Un viaje por las playas de Latinoamérica para recolectar granitos de arena para Bolivia

Alejandra Pau / La Paz No contienen un mensaje que alguien lanzó al mar hace décadas. Estas dos botellas llevan  granos de arena depositados en decenas de playas, ubicadas a lo largo de la costa del océano Pacífico. Desde México hasta Chile, personas de diferentes nacionalidades depositaron su apoyo a una demanda  en común: un mar para Bolivia.Hoy, ambas botellas están colmadas de diferentes texturas que  muestran la diversidad del continente latinoamericano y la capacidad de apoyar una demanda dejando de lado las  fronteras. Ese es el sentido de  Un Granito de Arena para Bolivia.Las botellas llegaron a La Paz transportadas por el hombre que se propuso que este viaje tenga un significado relacionado a la demanda marítima del país en el que nació. Ramiro Eduardo nació en 1966, en La Paz, de padre boliviano y madre guatemalteca, su familia migró a Guatemala antes de que cumpla un año, ahí construyó su vida, conoció  a su esposa  y formó una familia. Tardó muchos años en ponerle una fecha a este viaje. Finalmente, el recorrido coincide con su cumpleaños número 50 y  que el menor de sus tres hijos deja el hogar para estudiar en una universidad en Alemania, país en donde estudian sus otros dos hijos. Así que junto a Hade Dávila, su esposa, Sebastián (23 años), Natalia (20 años) y Santiago (19 años) se encaminó en un viaje por carretera hasta Bolivia.»Quise no solamente hacer un viaje de vacaciones, sino que tenga un objetivo importante que pudiera unir a Guatemala y Bolivia de una forma  simbólica y representativa. Desde pequeño tengo  consciencia de la pérdida del mar para Bolivia.  La demanda marítima estuvo presente como un sentimiento de pertenencia a mi país, describe Eduardo. El conflicto marítimo con Chile  cobró notoriedad a partir de  la demanda de Bolivia ante La Haya, Eduardo, reconocido publicista en Guatemala,  pensó que el viaje debía convertirse en una forma alternativa de dar a conocer esta parte de la historia boliviana, en muchos   casos ignorada por habitantes de otros países.

La importancia del marSe le ocurrió  realizar algo que  considera «quijotesco, entrevistar personas en las playas de diferentes naciones y preguntarles cuál es la importancia que tiene el mar para ellos, para su nación y su desarrollo; y contarles que Bolivia no tiene mar para saber  qué opinaban al respecto.»Creo que existe una relación directa en que se conozca muy poco de Bolivia, incluso a nivel latinoamericano, con su condición mediterránea, añade. Entre 40 y 50 entrevistados pusieron  granos de arena en las botellas expresando su apoyo a  Bolivia. Consecuentes con la quijotada, la familia bautizó a su vagoneta: Rocinante.Las entrevistas con pescadores, profesores, surfistas, turistas, guardaparques, familias, guías turísticos, un trabajador del Canal Panamá, entre otros, fueron filmadas por Eduardo y, junto a la experiencia del viaje, forman parte de pequeños documentales que están en su canal de YouTube. En el futuro, el publicista  trabajará en un documental más extenso sobre el recorrido  en el que  los granos de arena se convirtieron en un símbolo de unidad.Las  raíces bolivianas   siempre fueron una prioridad en la familia de Eduardo, tanto que aprendió a tocar zampoña y otros instrumentos andinos y conformó un grupo folklórico  con el que grabó discos e hicieron giras durante casi 20 años por Centroamérica.
Quijotes en la carreteraLa primera etapa del viaje empezó en México, el 1 de julio de este año.  Eduardo y sus padres fueron a Playa Linda, Chiapas,  donde  depositaron los primeros granos de arena en las botellas. Durante ese mes recorrieron las playas de Guatemala. El 1 de agosto, Eduardo, su esposa y sus tres hijos dejaron el país rumbo al sur y conducir  por las carreteras de El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú y Chile para luego dirigirse a Bolivia. Durante ese tiempo acamparon y se quedaron en casas de amigos. Acamparon en la playa La Flor, Honduras, en donde desovan las tortugas, coincidieron con el campeonato mundial de surf en Costa Rica, embarcaron su automóvil  en el Canal de Panamá y navegaron en un velero hasta Cartagena,  Colombia, país en el que vieron ballenas. En Ecuador fueron al poblado de Canoa, lugar afectado por un terremoto ocurrido este año. En Ilo, Perú, su automóvil sufrió un desperfecto, el único de todo el viaje, luego se dirigieron a Chile. «Al llegar a Arica tuvimos una experiencia muy interesante. Nos metimos a la playa con el auto, ahí una familia estaba volando cometas, uno tenía la bandera chilena. Fue la esposa quien echó los granitos de arena y apoyó la causa con la bandera boliviana en la mano, recuerda Eduardo.Un chico que hacía surf, en otra playa de Arica, contó que era  miembro del Ejército de Chile y aunque no se animó a dar su apellido, depositó arena en las botellas apoyando la causa.»Creo que es un buen indicio   de la voluntad que tiene América Latina para que este problema se solucione.  Y más allá de solucionar un problema entre dos países latinoamericanos, lo que yo quiero es extender esto como un ejemplo de cómo las naciones pueden resolver sus problemas de una forma civilizada, pacífica y, sobre todo, siendo hermanos,  explica.
El presente y lo virtualPara Eduardo este es el momento en que  el sueño quijotesco de cinco debe tomar una dimensión mayor, que las personas vean y difundan los contenidos creados como parte de Un Granito de Arena para Bolivia, sólo que ahora con granitos de arena virtuales.La familia Eduardo Dávila sabe que esta acción no asegura que Bolivia recuperé el mar, se trata más bien   de generar una presión social para que Chile y Bolivia vean que hay gente con deseos de que el conflicto se solucione en forma pacífica.Lo aprendido es que hay más gente buena  que mala en el mundo y que las personas sencillas son las más interesantes porque dicen lo que piensan sin reparos.De momento, Eduardo no sabe dónde se quedarán las dos botellas, aunque la intención inicial es que una se quede en Bolivia y la otra en Chile. Le han sugerido La Casa de la Libertad en Sucre, pero aún no hay nada definido.»La opinión, sentimiento y el corazón que le ha puesto la gente en las entrevistas es lo que le da la dimensión más humana y real a la arena depositada en las botellas, y a todo este experimento que estamos haciendo. Ellas llevan el sentir de los países de América Latina  que apoyan  que Bolivia recupere el mar, concluye Eduardo, nieto de un combatiente en la Guerra del Chaco y admirador ferviente de la marraqueta y la salteña.Fuente: paginasiete.bo