas no se pueden eliminar con una cuestión normativa o represiva.

 ¿Se debe dejar de lado la «mano dura?

Se debe jugar con los dos frentes: una cuestión normativa para el apoyo y un enfoque social o preventivo, que es la mano amiga.  Eso ha dado buenos resultados en Centroamérica y también en Sudamérica.

No con encarcelar va a desaparecer el problema,  hay otros elementos. En otros países hay alternativas a la privación de libertad  en materia penal para los jóvenes.

¿Cuáles son las causas para la formación de una pandilla?

 Son estructurales. Los problemas familiares y de comunicación, la búsqueda de un reconocimiento social, la falta de control y tolerancia a la ociosidad, la violencia naturalizada en nuestro medio.

Pero también se considera a la pandilla como una etapa de tránsito por la vida, en la que se transgrede las normas, se jode, en algún momento pueden comenzar los actos delictivos y la desviación hacia el crimen organizado.

Como ser humano no podemos vivir solos, necesitamos una red de amigos. La pandilla te da una familia, amigos, donde puedes consumir drogas, alcohol e iniciar tus relaciones sexuales.

¿Entonces la pandilla no es algo malo en sí, sino que depende de las actividades que realizan?

No todas las pandillas son malas. Es una microsociedad con normas, valores y reglas que puede iniciarse en la delincuencia o no.

 ¿Cuál es entonces su definición de pandilla?

Un grupo de jóvenes que en cierto momento puede pasar de la transgresión al delito. Hay componentes de identidad, coerción, una estructura de funcionamiento. Pero siempre transgreden, porque así es el joven.

¿Qué propone usted como solución?

Generar espacios de trabajo institucional, que todas las instituciones del Estado hablen el mismo idioma, se articulen, definan una política pública con un objetivo y cada quien colabore a alcanzarlo desde su espacio.

Generar los mecanismos comunitarios. Que padres de familia, profesores, junta de vecinos, Policía e Iglesia  intervengan para evitar la conformación de las pandillas en los colegios, en los barrios.

 El último elemento tiene que ver con generar espacios de interacción juvenil: voluntariados, centros para jóvenes, actividades culturales, deportivas y recreacionales. Debe haber alternativas para ocuparse, que el joven tenga otras opciones y no sólo la pandilla.

En el caso de Cartel Family, se dijo que la pandilla está fuera de factores como pobreza, marginación, falta de oportunidades  y que más bien es gente con dinero, ¿cómo ve esto?

Esos factores se toman básicamente de la recopilación bibliográfica, pero muchas veces es un estereotipo.

Pero la pandilla no simplemente tiene que ver con la exclusión, sino con un grupo de interacción, una comunidad, es una familia. Los jóvenes, cualquiera sea la clase social a la que pertenecen, buscan reforzar su identidad y sentido de pertenencia.

      Domitila,   madre de un pandillero

El autor del libro  Pandillas Juveniles en La Paz  entrevistó a la madre de un pandillero integrante de Los Paisas, un grupo que según el relato de la mujer suele incurrir en actos delictivos en la zona de El Tejar, en La Paz.

 Domitila se separó de su esposo a sus 37 años, cuando el menor de sus hijos no tenía más de 15 años. Fue entonces que éste se deprimió al igual que ella por el divorcio y comenzó a demostrar un comportamiento rebelde.

«Yo me sentía muy culpable porque tal vez yo le he dado mucha libertad a mi hijo, tal vez me he dedicado mucho a trabajar y he descuidado de él, contó la entrevistada.

 Cuando su hijo intentó alejarse de este grupo con el que se reunía, principalmente a consumir bebidas alcohólicas, lo golpearon y le cortaron el rostro. «Así es mami, cuando no quieres estar con ellos es peor, le dijo el joven a su madre.

 La vida de Pablo según su vecina

En el libro una joven que vive en Villa Victoria cuenta las andanzas de Pablo, un joven que aparentemente encabezaba una pandilla que se reúne para beber y asaltar a los transeúntes.

De acuerdo con su relato, él vivía con su abuela, a la que mantenía amenazada e incluso -se sospecha- drogada. Sus padres se separaron hace años y cada vez que podía el delincuente bebía alcohol con sus compañeros en su domicilio.

 La Policía solía visitar su casa por las madrugadas para desalojar a los menores que allí se encontraban. Pero al día siguiente volvía a hacer lo mismo.

Hasta que ingresó a la cárcel acusado por violación. Desde ese momento el grupo se reunió con menor regularidad.

Pero al poco tiempo Pablo salió de prisión y todo volvió a ser lo mismo. La gente, cuenta la entrevistada, le tiene miedo, pues se sabe que no anda con sus cinco sentidos y va armado.


Fuente: paginasiete.bo