Jennifer Lawrence: «No me gusta irme a la cama sin haber conseguido nada»

A punto de estrenar films con Aronofsky y Spielberg, la actriz habla de privacidad, de la brecha salarial entre hombres y mujeres y de su determinación de no volver a ser jamás dama de honor.

Jennifer Lawrence, fotografiada en Nueva York.

En el bar del Plaza Athénée, un elegante hotel del Upper East Side de Nueva York, una pareja de franceses apura una botella de burdeos a las dos de la tarde. Entonces irrumpe en el local una rubia alta y rebosante de energía. Es la actriz Jennifer Lawrence, que lleva un jersey negro de cachemir, vaqueros rotos por la rodilla, botas negras y el pelo rubio platino cortado al estilo bob. Su accesorio más ostentoso, su equipo de seguridad, se distingue en las inmediaciones.Pide un té y explica: “En mi próxima película voy a interpretar a una bailarina de ballet, así que mi primer paso consiste en no beber alcohol en ninguna comida del día. Evidentemente, aún sigo bebiendo a diario”, añade con simpatía.Mientras que actualmente casi todos los millennials se enfrentan a la búsqueda de su primer empleo, Lawrence, de 26 años, ha alcanzado el sueño de Hollywood y ha desarrollado una trayectoria profesional sin precedentes. En el último lustro ha ganado un Oscar (El lado bueno de las cosas, 2013), recibido otras tres nominaciones a este galardón, logrado tres Globos de Oro, entrado de lleno en el ámbito de los superhéroes gracias a la saga de X-Men y protagonizado Los juegos del hambre. En Passengers, su último filme, Lawrence se ha unido a Julia Roberts en el elitista club de las actrices que han cobrado 19 millones de euros por una película.Ahora que ya ha terminado estas sagas encadena una serie de papeles que conforman el siguiente capítulo de su carrera: la mencionada bailarina rusa (que se convierte en espía) en Red Sparrow (dirigida por Francis Lawrence); la fotógrafa de guerra Lynsey Addario en It’s What I Do (Steven Spielberg); y también tiene un personaje en Mother, una cinta de terror dirigida por Darren Aronofsky. “No me gusta despertarme sin tener nada que hacer ni irme a la cama sin haber conseguido nada —explica la actriz—. Eso me deprime un montón”.

Jennifer Lawrence

Lawrence encarnó con nueve años a una prostituta de Nínive en una obra de teatro religiosa en su localidad natal de Louisville (Kentucky). Fue tan convincente que los amigos de la familia dijeron a sus padres: “No sabemos si felicitaros o no, porque vuestra hija es una prostituta estupenda”. Cinco años después, un ojeador de modelos la descubrió, y la joven mostró tanto entusiasmo por iniciar su carrera profesional que dejó el instituto antes de tiempo, después de terminar la educación secundaria, y se marchó a Nueva York.Tras haber obtenido en teoría unos ingresos de más de 43 millones de euros en 2016, la intérprete ha llegado muy lejos desde que abandonó la granja de caballos donde su madre (propietaria de un campamento para niños) y su padre (dueño de una empresa contratista) la educaron junto a sus dos hermanos mayores.Aunque con limitaciones extraordinarias, Lawrence sigue siendo una veinteañera típica. De vez en cuando la inseguridad se apodera de ella. Afirma que la semana de la moda de París supone una experiencia de lo más aterradora: “Te preparas en el hotel y piensas: ‘Tengo un aspecto buenísimo’. Luego sales al exterior, ves los trajes, observas a personas que miden unos dos metros y te dices: ‘Soy una basura’. No pienso salir”. Sin embargo, desde que empezó a colaborar con Dior en 2012 va superando este trance.

Jennifer Lawrence

La actriz adora a ciertos iconos, pero cada vez es más frecuente que estos la aborden a ella, como hizo Paul McCartney para felicitarla por cómo bailaba en La gran estafa americana mientras sonaba Live and Let Die. “Creo que no le contesté nada —cuenta la intérprete—. Me quedé boquiabierta y me eché a llorar”.Para Lawrence, los contrastes discordantes entre ser una persona real y vivir unas circunstancias irreales se ven mitigados por haber hecho buenos amigos dentro del sector, como Emma Stone, que entienden la extraña presión inherente a Hollywood. “Me mandó un mensaje de texto en el que me decía que Woody Harrelson le había dado mi número —narra Lawrence—. Le contesté: ‘¡Vete a tomar por culo!’. Desde entonces hemos sido muy amigas”. Esta amistad entre dos actrices que se llevan dos años y que seguramente compiten por papeles parecidos logra superar los desagradables estereotipos de una industria tristemente conocida por enfrentar a las mujeres entre sí.“Es posible que ella ni siquiera sepa esto —me escribe Stone en un e-mail—, pero al principio hubo una época en la que pensé: ‘Pues qué bien, mi ego está fuera de sí, la tía es genial, está llena de energía y de talento, estoy jodida, ya no trabajaré más, adiós a todos mis sueños’. Luego me relajé de una puta vez, me acordé de que somos distintas y de que hay sitio para todo el mundo, por mucho que estemos en un sector que no da precisamente la impresión de apoyar esta idea”. Y añade Stone: “La verdad es que, al margen de nuestra profesión, las dos nos queremos un montón. Sé que seríamos amigas aunque no nos dedicásemos a lo mismo”.

