Emilio J. Cárdenas*El 14 de enero de 2015, el experimentado fiscal especial federal, Alberto Nisman, que investigaba el atentado terrorista suicida perpetrado en la ciudad de Buenos Aires contra la mutual judía AMIA el 18 de julio de 1994, que en su momento dejara un saldo de 86 muertos y centenares de heridos, presentó una denuncia -tan explosiva como corajuda- contra la entonces presidente, Cristina Fernández de Kirchner y su canciller, Héctor Timerman, por encubrimiento del atentado referido para proteger a los iraníes que estaban aparentemente involucrados directamente en el mismo. Cuatro días después, el fiscal Nisman aparece misteriosamente muerto en su domicilio. Asesinado, presumiblemente. Con un balazo en la cabeza. Al día siguiente, cabe recordar, estaba previsto que el mencionado fiscal presentara el contenido de su explosiva denuncia públicamente, ante el Congreso argentino, nada menos. Ocurre que el 27 de enero de 2013, Argentina e Irán habían suscripto en Etiopía –en una negociación hasta entonces secreta- un “memorándum de entendimiento” que hacía poco probable que los distintos imputados iraníes (ya buscados a través de Interpol) pudieran ser indagados en la Argentina. El Congreso argentino aprobó enseguida, por ley, ese memorándum, el 27 de febrero de 2013, en sesiones extraordinarias. El peronismo liderado por la Sra. de Kirchner, recordemos, tenía entonces el pleno control de ambas cámaras legislativas. El referido acuerdo fue correctamente declarado inconstitucional por la justicia argentina, el 15 de mayo de 2015. Por aparente influencia personal del marxista Hugo Chávez, compañero ideológico de ruta de la Sra. de Kirchner, la Argentina había ya comenzado a acercarse visiblemente al gobierno de los clérigos iraníes. Desde enero de 2011, en rigor, el ex canciller Timerman había iniciado ese proceso de acercamiento en una reunión que aparentemente fuera celebrada en Alepo, en Siria. En septiembre de 2011, por primera vez en muchos años, el representante permanente de la República Argentina ante las Naciones Unidas, a la sazón el ex diputado peronista Jorge Argüello, no se levantó de su banca (como venía sucediendo), sino que permaneció en ella al tiempo de que Irán ocupara el podio de esa organización al celebrarse la 66ª Asamblea General de la misma, escuchando atentamente su discurso. Tenía seguramente instrucciones de comportarse de ese modo y las aceptó voluntarioso, exteriorizando así un inequívoco “cambio de rumbo” en la relación bilateral entre la Argentina e Irán. Al año siguiente, precisamente desde el mismo podio de las Naciones Unidas, la ex presidente de la Argentina anunció -urbi et orbi- que Irán estaba presuntamente dispuesta a “colaborar” en la investigación sobre el atentado contra la AMIA. Pretendidamente un “resonante éxito diplomático” de su turbia gestión. En verdad, un arreglo que era humillante y vergonzoso para la Argentina, estaba destinado a tapar con “cortinas de humo” las investigaciones que estaban en curso y hacer desaparecer de la escena a los iraníes que estaban involucrados en el mismo. El precio, presuntamente, se habría pagado en el capítulo del comercio exterior. Presumiblemente a través de sobreprecios y comisiones. Las “escuchas” obtenidas por Nisman sugieren que habría participado en esto el senador nacional peronista, J. M. Irrazábal. Las investigaciones que han comenzado determinarán las responsabilidades que eventualmente le puedan corresponder. Mientras tanto, la investigación iniciada por el fiscal Nisman se cerró por presión del gobierno de la Sra. Kirchner, para reabrirse recién hace algunas semanas, luego del cambio de rumbo político argentino. Lo que es un paso realmente esperanzador que, luego del inesperado cambio de signo político del gobierno argentino, ha devuelto la dignidad que la justicia argentina, a través de magistrados que no actuaron de modo independiente, había extraviado miserablemente. Y, como era de suponer, comienzan a aparecer las vinculaciones absolutamente íntimas que existieron entre los líderes de la teocracia de Irán y el gobierno peronista de la Sra. Kirchner. En un “destape” que seguramente continuará, con miles de complejas ramificaciones. Una de ellas, particularmente sugestiva, acaba de salir a la luz: la comunidad iraní en la Argentina financió a los grupos de choque de la Sra. Kirchner. Esto es a las organizaciones presuntamente privadas que, con las caras cubiertas y palos en sus manos, impedían -a golpes- las protestas de los opositores en la era de los Kirchner. Como en Cuba y en Venezuela, el país del Caribe en el que actúan siempre matones agrupados en los conocidos grupos de choque, a los que se denomina como: “colectivos”. Una técnica represora bien conocida, exportada desde el Mar Caribe, cuya creadora original es Cuba, que consiste en hacer actuar a los matones -protegidos por la policía- de modo de que sean ellos y no los policías quienes, en los hechos, efectivamente maltraten y repriman lastimando a la gente y no las fuerzas “del orden”, a las que se quiere “alejar” de toda responsabilidad ostensible por las golpizas, lesiones o muertes. Entre las “escuchas” aportadas en la denuncia del ex fiscal Nisman hay algunas que aparentemente comprueban un terrible lazo de financiamiento. El líder del más temible y violento grupo de choque kirchnerista, el llamado “Quebracho” (nombre del árbol de madera muy dura propio del Chaco argentino, en el NE del país), un tal Fernando Esteche, muy cercano a Cristina Fernández de Kirchner, recibió asistencia financiera de Irán. Lo hizo a través del “sheik” de la mezquita “shiita” de Flores. Abdul Karim Paz, curiosamente un notorio ex estudiante del Colegio Cardenal Newman, de los Chrsitian Brothers, al que asisten y en el que se educan muchos de los hijos de la más alta elite social argentina. Ese clérigo suministró al aludido Fernando Esteche “massari”, esto es dinero en efectivo. Supuestamente de la comunidad iraní para Quebracho. Presumiblemente, dinero del gobierno iraní para quienes eran sus socios políticos en la patológica Argentina de Cristina Fernández de Kirchner, cuya vinculaciones íntimas operativas con la teocracia iraní comienzan ahora a quedar absolutamente a la vista, expuestas de pronto a la luz del día, que siempre es el mejor desinfectante. *Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones UnidasEl Diario Exterior – Madrid