Entonces la Cuba que marcaría la segunda mitad del siglo XX empezaba a dibujarse
El presidente Calvin Coolidge y su esposa junto a su homólogo cubano, el General Gerardo Machado, el 19 de enero de 1928 en la Habana. AP
“Fue la bienvenida más feliz y alegre que se diera jamás a una persona en esta verde isla del Caribe”, escribió The New York Times. Y eso que los ánimos estaban caldeados por la intervención estadounidense en Haití y Nicaragua, como le dejaron bien claro los presidentes latinoamericanos en la Conferencia Panamericana a Coolidge. No fue su único momento tenso.Coolidge, en palabras de Smith un “firme defensor de la ley seca” imperante esos años en Estados Unidos, tuvo que desplegar todo su ingenio para evitar un desaire a sus anfitriones rechazando el abundante alcohol con el que era agasajada su comitiva a cada momento. (La prensa que lo acompañaba, según Smith, no tuvo esos reparos y acaparó todas las botellas de ron que pudo antes de regresar a EE UU).Uno de los momentos más memorables fue una recepción en la en la finca de Machado. Los camareros circulaban entre los invitados con bandejas repletas de unos daiquiris cargados de “ron, zumo fresco de lima y azúcar, bien mezclados”, rememoraba tres décadas después Smith, con evidente regocijo.“Mientras la bandeja se aproximaba por su izquierda, él se giró astutamente hacia la derecha, haciendo como que admiraba un retrato colgado en la pared”, detalla Smith sobre la “impecable maniobra de evasión” alcohólica del presidente. “La bandeja se acercaba. Coolidge volvió a girarse a la derecha otros 90 grados, señalándole a Machado la belleza de la vegetación tropical. Para cuando hubo completado su giro de 360 grados, la bandeja incriminatoria ya alejaba a una distancia segura. Como si nunca la hubiera visto”.Nueve décadas más tarde, parece seguro que Obama no le pondrá reparos a un daiquiri o un mojito. No será esta la única diferencia en los viajes presidenciales a la isla, pese a la coincidencia de que, al igual que Coolidge, Obama viaja a Cuba en la recta final de su mandato.El viaje del republicano Coolidge se produjo en plena expansión de EE UU por lo que durante décadas consideró su “patio trasero”. También en Cuba, en la que EE UU se reservaba el derecho de intervención por la Enmienda Platt que hasta hoy en día sirve de base para retener en manos estadounidenses la base naval de Guantánamo, una de las grandes piedras en el recién abierto camino hacia la normalización de relaciones. Obama llega ahora a sellar con su visita un cambio de estrategia hacia la isla y hacia toda la región, a la que al inicio de su mandato prometió una relación “de iguales”. Aunque, tal como en 1928, en este 2016 nadie en Washington quiere oír ni hablar de devolver Guantánamo.Fuente: SILVIA AYUSO – elpais.com
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