Lágrimas, swing y nada de Trump: el último discurso de Obama

Michelle y Barack Obama se funden en un abrazo durante el discurso de despedida del presidente.Obama caminó unos metros desde bambalinas al micrófono y ese paseo resumió toda su presidencia. Más corto de lo que hubiera gustado a muchos, con andares cansados, regalando seducción y con un aire triste. Y con swing. Quizás existan hombres que caminen mejor, pero no se nos ocurren.

Las lágrimas de Obama.

Barack Obama se dirigió anoche en Chicago a 18.000 personas para dar su discurso de despedida. Todos los presidentes lo hacen, pero cada uno elige la forma. No es Obama un personaje de mensajes grabados; él optó por el medio que domina: la comunicación verbal y no verbal en directo y ante público. Eligió Chicago, ciudad a la que llegó cuando era estudiante y que siempre ha considerado su ciudad. Eligió un traje azul oscuro con camisa blanca. Eligió una corbata azul con pequeño lunares, del mismo color que elige para los grandes momentos. Eligió un pin de la bandera de su país. Eligió las palabras con la asombrosa precisión a la que nos ha acostumbrado en estos ocho años.

El esperado discurso de Obama se sustentaba en el optimismo, en un “somos más fuertes que antes”, pero también en la seriedad. El presidente hizo un llamamiento a la ciudadanía, la mejor arma que tiene un país, como responsable de un futuro mejor. Fue casi una hora de discurso tan abstracto como asequible demostrando que sí se puede (hola, nueva política española). En él resumió algunos hitos de la presidencia (ISIS, Cuba, matrimonio igualitario, sistema sanitario) y en el que la palabra democracia se mencionó con frecuencia.



El suyo fue un discurso afectivo, sin datos, con palabras como privilegio, fe, reinvención, dignidad, creatividad o puente. Y democracia, mucha. La despedida de Obama podría formar parte de alguna temporada de The West Wing. Fue aaronsorkianiana; estuvo empapada de idealismo y de sentido dramático, sosteniendo de manera magristral la narrativa que estaba creando. Hasta los micrófonos eran del mismo color que el traje oscuro y se fundían con él. El flow también era eso.

Michelle y Malia, manteniendo el tipo entre el público.

FUE CASI UNA HORA DE DISCURSO TAN ABSTRACTO COMO ASEQUIBLE. EN ÉL RESUMIÓ ALGUNOS HITOS DE LA PRESIDENCIA (ISIS, CUBA, MATRIMONIO IGUALITARIO, SISTEMA SANITARIO) Y EN EL QUE LA PALABRA DEMOCRACIA SE MENCIONÓ CON FRECUENCIA.

Obama pronunció un discurso que miraba a la gente y no a los políticos. No mencionó a Trump, porque el no mencionar a Trump es el nuevo mencionar a Trump (gracias, Meryl). De esta forma Obama, un mago de la comunicación, logró lo que quería: un ambiente amable y receptivo. La noche se prestaba a pronunciar la T-word, porque el ambiente estaba muy caldeado por el reconocimiento de las agencias de espionaje de Estados Unidos de que Rusia tiene material que compromete al presidente electo. Los medio vivieron una noche intensa; por un lado, se hacían eco de un presidente que deja Casa Blanca sin escándalos y, por otro, de un futuro presidente que es escandaloso.Obama terminó su discurso, entre aplausos desatados, con un “Yes, we can”. Cuando has hecho tuyas tres palabras tan potentes, ¿cómo no usarlas sin parar? Además, siguen concentrando parte de su ideario y encajaban como un guante. “Yes” es optimismo, “We” es el pueblo y “Can” es la capacidad de cambiar el país.Mientras Obama hablaba, Michelle y Malia, su hija mayor (Sasha estaba de exámenes) escuchaban emocionadas. Vestían de oscuro, un poco de alivio de luto, como previendo un futuro incierto. Cuando el presidente habló de la importancia de su familia sacó un pañuelo y se secó las lágrimas. Malia lloraba y Michelle aguantaba el tipo. La imagen de un presidente de la nación más poderosa del mundo secándose las lágrimas es también poderosa.Fuente: www.revistavanity.es