Cómo el remake de ‘La bella y la bestia’ podría traumatizar a los fans de la original

Ya está aquí el tráiler definitivo de la adaptación más esperada del año.. ¿Estamos de verdad preparados para ver en imagen real todo lo que nos fascinó como dibujos animados?

Bella y Bestia son.

Los que crecimos con La sirenita, Aladdin, La bella y la bestia y El rey león no fuimos del todo conscientes de la revolución cultural que supusieron, porque para nosotros parecía normal que Disney estrenase un fenómeno social cada año. Sin embargo, aquellas películas constituyeron una resurrección sin precedentes para la compañía tras dos décadas de fracasos y películas que nadie quería hacer –Tod y Toby– y, desde luego, nadie quiso ver –Tarón y el caldero mágico–. Los principales responsables de este espléndido apogeo artístico de Disney durante los años 90 fueron el compositor Alan Menken, el letrista y guionista Howard Ashman y, por supuesto,  Jeffrey Katzenberg, presidente de la división de animación.

Katzenberg es famoso por ser una de las peores personas de Hollywood, pero también un visionario con una sensibilidad comercial única. Solía repetir dos máximas a su equipo de artistas. La primera, que había que actualizar los conflictos de las películas Disney –sin perder de vista nunca el matrimonio como máxima aspiración–, para que resultasen reconocibles por el público joven. Así surgieron el despertar sexual de Ariel, la inadaptación social de Bella o el clasismo de Aladdín.

La segunda moción era que Disney debía llevar la animación hasta lugares donde la imaginación del ser humano no había llegado antes, beneficiándose de la ausencia de límites visuales y creando extravagantes montajes musicales que, de rodarse en imagen real, costarían 500 millones de dólares. Gracias a este anhelo por aprovechar las infinitas posibilidades de la animación, disfrutamos de números tan asombrosos y excesivos como Bajo del mar, Qué festín o cualquier aparición del Genio en Aladdin. Aquellos montajes eran tan imaginativos y apabullantes que reproducirlos en imagen real sería inconcebible. Hasta ahora.

El enorme éxito de Maléfica, Alicia en el país de las maravillas, Cenicienta y El libro de la selva ha animado a Disney a adaptar en imagen real prácticamente todo su catálogo. Así, durante los próximos años veremos una secuela de Mary Poppins cuyo título, El regreso de Mary Poppins, parece más una amenaza que una buena noticia; un Dumbo escrito por el guionista de Transformers que probablemente tendrá ojeras porque Tim Burton será su director; y tambíen nuevas versiones de Mulán, Pinocho, Cruella, Blancanieves o La sirenita. Parece que Hollywood está convencido de que hoy por fin la tecnología permite recrear la fantasía sin límites que nos hizo soñar hace 25 años. ¿Pero nadie se ha parado a pensar que un ordenador es incapaz de construir emociones humanas? Parece que no.

El primer tráiler de La Bella y la Bestia batió todos los récords en YouTube durante sus primeras 24 horas, lo cual llevó a muchos a pensar que el éxito de la película estaba asegurado. El definitivo, estrenado ayer mismo, parece que va por el mismo camino. Pero es peligroso que Disney confíe tanto en una adaptación cuya campaña promete que, a pesar de incluir nuevas canciones compuestas por Alan Meken y Lin-Manuel Miranda, va a fotocopiar la película original. No han tenido en cuenta un factor esencial en esta ecuación: los espectadores asimilan mejor la fantasía cuando se trata de animación, pero en una de imagen real el cerebro exige más verosimilitud. Si los remakes de Cenicienta y El libro de la selva funcionaban era porque prescindían de los elementos más imaginarios. En estas películas los ratones no hablaban y los animales salvajes apenas cantaban, y cuando lo hacían resultaba una esperpéntica caricatura de El planeta de los simios. Esto plantea un reto para la nueva La Bella y la Bestia: o eliminan los pasajes más fantasiosos arriesgándose a perder el encanto mágico y a sufrir la ira de los fans del original; o los reproducen y se exponen a que resulten grotescos.Hace 25 años aceptamos con naturalidad que la vajilla el castillo hablase porque tenían ojitos y nariz, pero ver hoy un plato de verdad con boca y traumas podría expulsarnos de la película. Del mismo modo, nos parece divertidísimo que en Dumbo los cuervos fumen puros, pero nadie quiere ver un pájaro adicto a la nicotina en imagen real. En Disney no parecen demasiado preocupados por esto. De hecho, las primeras imágenes sugieren que para la adaptación del que fue el primer filme de animación nominad al Oscar  a la Mejor película han optado por el exceso. Si en la original había una lámpara de araña de esas que sólo se puede permitir la gente que no tiene que limpiarla, aquí hay 12. Si el salón de baile era la primera escena rodada en animación 3D de la historia –dato que incluso abrió los telediarios en su estreno–, ahora tenemos un salón principal hecho íntegramente por ordenador.

