¡Malditos sean los tibios con el gobierno!

José Manuel OrmacheaCreo fervientemente en que jugar a no ser “ni caliente ni frío” en ciertas temáticas, simplemente termina siendo un aporte más al status quo. Es por eso que este espacio lo he dedicado a aquellos formadores de opinión que se las dan de “neutrales”, cuando es evidente que la situación no da para serlo. Les llamo “los tibios” y también merecen una radiografía. Con sus “opiniones” los tibios buscan generar la sensación de que los bolivianos vivimos en una situación de “democracia con algunas falencias, como cualquier otra” asumiendo una posición casi colectiva de que el autoritarismo ejercido por el MAS “es algo debatible y complicado de etiquetar”, haciendo gala de su ignorancia (consensuada) sobre cómo funcionan las dictaduras en la actualidad (lo saben, no lo dicen por miedosos, que es distinto). Como se ha prohibido a sí mismo criticar al gobierno, el tibio se dedica a destruir a una oposición “dividida y sin propuestas” (“ahí también hay tela para cortar, y darles palo no me pondría en riesgo”, deben reflexionar), reforzando la perorata masista de la “hegemonía” y convirtiéndose así, en un instrumento más del régimen. Cuando se baja los pantalones por una consultoría en el CIS o una entrevista en “Esta Casa no es Hotel”, el tibio analiza encuestas como si fueran datos reales y transparentes, elucubra sobre análisis “imparciales” y sirve como “comodín” para neutralizar a algún analista abiertamente crítico, cuando este cae en la trampa de debatir contra dos o tres Ministros para que, entre todos, le den una “cuera argumentativa” en vivo y en desventaja. Cuando uno hace el banal intento de debatir ideas, la respuesta del tibio generalmente es “estás pensando con el hígado, no con la cabeza”; “hay que ser objetivos, no todo es malo”; o “lo que afirmas es consigna política”. Los “culitos blancos” son su “target estratégico”: si la ciudadanía alza su voz contra los abusos del gobierno, están “haciendo berrinche por sus jacuzzis”; si la ciudadanía se despolitiza, entonces son “los adormecidos de siempre que no generan alternativa”. Pero cuando se lo increpa a solas, la respuesta del tibio es “lo que pasa es que tengo familia, no puedo escribir todo lo que pienso, hasta podría poner en riesgo mi pega”. Prefieren discutir sobre las implicancias para el arte y la literatura ante el hecho de que Bob Dylan haya ganado un Nobel, antes que inmutarse por la falta de agua, el desconocimiento de los resultados del referéndum o la inoperancia dentro de la DGAC que llevó a la catástrofe de LAMIA. Cuando se trata de apuntar la incompetencia de una autoridad, prefieren voltear la mirada hacia el vecino, antes que animarse a criticar al “Jefazo”; se quejan con vehemencia sobre el “ajuste económico” de Macri o la “ilegitimidad” de Temer mientras toman un té con el agua sucia que EPSAS benevolentemente proveyó la semana pasada a algún café de la ciudad. En charlas íntimas, se descargan, y hasta se atreven a hablar mal del Evo, pero en público lo califican de “políticamente atinado” cuando se disculpa, como al comienzo de la crisis del agua, o como cuando le dijo “lesbiana” a su Ministra. “Hay gente que se ha aprovechado del proceso, y hay muchas disputas internas” afirman, como si fueran los primeros en haberlo descifrado. Creen que el Dakar es “factible” y “bueno para el turismo” y ponen en duda los titulares de Página Siete, Erbol o ANF, sin jamás haber hecho aquel ejercicio con Periódico Cambio. Se resguardan en la demanda marítima por ser causa común; se escudan en que la sociedad está “muy polarizada” y que eso “no le hace bien al país” y a su “reconciliación”. Siempre que uno se queja del medieval estilo de vida al que quieren acostumbrarnos (bañarse con tutuma desde hace un mes), la respuesta es: “¿Tienes que politizarlo todo?”.Citando a Rosa Montero: “Los auténticos culpables de que la vida pueda ser tan cruel son los tibios de corazón. Permiten con su indiferencia que el mal campe a sus anchas”. Filo-masista es un término que he acuñado para ellos. No califican como llunkus químicamente puros, son llunkus “otra clase”, nomás. Encubridores, en todo caso. La historia no los juzgará ni los absolverá pues, simplemente, ni los va a recordar. Malditos sean.