Entre el pasado populista y el futuro democrático

Luis AntezanaEl país atraviesa una etapa histórica concreta, con una sociedad con caracteres específicos, tanto culturales, políticos, éticos, estéticos y otros, en una relación de causa y efecto y donde lo principal determina lo secundario, con antecedentes ineludibles.Los cambios estructurales y alteraciones que se produjeron en el país desde mediados del Siglo XX han creado un régimen socio-económico de pequeños empresarios capitalistas, artesanos, comerciantes, campesinos, transportistas, etc., o sea una masa social de pequeños ricos, algunos de ellos en camino a la pobreza, hacia su proletarización, y otros que se enriquecen, “se aburguesan” y forman una capa social económicamente fuerte con intereses políticos de llegar al gobierno para acrecentar sus capitales, enriquecerse aún más sobrepasando cualquier norma.Esas características sicológicas están bien definidas entre los cientos de miles de pequeños propietarios, ya sea de tierras, vehículos, herramientas de trabajo, empleados públicos, artesanos, etc., generalmente agrupados en gremios (mal llamados sindicatos) corporativos en algunos casos, con extraordinarios poderes de presión y capaces de hacer variar firmes decisiones oficiales.En medio de esa masa de pequeños empresarios sobrevive un pequeño grupo social que carece de toda propiedad y solo dispone de su trabajo para subsistir, no tiene amparo del Estado y no puede formar sindicatos, por tanto, por un lado se empobrece aún más, aunque en algunos casos “sale adelante”, convirtiéndose en otro pequeño capitalista.Esa masa humana de pequeños capitalistas tiene un nivel sociológico particular, generalmente no bien definido, pues, es vacilante, está “al sol que nace”, no es moral ni es inmoral, no es bueno ni malo, resulta siendo “amoral” y se orienta por el libre albedrío y el voluntarismo en todas sus actividades. Tampoco tiene sentido estético, político, cultural, aunque cae fácilmente en la idolatría al pasado y a los fenómenos cósmicos y le parece bien ir a la derecha o la izquierda, adelante o atrás, arriba o abajo. Carece en gran medida de criterio y hasta ha perdido el sentido de lo lógico, o sea que no comprende, por ejemplo, la ley de la gravedad y trata de construir un edificio contra las leyes de la naturaleza y aun su propia voluntad, lo cual, naturalmente, le conduce al repudio colectivo, al error y la falsedad.Esa calidad social también origina, como en todas partes, el caudillismo, el populismo, el oportunismo y no menos la mendacidad, la corrupción y el libre albedrío. Llega así a convertir la mentira en verdad, lo blanco en lo negro, lo falso en lo cierto. Carece de criterio. Es más, carece de una posición ética. No mira hacia delante, sino hacia atrás; cree que la historia puede retroceder al pasado milenario y no debe avanzar. Por eso cree que es “lógico” hacer girar al revés las manecillas del reloj, actitud típica de la carencia del sentido de la historia.Por ese panorama general y generalizado atraviesan muchas o todas las sociedades en sus respectivos países. Pero cuando llegaron a ese punto o bien superaron ese estado de cosas para crear una nueva sociedad con nuevos valores y principios, o bien se hundieron con la suerte de la mujer de Lot, que por mirar hacia atrás quedó convertida en una estatua de sal.En cambio, en otros países al superar la visión conservadora y populista, se creó un nuevo régimen social con puntos de vista políticos, culturales, etc., de acuerdo con las leyes de los nuevos momentos históricos. Se puso así fin a la espontaneidad, a la amoralidad, al populismo. Apareció una nueva visión histórica, producto de la evolución de la sociedad humana y que, a la vez, contribuyó a desarrollarla.El Diario – La Paz