¿Los reconoce? Sí, son los nuevo Lumiere y Ding Dong.

Un momento. ¿Esto no era una versión en imagen real? Pues no, porque al parecer lo único de verdad serán las caras de sus protagonistas. Emma Watson, convertida en icono del feminismo, se antoja una elección perfecta para interpretar a la primera princesa Disney que sabía leer. No obstante, con cada nueva película da la impresión de que la británica quizá no es tan buena actriz como parecía en Harry Potter y el prisionero de Azkabán.Y no hay que subestimar su responsabilidad, pues Bella lleva la película sobre sus delicados hombros al tener que resultar convincente como una aldeana que se sabe intelectualmente superior a todos sus vecinos sin parecer condescendiente o antipática. La chica más lista del pueblo incapaz de ver el síndrome de estocolmo galopante que sufre y, sobre todo, que tiene tantas ganas de casarse que no descarta probar la zoofilia. Habrá que ver hasta qué punto el público se siente cómodo ante un romance que no presenta ya a dos personajes de animación, sino un ser humano y un animal.En la mesa de lectura del guión publicada por Disney hace una semana, pudimos descubrir un diálogo nuevo:Bella: Qué lees?Bestia: Nada.Bella: Ginebra y Lancelot.Bestia: No, El rey arturo y los caballeros de la mesa redonda.Bella: Sigue siendo un romance…

A riesgo de sonar como un fan de Los cazafantasmas al que le han robado su infancia por descubrirle que las mujeres existen, este diálogo traiciona por completo el espíritu de la historia original. Y no sólo porque Bella debería saber distinguir un libro de otro. Lo innovador de La Bella y la Bestia, lo que hizo que nos entusiasmásemos, fue que por primera vez en la historia de Disney los protagonistas no se enamoraban nada más conocerse gracias a su belleza incomparable, sino que aprendían a respetarse y entenderse mutuamente. Bella y Bestia (se llama Adam ahora, al parecer) se hacían amigos antes de enamorarse. Sin embargo, en este diálogo vemos a una Bella bastante dispuesta a flirtear con la Bestia y heredar esos terrenos cuanto antes, quizá para vengarse de todos los paletos que la tomaron por loca.

El exceso de confianza de Disney puede acabar fatal. Está subestimando el mérito de la conexión que la película original creó con el público y cree que bastará con copiarla para volver a triunfar. En 1991 el público suspendió la incredulidad abrazando las licencias que se tomaban porque era una película de animación, pero va a ser inevitable examinar con lupa esta nueva versión. ¿Intentará propasarse de nuevo Gastón con Bella cuando va a visitarla? ¿Se dará cuenta la señora Potts de que si Bella no prueba bocado en toda la película es porque sabe que si come no conseguirá entrar en el vestido dorado al que ya ha echado un ojo? ¿Seguirá siendo Gastón «más peludo que un oso polar» para deleite de las tres taberneras –y de Lefou, no nos engañemos–, luciendo Luke Evans una mata de pelo postiza? ¿Explicará alguien por qué hay un castillo al lado del pueblo pero nadie se pregunta qué pasó con la familia real? ¿Resultará políticamente incorrecto la enfermiza conciencia de clase de los sirvientes, que lo que más echan de menos es su trabajo como lacayos?

Las respuestas, en marzo de 2017, cuando también descubriremos si la jugada le sale a Disney tan bien como ellos creen. De momento, el éxito de sus tráilers solo demuestra que la gente tiene curiosidad por ver qué tal luce esta nueva aproximación al mito. Pero lo tendrá muy difícil. La película original reside en el corazón de la cultura popular,por ser la responsable de que millones de espectadores volvieran a creer en la magia e incluso que, gracias a que una tetera aseguró que era «cierto como el Sol que nos da calor» nos tragásemos eso de que «la verdadera belleza está en el interior». Puede que sí, pero no necesariamente en el interior de un ordenador.Fuente: revistavanityfair.es