Escasez de ideas y abundancia de hipocresía

Eynar Rosso*A un mes de la crisis del agua que enfrenta la ciudad de La Paz y lo que se pudo comprobar –otra vez más– es la falta de eficacia y seriedad para solucionar el problema, la irresponsabilidad y el abuso, tanto de poder como de hipocresía por parte del gobierno. Sin embargo, la larga lista de estulticias con respecto a la cosa pública es de nunca acabar.En este artículo, no me propongo hacer un listado sobre lo que tanto se escribió en estas últimas semanas; sino, me permitiré contextualizar y reproducir la carta que me escribió mi amigo José y, así poder concientizar a la población que el problema es mucho más grave y serio. Pues no es el agua que escasea sino son las ideas, por parte del gobierno; y, por otro lado, lo que le abunda es la mediocridad, la incapacidad, la hipocresía y el cinismo.Imaginémonos a un joven y su familia. José, un destacado muchacho que es promesa para el fútbol nacional, responsable en el colegio, “buen chico” y futuro profesional. Viene de una familia humilde de la clase media. Su padre, Raúl y su madre Liz son profesores en un colegio cercano del barrio. José está en un campeonato que se inauguró gracias a las canchas de césped sintético que “regala” el gobierno. Él está seguro que el construir canchas hace que los jóvenes se dediquen al deporte y se alejen de las drogas y otros vicios: un pensamiento simple, coherente y razonable.Comienza el partido, y, José demuestra por qué es el capitán del equipo y futuro del fútbol nacional. Realiza algunas gambetas que desorientan al rival que está a su frente; el público se emociona. Él dirige el ataque, corre ágil, suelto, como una gacela con balón. Llega a la meta con ayuda de sus compañeros. Triangulan entre ellos, con toques prodigiosos, en el área chica. José tiene el balón frente al arquero, en el último toque. La tribuna toma aire para gritar ¡gol!; pero, antes de disparar es derribado por el contrario.La tribuna, en donde se encuentra papá y mamá, gritan: ¡Penalti! ¡Penalti! Mientras José continúa en el piso; nadie se percató que tiene convulsiones por el golpe sufrido en la cabeza. Papá y mamá corren para socorrerlo. Piden ayuda. Buscan un médico. Gritan, lloran. Nadie les tiende una mano. Todos están en shock. Papá lo carga en sus brazos, piensa llevarlo al hospital más cercano que se encuentra a 1 hora. No titubea si es estatal o privado.Llegan al hospital, ingresa por emergencias, lo atienden. Es internado. Los médicos les informan que necesita medicamentos, que por desgracia no los cubre el seguro. Y que deben llenar un montón de papeles. La burocracia no discrimina –piensa papá–.José se encuentra estable, necesita reposo. Papá y mamá buscan la manera de pagar al hospital, pues, fueron a uno que era privado. Ellos van al colegio para pedir un préstamo. Se encuentran con la sorpresa de que papá tiene que enfrentar un juicio por los reprobados que tuvo en su materia, pues una estudiante “lo demandó”, otros se colaron y el Ministerio de Educación los apoyaba.“Ellos tienen vínculos estrechos con el Ministerio –le dice el director de establecimiento–, pues el Viceministro es familiar cercano de uno de ellos”. Lo menciona en plural para no delatar a nadie.Papá y mamá tienen que hacer un montón de papeles, notas, certificaciones y demás actos burocráticos para enfrentar la demanda puesta y diligenciada con el Ministerio –mamá dice que las demandas no perdonan ni a los afligidos –. Papá se encuentra frío por la denuncia. Sólo alcanza a decir que la educación está peor gracias a la ley Avelino Siñani, pues ahora lo que se busca es pasar de curso por presiones y demandas, y, no así por la capacidad y responsabilidad. Ya no se elimina lo burro en el colegio; se lo fomenta y enfatiza. Toma Aire. Se pone a pensar en mí y el montón que tiene que pagar por el servicio al hospital, que para infortunio de ellos, cada día se incrementa unos billetes más a la cuenta.Mamá respira, mueve la cabeza, respira hondo, va a la cocina para poner agua en la caldera y tomar un poco de té, y así aligerar los nervios. Va al grifo para coger agua y se encuentra con una pila seca que sólo estornuda unas cuantas gotas. Se asombra, ve la factura de agua: está cancelada. Ve la llave de paso: está abierta. No entiende. Le informa a papá. Él no le puede dar ninguna explicación, y le dice: “Seguro están arreglando alguna tubería cercana” –para tranquilizarla.Se van al cuarto para ver las noticias y descansar de los problemas. Se encuentran con la sorpresa, después de unos minutos, de que habrá racionamiento –suena más elegante que corte general– de agua en la ciudad, porque la represa se secó. Ambos se miran consternados y se escucha en sus miradas un carajo silencioso.El noticiero dice: “El presidente pide disculpas y admite que no sabía del problema”. En otro medio televisivo escuchan: “La pachamama otra clase está”, “La sequía se dio por el calentamiento global” y, por último, escucha a un analista que dice: “La causa de esto no es el calentamiento global; eso ya lo sabíamos hace tiempo. La causa es: la deforestación en la Amazonía, el extractivismo indiscriminado, la falta de inversión y de planificación. Lo que hay que hacer –continúa el analista– es la planificación seria a corto, medio y largo plazo para dar soluciones, la búsqueda científica de como paliar el problema, reducir nuestro consumo de agua y sobre todo lanzar masivas campañas de cómo utilizar y reutilizar el agua”. Papá acierta diciendo que el analista es más coherente que los gobernantes de turno. Mamá piensa en cuánto tiempo durará el “racionamiento”.Algunas semanas después continúa el problema del agua. Papá debe más a los abogados que al hospital por el juicio impulsado por el Ministerio a petición de la sobrina del Viceministro. Mamá fue golpeada por un hombre cuando estaba esperando recibir agua de una cisterna. Yo sigo en el hospital, ahora con problema gástricos y de diálisis: ya que tengo fiebre tifoidea por ingerir un alimento mal lavado, y, diálisis, porque no podemos comprar los medicamentos.Te pregunto, entonces, desde la cama de este hospital que es como una cancha de fútbol: ¿Para qué sirvió toda la parafernalia de que esté un “indio” en el gobierno, si al final no sabe nada de lo que pasa en el país? ¿Para qué tantos foros, congresos y demás cosas sobre la protección a la madre tierra y el calentamiento global? Si lo podemos solucionar con un bailecito: ¿Para qué tantas canchas, palacios, museos y demás boludeces? Si lo que ahora necesito es un hospital público con agua. ¿Para qué un gobierno que dice ser éticamente correcto y además ser una reserva moral en el mundo? Si cada día veo en la televisión más hipocresía y cinismo que ideas ¿Para qué estudiar? Si al final aprueban los estultos que no se esfuerzan, que a la larga, serán los gobernantes de este país, sólo y únicamente porque son la mayoría.Lo peor de todo esto –concluye mi amigo José en su carta–, es que no hallo por dónde comenzar a solucionar los problemas. Si primero ir a la marcha del agua, si después ir a la marcha por la violencia de género y los feminicidios, si después ir a la marcha por un mejor sistema de educación, si después ir a la defensa del Illimani de las empresas chinas… Si después ir… ¿Y para qué ir? ¿Para no ser indiferente? ¿Para quedar bien? ¿Para salir en la foto y subirlo a las redes sociales? Posiblemente sea para todo esto; pero no para cambiar el problema de raíz, que es este gobierno que tiene escasez de ideas y abundancia de hipocresía.*Estudió filosofíaEl Día – Santa Cruz