Y los poderosos más elegantes del mundo son, fueron, y serán…

Quedan 48 horas para que Obama deje de ser presidente de EE.UU. Es, posiblemente, del líder más elegante de nuestro tiempo. ¿Pero quiénes le precedieron y quién le sustituirá en ese cargo?

Barack Obama durante una conferencia en el SelectUSA Investment Summit, en 2015.

La elegancia es un concepto tan difícil de definir como de encontrar, al menos en política. Sin embargo, ahora que Barack Obama (Honolulu, 1961) abandona la Casa Blanca la echaremos de menos. Su inmenso carisma ha podido hacer que muchas veces ésta pasara desapercibida, pero nos atrevemos a decir que durante sus mandatos el demócrata ha sido elegante en el fondo y en las formas.Hay quien desprecia la elegancia visible, reduciéndola a imagen y retórica; pero en política, como nos cansaremos de presenciar, las maneras importan y mucho. No hay nada menos elegante que los populismos, tan grotescos por arañar votos. Hay quien confundirá la elegancia con elitismo y por eso se inventó el término de políticamente correcto. En esencia, éste no debería ser más que la decencia de toda la vida, el deseo de preservar la dignidad propia y ajena. Sin dignidad no hay elegancia.

JFK, presidente número 35 de EE.UU., al teléfono.

Que la elegancia puede ser elitista nos lo enseñó John Fitzgerald Kennedy, un patricio de la Costa Este. Si algún presidente norteamericano contemporáneo pudiera acercársele, éste sería un príncipe republicano de Nueva Inglaterra, George Bush padre. Aquí advertimos algo importante: si la elegancia se hereda, también le da por saltarse generaciones.

George Bush (padre) durante el verano de 1955.

No fue el caso de John John, eso lo sabemos. Como que ningún político ha personificado la elegancia mejor que JFK hasta el punto de haberse convertido en pura metonimia. Brasil tuvo a Fernando Collor de Mello, quizás el mandatario más elegante que ha dado el sur del continente. El Kennedy de América Latina lo llamaban para recalcar su juventud, pero también sus formas, su estilo. Al igual que los mencionados mandatarios estadounidenses, el brasileño provenía de la casta más alta.

Fernando Collor de Mello fotografiado en Brasilia en 2015.

Que la elegancia no es patrimonio de la élite nos lo ha enseñado Barack Obama. Porque él tiene swag, como dijo Oprah y confirmó Michelle, en la United State of Women Summit en referencia a esa actitud, ese estilo genuino al que nos ha acostumbrado estos últimos ocho años y que será difícil de olvidar.Tampoco es exclusiva de Occidente. Durante una década, de 2004 a 2014, el presidente más elegante del mundo fue el de la República Islámica de Afganistán, Hamid Karzai. No hace falta que lo dijera Tom Ford, aunque lo dijo, ni que el British Museum custodie ya uno de sus chapan o abrigo tradicional de Asia central.

Hamid Karzai durante una visita a Pekín en 2013.

El primer líder democrático afgano tras la aberración talibán rescató el armario folclórico por necesidad (había dejado toda su ropa en Pakistán, dijo) pero también porque la vestimenta es un símbolo de cohesión y de orgullo. El porte digno de los pastunes y sus estudios en Shimla (India) primero y en Francia, después, hicieron el resto.No se había visto nada similar desde el sha de Persia, Mohamad Reza Pahlavi.

Muhammad Reza Pahlavi, el Sha de Persia.

Pero si los emperadores absolutos no cuentan en el siglo XXI, habría que remontarse a Muhammad Ali Jinnah. En las reuniones que acabaron en la Partición (1945), el padre de Pakistán superaba a Lord Mountbatten, tío del actual duque de Edimburgo, y a Jawaharlal Nehru, brahmán cachemiro, juntos. La elegancia es enigmática.

Muhammad Ali Jinnah, Lord Mountbatten, tío del actual duque de Edimburgo, y Jawaharlal Nehru.

En Oriente, después de ellos no habido estirpe, dictador, ni mandatario elegido democráticamente que pueda recibir el calificativo de elegante.En Occidente, después de Obama tampoco.

DE ‘THE CROWN’ AL ELISEO

Escribió Balzac en su Tratado de la vida elegante que quien “no venga a menudo a París no será nunca por completo elegante”. No lo necesitó el premier británico Anthony Eden –sí, el de The Crown–, considerado como el mandatario más elegante en su época y todavía hoy, aunque también sea uno de los más controvertidos del Reino Unido. Como también lo fue Eduardo VIII, duque de Windsor, el hombre que pudo reinar.

Sir Anthony Eden, fotografiado en Londres en 1953.

Pero precisamente ahora quizás Balzac tenga razón y sea en el Elíseo donde encontremos al próximo presidente más elegante. Eso será si François Fillon vence en las elecciones galas de esta primavera. Al otrora ninguneado candidato conservador además de llamarle don Nadie u Hombre del Pasivo también le coronaron los medios como el hombre más elegante de Francia. La elegancia es discreta o no es.

François Fillon.

Fillon tiene gustos de Papa (usa los mismos calcetines de hilo escocés de Gammarelli) y viste como un dandy, pues se hace los trajes a medida en Saville Row, aunque no renuncia a las forèstiers de Arnys, el mismo sastre de Saint Germain des Près donde se vestía Le Corbusier y que ahora pertenece a Berluti. Además, luce los jerseys de cuello vuelto como sólo saben los franceses (recordemos a Domique de Villepin). De convertirse en presidente de la República el discreto Fillon nos recordará que la línea que separa la elegancia del esnobismo es fina. Pero entonces recordaremos a Barack Obama y nos diremos que no siempre fue así.Fuente: revistavanityfair.es