Jennifer Lawrence

Lawrence también es leal a sus íntimos ajenos a la industria del cine y saca tiempo para celebrar los acontecimientos importantes de su vida. “Todas mis amistades están casándose y teniendo hijos —cuenta, y a continuación desvela qué papel no piensa retomar en absoluto—. Las bodas molan mogollón, pero no voy a volver a hacer de dama de honor —afirma la intérprete, que ha sobrevivido en cuatro ocasiones a este compromiso—. Tendría que haber un sindicato de damas de honor. Es algo horrible. Si alguien me lo vuelve a plantear, contestaré: ‘No. Esa parte de mi vida ya se ha terminado. Gracias por pedírmelo’. Si algún día llego a casarme, no creo que tenga damas de honor. ¿Cómo voy a concederle mayor importancia a una amiga que a otra?”.Tampoco tendría tiempo de planificar una boda, en caso de que le apeteciese. Lawrence (cuya relación más larga ha sido con Nicholas Hoult, coprotagonista de X-Men) parece estar más centrada en las colaboraciones profesionales que en las románticas. En lo que respecta a los hijos, por ahora su instinto maternal lo acapara su perrita marrón, llamada Pippi Calzaslargas. Me cuenta en tono guasón que ser madre sería algo peligroso: “Mis hijos tendrían un montón de envidia porque le prestaría más atención a Pippi que a ellos”.Hace poco Lawrence y su perra viajaron juntas a Montreal para rodar la película de Aronofsky, junto a Michelle Pfeiffer, Ed Harris y Javier Bardem. La joven llevaba tiempo queriendo trabajar con el director de Cisne negro, de modo que cuando este le presentó el proyecto, que todavía no tenía guion, aceptó de inmediato. (“Es un visionario”, asegura). Fue en Montreal donde, en una distracción, le dio una costilla de cerdo a Pippi, lo que le obligó a hacer una visita de urgencia al veterinario.

Jennifer Lawrence

La mascota también acompañó a Lawrence a Atlanta (Georgia), donde la intérprete filmó Passengers, un proyecto de gran presupuesto al que en un principio trató de resistirse. “Mi plan consistía en hacer películas independientes durante unos años más, para que ni la gente ni yo misma olvidásemos cómo empecé”, prosigue la joven, refiriéndose a Winter’s Bone, la cinta de 2010 que le dio la popularidad y su primera nominación al Oscar con 19 años. Después leyó el guion de Passengers. “Quería decir que no, pero el tema no se me iba de la cabeza”.Las estrellas de la película, Lawrence y Chris Pratt, comparten varias escenas en las que saltan chispas. Según la actriz, su coprotagonista “tendría química hasta con un cactus”. Lawrence también se llevó muy bien con la mujer de Pratt, Anna Faris, estrella de Mom (una comedia de la cadena CBS). “Las mujeres notan si eres de esas que podrían fugarse con su marido —explica Lawrence—. Yo no transmito esa sensación, sino más bien la desesperación de quien dice: ‘¡Te quiero caer bien, por favor!’. Lo cual no resulta amenazador”.En lo que respecta a Pratt, la intérprete dice que siempre aporta buen rollo. “Una vez, a las cuatro de la mañana, él estaba animando al equipo técnico y yo me puse en plan aguafiestas. Llegué al plató y les dije: ‘Ya está bien de risas y de bailes”. Pratt suelta una carcajada cuando saco el tema. “Jen se expresa de forma muy clara. Sabe llevar los pantalones. Mola mucho”.

