La isla-cárcel cubana

benegasAlberto Benegas Lynch (h)Lo primero es decir que el contragolpe contra Fulgencio Batista estaba plenamente justificado, puesto que ese déspota había provocado un golpe a las instituciones libres de Cuba. Esto va para todos aquellos que sostienen que todo contragolpe es injustificado, aunque se lleve a cabo frente a dictaduras, electas o ajenas a los procesos electorales. Si esto fuera cierto, habría que condenar, por ejemplo, todas las revoluciones independentistas del sigo XIX en América del Sur contra los atropellos de la Corona española y, en el siglo anterior, la estadounidense contra los abusos de Jorge III y tantos otros casos de tiranías insoportables, incluso la lucha aliada contra Adolf Hitler.Por supuesto, lo que no se justifica es haber trocado al déspota por una tiranía horrorosa con base en promesas falsas y patrañas de diverso calibre. Recordemos que, en la revista cubana Bohemia, el 26 de julio de 1957 se publicó «el Manifiesto de la Sierra», que consistía en las declaraciones de Fidel Castro, que prometió restaurar la Constitución de 1940, convocar a elecciones libres, democráticas y multipartidarias en seis meses y total libertad de prensa. También el 13 de enero de 1959, en declaraciones a la prensa local e internacional, manifestó Fidel Castro: «Sé que están preocupados de si somos comunistas. Quiero que quede bien claro, no somos comunistas».Como he escrito antes en mi artículo titulado «Mi primo, el Che», Cuba, a pesar de las barrabasadas inauditas de Batista, debido a la inercia de otras épocas, era la nación de mayor ingreso per cápita de Latinoamérica; eran sobresalientes en el mundo de las industrias del azúcar, refinerías de petróleo, cerveceras, plantas de minerales, destilerías de alcohol, licores de prestigio internacional; tenían televisores, radios y refrigeradores en relación con la población igual que en Estados Unidos, líneas férreas de gran confort y extensión, hospitales, universidades, teatros y periódicos de gran nivel, asociaciones científicas y culturales de renombre, fábricas de acero, alimentos, turbinas, porcelanas y textiles. Todo antes de que el Che fuera ministro de Industria, período en el que el desmantelamiento fue escandaloso. La divisa cubana se cotizaba a la par del dólar, antes de que el Che fuera presidente de la Banca Central.Fidel Castro no sólo es responsable por la ruina económico-social de Cuba, sino que encarceló y torturó sistemáticamente a opositores e impuso una sola voz en la prensa y el partido único, lo cual fue continuado por su hermano hasta el momento de escribir estas líneas. A pesar de la propaganda del régimen, en ningún caso resulta posible que en un sistema tiránico pueda hablarse seriamente de educación, puesto que el adoctrinamiento es la condición necesaria, además de que los estudiantes están obligados a usar lápiz en sus cuadernos, ya que la próxima camada debe recurrir al mismo papel por la escasez de ese material. El alfabetismo no consiste únicamente en saber leer y escribir, radica antes que nada en la libertad de pensamiento y de acción. Fidel Castro, en su discurso en las escalinatas de la Facultad de Derecho (¡nada menos!) de la Universidad de Buenos Aires, el 26 de mayo de 2003 aclaró —dada su política de adoctrinamiento— qué es lo que significa para su régimen la educación: «una revolución educacional bien profunda» (sic).En una línea similar, debe explicitarse sobre la salud en ese país, tema tan bien detallado, entre muchos otros, por la neurocirujana cubana Hilda Molina, que muestra las pocilgas de los hospitales y que sólo se mantiene algún centro de salud para la vidriera al efecto de atender ciertos amigos del régimen.Es que la soberbia de los megalómanos es infinita. Piensan que pueden fabricar «el hombre nuevo», que, sin duda, si existiera, sería un monstruo. Son unos hipócritas que habitualmente viven en el lujo consecuencia de la expropiación del fruto del trabajo ajeno y se arrogan la facultad de dictaminar cómo deben vivir los súbditos. La revista Forbes publica que Fidel Castro figura entre los hombres más ricos del planeta, con 900 millones de dólares en su haber.Como acabo de destacar en un pasaje de una de mis últimas columnas semanales, Bernard-Henri Lévy, en su obra Barbarism with a Human Face, concluye, con conocimiento de causa, puesto que fue marxista en su juventud: «Aplícase marxismo en cualquier país que se quiera y siempre se encontrará un Gulag al final». Por su parte, en El libro negro de comunismo. Crímenes, terror y represión, de Séphane Courtois, Nicolas Werth, Jean-Louis Pané, Andrzej Packowski, Karol Bartosek y Jean-Louis Margolin, consignan los asesinatos de cien millones de personas de 1917 a 1997 por los regímenes comunistas de la Unión Soviética, China, Vietnam, Corea del Norte, Camboya, Europa Oriental, África y Cuba, es decir, en promedio, por lo que le quepa a cada uno, a razón de más de un millón de masacrados por año durante 80 años.Lo más fértil es prestar la debida atención a la tradición de pensamiento liberal, cuyo aspecto medular consiste nada más y nada menos que en el respeto irrestricto a los proyectos de vida de otros y no jugar a la omnipotencia que indefectiblemente termina en un desastre superlativo.Es una vergüenza que en aquellos contextos autoritarios se declame que arrancarles recursos a unos para entregárselos a otros es una muestra de solidaridad, lo cual constituye un agravio a esa noción y a la misma idea de caridad, donde nunca está presente el uso de la fuerza.Todo comienza con la trasnochada idea de la redistribución de ingresos realizada por los aparatos estatales en contraposición con la distribución que libre y voluntariamente lleva a cabo cotidianamente la gente a través de sus compras y sus abstenciones de comprar. Este redireccionamiento de los siempre escasos recursos se traduce en despilfarro, que termina en una reducción de salarios e ingresos en términos reales.A su vez, esta manipulación proviene de la idea de que lo conveniente para la sociedad es el igualitarismo, sin percatarse de que la guillotina horizontal destruye incentivos básicos al tiempo que desarticula la cooperación social y la división del trabajo. Nada más atractivo y necesario que la desigualdad al efecto de incrementar la productividad y nada más desesperante y tedioso que el igualitarismo, que hasta convierte la conversación en algo equivalente a comunicarse con el espejo.Por otro lado, cuando se habla de riqueza, se supone que es un proceso estático donde hay un bulto que hay que redistribuir en el contexto de la suma cero, sin entender que la creación de riqueza es un proceso dinámico.La incomprensión de estos razonamientos está presente en el autoritarismo o, si se comprenden, se rechazan de plano para que los autócratas puedan mantenerse en el poder. «El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente». En un principio de la Revolución cubana hubo quienes se ilusionaron, pero a esta altura del partido sólo la apoyan quienes tienen espíritu terrorista, acompañados por snobs de la peor calaña que se ensañan con el sufrimiento ajeno. Es el rostro más oscuro y tenebroso de las bazofias humanas. Ahora, muerto el mayor artífice de la debacle cubana durante más de medio siglo, es de desear que los cubanos puedan zafar a la brevedad del régimen opresivo de las botas y reencauzarse hacia la libertad.Infobae – Buenos Aires