Raúl Otero Reiche, Carnaval y feminismo

Pedro ShimoseEn el tomo V, vol. 2, de sus Obras completas (1995, 7 tomos), Raúl Otero Reiche (1906-1976) le dedica al Carnaval cruceño nada menos que 171 páginas. En ellas hay de todo: poemas y discursos dedicados a las reinas de Carnaval, crónicas costumbristas, coplas festivas recitadas en los bandos de Carnaval, etc. Son artículos publicados entre 1920 y 1975 que invitan a su lectura; grata, por cierto. En esas páginas, Otero Reiche declara ser partidario de la igualdad entre hombres y mujeres, pues a las mujeres, en aquel tiempo, no se les permitía participar porque “el desmadre era tan escandaloso que se hacía llamados a la juventud para que sepa conducirse (?)”. Hace 78 años –¡en 1939!– el gran poeta se inventa una encuesta con una pregunta: “¿Cómo culturizar el Carnaval?” Respuesta: “Volviendo a las costumbres tradicionales de los buenos tiempos idos, cuando se bailaba con honestidad (sic)”. Y lanza la asombrosa reflexión feminista: “Que se permita el disfraz a la mujer, porque ellas también tienen derecho para tirar (sic) una cana al aire…”. No sé si el subconsciente (hoy me desperté freudiano) traiciona a Otero Reiche, pues usa el verbo “tirar” en vez de “echar una cana al aire”. Otro dato risueño de 1944. A las señoras y señoritas que, en la noche del Domingo de Cuaresma, se las pillaba carnavaleando, “se las borraba inexorablemente de las congregaciones religiosas”. Había entonces solo dos “estrados, uno para los caballeros y otro para los jóvenes” (hijos de los caballeros, supongo). La fiesta transcurría en los salones sociales y solo duraba hasta las 11 de la noche. ¡Ni un minuto más! En cuanto al camberío, este se divertía como podía y donde se lo permitían. En otro artículo de 1939, una lectora creada por la imaginación del poeta, le envía una carta al director del periódico. La supuesta ‘lectora’ sostiene que la mujer “no es solo un animalito de cabellos largos e ideas cortas” (aforismo atribuido a Schopenhauer). El feminista Otero Reiche defiende el derecho de las féminas a usar el antifaz en días de Carnaval y comenta –a través de su personaje ficticio– que, antes, las mujeres “iban a cara descubierta, sin temor de ultraje, de hecho o de palabra, pues los jóvenes de entonces sabían guardarse sus desenfados sexuales (sic) para más escondidas ocasiones, como es el matrimonio u otra clase de amores furtivos, entre bastidores (sic). Guardaban por lo menos las apariencias de la cultura que nos falta, pues, aunque no somos timoratas (sigue hablando la ‘lectora’), comprendemos a las mujeres de ayer, ahora y siempre, que para todo hay lugar y tiempo”. ¡Qué maravilla! Todo era cuestión de “lugar y tiempo”. Como ayer, ahora y siempre. ¿O no? // Madrid, 10.02.2017.El Deber – Santa Cruz