Jennifer Lawrence

El año pasado, después de que el ataque informático a Sony pusiera de manifiesto la brecha salarial en función del género que hubo entre los miembros del reparto de La gran estafa americana, Lawrence asumió la responsabilidad de no haberse percatado de su propia valía y de no haber negociado para que se recompensara. “¡Ya me he cansado de intentar encontrar una forma adorable de expresar mi opinión y seguir cayendo bien! A la mierda con eso”, escribió en un texto redactado para Lenny, un boletín electrónico cofundado por la actriz y directora Lena Dunham. Aunque Lawrence fue la primera en reconocer que sus problemas de mujer trabajadora “no son precisamente los de todo el mundo”, sus sentimientos sí lo eran, y el texto se convirtió en un fenómeno viral.“Me da la impresión de que he empezado a entender de verdad ciertas cosas con 25 años —explica la intérprete—. ¡Recuerdo el miedo que me daba decir lo que pensaba! Me decía: ‘¿Y si creen que me he enfadado con ellos?’. Ahora me digo: ‘¡Más les vale que crean que me he enfadado!”. Después de pasar un cuarto de siglo preocupada por cómo la perciben los demás, Lawrence ha empezado a poner en práctica la autoafirmación.Aunque le han dado consejos profesionales algunas de las anteriores galardonadas con un Oscar, como Shirley MacLaine y Jodie Foster, ha madurado como actriz en un terreno nuevo en Hollywood. Su mayor esfuerzo ha sido mantener la privacidad. Ya se ha acostumbrado a sus hordas de fans. No obstante, les hace una leve advertencia: “Igual crees que me conoces, pero cuando me abordas, para mí eres una persona totalmente desconocida, así que me asustas”. Suspira. “Protejo mucho mi espacio. Si estoy cenando, se acerca alguien y se dispara el flash de la cámara de su iPhone, soy muy maleducada con esa persona. Así, otros lo ven y piensan: ‘Huy, vaya, mejor no hago lo mismo’. La privacidad es un trabajo a tiempo completo y le dedico mucho esfuerzo”.Para cumplir este propósito, Lawrence no habla de sus relaciones después de Hoult. Ni confirma ni desmiente el supuesto romance que vivió con Chris Martin, el líder de Coldplay, en verano de 2015. En fechas más recientes, se la ha relacionado con Aronofsky, expareja de Rachel Weisz. Pero no busquen en ella una confirmación. En una época marcada por una desmesurada exhibición de lo íntimo, Lawrence domina el arte de la discreción: una hazaña si tenemos en cuenta su edad y popularidad. Comparte con sus fans algunos detalles personales, pero a su manera.A esto también le ayuda, en una cultura en que todo se mide en función de los clics y los seguidores, el hecho de no tener cuentas en las redes sociales: su única huella aparece en la obligatoria fanpage de Facebook. Ella no lee los rumores (“Intento vivir en una burbujita imaginaria”), pero su familia sí. “El otro día mi hermano me comentó: ‘Todo el mundo en Internet cree que Amy [Schumer] y tú ya no sois amigas’ —cuenta irritada—. Y le contesté: ‘Sí, claro, porque todo lo que sale en Internet es verdad”. (Schumer y ella siguen siendo amigas y van a coprotagonizar una comedia que han escrito juntas, aclara).Lo que a Lawrence le interesa de Internet se acerca más al ámbito médico que al de las estrellas de cine. Ella tiende a perderse por los recovecos de Google mientras busca “bacterias de aspecto raro”. (“Seguro que usted hace lo mismo todo el rato”, bromea). El primer libro que leyó se titulaba Cómo funciona mi cuerpo, y por su último cumpleaños pidió manuales de autopsias. A pesar de esta curiosidad, dice que siempre ha sido “demasiado emotiva” para plantearse la medicina como carrera profesional. En cualquier caso, no parece una coincidencia que estudie a los seres humanos interpretándolos en la gran pantalla.Francis Lawrence, quien dirigió gran parte de la saga de Los juegos del hambre (y quien no está emparentado con Jennifer), tiene una teoría sobre el carisma y los superpoderes de la actriz. “Jen es la persona más perceptiva que jamás he conocido. Es capaz de observar una situación, o de conocer a una persona, y llegar al fondo casi al instante. Es algo extraordinario”.Cuando le menciono este halago, Lawrence le resta importancia. Ella ve su capacidad de percepción de otra manera. “Se me da bien detectar la falsedad”, explica mientras hunde las cuidadísimas uñas en un cuenco de palomitas de maíz que está entre nosotros. Aparece un camarero y se lo lleva sin mediar palabra. “Ya de pequeña siempre estaba poniendo el dedo en la llaga —dice sin dejar de fijarse en él, que vuelve con un nuevo cuenco de palomitas—. ¿Lo ve? ¡Eran conscientes de que estaban rancias! —exclama muy ufana, después de que su presentimiento haya resultado ser cierto. Mete la mano otra vez en el cuenco—. ¡Lo sabía!”.Aunque da la impresión de que Lawrence ya ha conquistado Hollywood, la actriz tiene una ambición ajena a la interpretación que no le ha contado a nadie. “El gusanillo de la dirección me picó hace dos años. Pero no he tenido tiempo de llevarlo a la práctica”. Para prepararse, ha estudiado a los cineastas con los que ha colaborado, de Russell a Aronofsky, y ha tomado notas con esmero.Lo que distingue a Lawrence de otros es que cuando habla puede ser la persona más encantadora y menos pretenciosa de Hollywood, pero en el fondo no se contenta con limitarse a comentar las cosas. Tal como muestra su currículum, esta joven de 26 años prefiere pasar a la acción sin rodeos. Con una agenda para el futuro inmediato totalmente llena y tras haber alcanzado una nueva confianza en sí misma, lo más probable es que no sepamos nada del siguiente capítulo de la vida de Lawrence hasta que ella misma pase la página. “Prefiero hacer las cosas directamente”, afirma mientras sonríe y se lleva a la boca las palomitas que quedan.Fuente: revistavanityfair.es