Varados en México: miles de haitianos y africanos desatan una nueva crisis humanitaria

Tijuana y otras ciudades fronterizas comenzaron a recibir un flujo creciente y de origen diferente al de los habituales centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos. Los comedores multiplicaron la asistencia pero temen no dar abasto en breve

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Durante 18 años, el «Desayunador del Padre Chava», en Tijuana (en la frontera con Estados Unido), ha brindado apoyo a migrantes centroamericanos que en la búsqueda del «sueño americano», necesitan un lugar donde dormir, comer y descansar durante el último tramo que los separa de Estados Unidos, que se encuentra a unos pocos minutos de esta ciudad fronteriza.

Hace dos años, este centro, un proyecto salesiano que se mantiene de donaciones, daba atención a cerca de 554 migrantes diarios, la mayoría se quedaba unos tres días, antes de cruzar la frontera, pero desde el 27 de mayo el patrón de los migrantes que llegan a este lugar cambió radicalmente, como dice su coordinadora Margarita Andonaegui.

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Recuerda con exactitud la fecha porque a partir de ese día empezaron a llegar al comedor migrantes de Haití, la mayoría procedentes de Brasil «donde trabajaban en la construcción de los lugares para el Mundial y la Olimpiada, pero como ya pasaron ya no les quisieron dar trabajo allá y los querían deportar».

Ahora, Margarita tiene que dar cerca de 1.000 desayunos, cenas y alojamientos diarios, situación que no sabe por cuánto tiempo se vaya a prolongar, porque esta semana empezaron a llegar un promedio de 300 personas por día, que se tienen que distribuir entre los siete centros que están prestando ayuda en esta ciudad y en Mexicali, capital del Estado de Baja California, que se ubica a un par de horas de Tijuana, donde cada semana al menos 6.500 personas cruzan de manera ilegal a Estados Unidos.

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A los haitianos se fueron sumando migrantes originarios de Congo, Ghana, Guinea, Etiopía, Bangladesh, Eritrea, Somalia, Sudán y Nigeria, entre otros, según confirmó en un comunicado el gobierno mexicano.

La explicación oficial señala que los migrantes llegaron de países que viven conflictos políticos, sociales y económicos que generan violencia y pobreza extrema, aunque no aclara cómo es que llegaron a México y cómo se permitió su entrada. Lo cierto es que la reciente devastación que provocó el huracán Matthew en Haití hace prever que la afluencia de haitianos se incrementará en los próximos meses.

En Tijuana y Mexicali permanecen, hasta el 4 de octubre, 3.521 extranjeros, quienes están a la espera de ser recibidos por las autoridades de Estados Unidos, que diariamente entregan 40 turnos de ingreso a su territorio por Calexico (al sur de Estados Unidos)-Mexicali y 75 por San Isidro (también al sur de EEUU)-Tijuana, es decir, 115 por día.

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Al principio, recuerda Margarita, la mayoría de los migrantes conseguía su pase a Estados Unidos a través de visas humanitarias o gracias a algún familiar que ya vive al otro lado de la frontera, pero desde septiembre, el hospedaje que en promedio era de tres días se ha prolongado por tiempo indefinido.

«Empezaron a quedarse de tres a cinco días, después como 20 días, ahora hay gente aquí que está haciendo planes para quedarse de 3 a 4 meses… el cambio ha sido muy radical», relata a Infobae.

Quienes se presentan voluntariamente en las oficinas migratorias reciben un oficio que les autoriza quedarse 20 días en el país mientras preparan el regreso a sus lugares de origen, si esto no sucede, se les informa sobre la posibilidad de regularizar su estatus migratorio en México, lo que permite el libre tránsito y trabajar.

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La papa caliente

En el país existe una comunidad de aproximadamente un millón de afromexicanos, descendientes de esclavos traídos de África, la mayor parte de esta población se encuentra en el estado de Oaxaca (sureste).

Wilner Metelus, presidente del Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos (CDNAM) obtuvo del gobierno mexicano la promesa de que los migrantes no serían expulsados, pero tampoco existe la certeza de qué va a pasar con ellos ya que en el país no existe ninguna representación consular o diplomática para que se lleve a cabo su reconocimiento de nacionalidad y se les brinde asistencia.

Cifras de Metelus y de organizaciones civiles señalan que en la frontera de México con Centroaméricana habría al menos otros 5.000 migrantes que no han sido contados por el gobierno y que para diciembre la cifra podría llegar a 40.000.

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Su principal preocupación es que algunos miles no han logrando acceder a ayuda de ningún tipo y recorren las calles con el riesgo de ser cooptados por el crimen organizado o de ser víctimas de discriminación, como ya sucede en Chiapas (sureste) donde distintas organizaciones reportan que los comercios se niegan a venderles alimento y los choferes de transporte público les impiden el acceso a los buses.

Del total de migrantes reconocidos por el gobierno, 1.883 son hombres, 1.309 mujeres y 221 menores de edad (140 mujeres y 81 hombres), del grupo de mujeres, 10 están embarazadas y de dar a luz en territorio mexicano, tendrán derecho a la nacionalidad junto con sus familias.

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¿Existe solución?

José Martín Íñiguez, catedrática de la Universidad Iberoamericana, de corte jesuita, considera que con esta llegada inesperada de haitianos y africanos, la dinámica migratoria en México ha cambiado, pues enfrenta un dilema de seguridad o respeto a los derechos humanos. «Es una encrucijada que se tiene que resolver a favor del respeto de los derechos humanos de los haitianos y de otras nacionalidades, que están buscando sólo una mejor vida».

A México sólo le queda «abordar el tema de manera integral, ofrecer apoyo temporal y con respeto a los derechos humanos, en coordinación con instituciones internacionales, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), la Organización Internacional para las migraciones (OIM), entre otras».

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México, advierte, debe abordar este tema bajo un nuevo esquema, pues en los últimos años se ha caracterizado por «ser violador de derechos humanos, sobre todo desde la aplicación del Programa Frontera Sur –que intensificó la vigilancia en los límites con Centraomérica y obligó a los migrantes a buscar rutas más peligrosas.

Este plan de contención «se ha vuelto una pesadilla para los migrantes extranjeros que cruzan territorio nacional; (pues da paso a la) persecución de las autoridades, robos, secuestros, tráfico de órganos; niños y mujeres víctimas de trata, y el crimen organizado».

Hasta ahora se sabe que la mayoría llegó por bus y algunos pocos en avión –lo que indica que al menos algunos tuvieron que pasar por control de migración- y que un grupo considerable partió de Brasil y otro de Ecuador.

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Algunos de los migrantes atorados en Mexicali y Tijuana decidieron viajar hacia el municipio de San Luis Río Colorado, en Sonora, también en la frontera con Estados Unidos, solo para quedar nuevamente en medio de dos países que no solucionan su problema.

Hasta ahora, el 75% de la ayuda en el «Desayunador del Padre Chava», en Tijuana, llega a través de los ciudadanos. Si la estancia de los migrantes haitianos y africanos se extiende, Margarita no sabe si contará con la ayuda suficiente: «Esto es una crisis humanitaria, necesitamos que los gobiernos lo solucionen», reclama.

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Fuente: infobae.com