El fútbol internacional parece haber caído en una enfermedad muy grave que podríamos denominar “sancionitis”, pues se pretende sancionar cualquier asunto aparentemente irregular que suceda en las tribunas de los estadios.
Lo interesante es que todos, incluidos los mandatarios “revolucionarios” que ayer cuestionaban a los mandamases del fútbol, recurren insistentemente a la FIFA para que castigue por aquí y por allá, olvidando todas las graves acusaciones de corrupción que pusieron a la entidad a la altura de una organización mafiosa.
Es bueno que en los estadios se luche contra el racismo y toda forma de discriminación, pero habrá que buscar los caminos de la educación y del buen ejemplo, cosa la política no puede hacer por carencia de moral. Si continuamos con esta obsesión por las multas, los castigos y suspensiones, las graderías de los estadios terminarán convirtiéndose en algo así como nichos del cementerio o en hileras de un regimiento.
A lo mejor le piden al público que asista a los partidos con traje y corbata y que pase por escrito y en papel sellado, sus insultos al árbitro.
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Fuente: eldia.com.bo