Más que un aniversario

Karen ArauzDespués de las manifestaciones de este 21 de febrero de 2017, amanecieron dos tipos de bolivianos. Los que se pronunciaron por la ratificación de su rechazo a ciertas imposiciones, tuvieron un buen despertar. Los otros, no tanto. En las masivas demostraciones, se vio que había mucho más que reafirmar su voto y recuperar espacios públicos. Flota en el aire una sensación de alivio y autosatisfacción. La libertad estaba latente. Durante años, se había sentido como una sumisión involuntaria, ni siquiera racionalizada. Las prácticas de arrinconamiento, inconscientemente, había anidado un sentimiento entre resignación y temor, que competía con la voluntad de sobreponerse. No era ajena la sensación inquietante que acercaba peligrosamente y sin saberlo, a la aceptación de una costumbre aprendida a fuerza de imposiciones y maquinaciones. Existía una percepción que eran otros los ciudadanos los que lograron desposeerlo de su libertad de expresar su disenso o su acuerdo con todo aquello que afecte su vida personal o a todos como miembro de una corporación social en base a su nacionalidad y al sentido de pertenencia. Y esta nueva sensación, es lo que hace que millones de bolivianos expresen por estas horas su felicidad. A todo el mundo le gusta recuperar algo, más cuando no se había dado cuenta siquiera que lo había perdido.Los látigos al aire de los Ponchos Rojos, los insultos permanentes de las Bartolinas, la discriminación de ser considerados mestizos «clase medieros», el ninguneo constante por su modo de pensar, estuvo contenido, estuvo reprimido en la garganta de los que no son ni menos ni más, sólo disidentes y librepensadores. Los rostros con expresiones de satisfacción, el baile, la música, el agitar la tricolor, le ha devuelto a varios millones de bolivianos, la confianza que no hay quien lo esclavice -si no quiere- y no hay quien le haga postrar las rodillas ante alguien o algo, si así no lo quiere.El 21 F no fue una simple celebración de aniversario. Porque de lo que trató el referendo, fue solo una consulta para que en libertad, el soberano escoja si prefiere el continuismo o la renovación y el apego a las normas de una Constitución, que puede no gustar del todo, pero a la que hay que respetar. Ese soberano, optó por la regeneración de la conducta democrática, luego de observar que en once años, no existen balances ni ecuanimidad en la asignación de los recursos públicos. Una justicia vergonzosa totalmente subordinada al poder político, un legislativo incapaz de cumplir con sus deberes constitucionales, ni siquiera en lo referido a la fiscalización. El constante nombramiento de personajes descalificados en puestos claves de la administración del Estado, la postergación de asuntos fundamentales como verdaderamente es una educación de calidad y total acceso a la salud que es hoy por hoy, en extremo humillante para los que menos tienen. Por el sinfín de hechos de corrupción a todo nivel, el ciudadano se cansó de la uniformidad de la información y de no poder acceder a un espacio donde elevar la voz de su protesta. Por todo esto y mucho más, es que ganó la opción del NO. Lo que ha sucedido en las horas precedentes, -cuando miles tomaron las calles y las plazas-, fue nada más que el rechazo a que arbitrariamente se pretenda anular esa decisión tomada y se esté buscando caminos de ilegalidad para ello. La reafirmación de sus creencias, es lo que le trajo alegría a la ocasión. La posibilidad -ahora cierta- de que sí es posible recuperar la institucionalidad sin importar qué tanto se esfuercen para continuar en la búsqueda del poder hegemónico. La tarea ahora es, darle forma a este impulso. La oposición no es privativa de los partidos políticos y eso está claramente demostrado. Los liderazgos ciudadanos, las inquietudes cívicas, son una gran aporte de la sociedad a la democracia. Vivimos siendo acusados de que cualquier actividad que se desarrolle u opinión que se emita, es «política» y por supuesto no puede haber otra respuesta: «y qué?». Por supuesto que todo tiene que ver con la política. El sectarismo que ejercen los del MAS por ejemplo, eso sí tiende a hacer de la política, una herramienta para establecer poderes fácticos. Cualquiera que opine sobre la forma de organización en la sociedad o tenga una visión diferente de la clase de país que desea y así lo exprese, es tildado de político, casi insultado, yendo más allá de la disputas por el poder.Debemos revalorizar la política como actividad extremadamente importante, pues las decisiones que toman los «políticos» afecta en diversos grados, la vida de la gente. Un político anclado en resentimientos, odios y en un afán insaciable de someter a sus semejantes, confundiendo sus apetitos con las necesidades de la ciudadanía, no puede ser dotado de un poder ilimitado e inextinguible. La oposición en Bolivia, tiene que encarar un reto vital. La unidad en este caso puntual, será la ficha que se deberá jugar sin lugar a dudas. Ha llegado el momento de analizar los hechos, venciendo la tentación de escudarse en personales posturas ideológicas.