Fútbol boliviano: hora cero

No es una novedad para nadie – sobre todo a partir del escándalo de los pasados años denominado «fifagate – que el fútbol padece los rigores de un terrible cáncer que amenaza su existencia: la corrupción desbordada y generalizada. Hace un par de años, el mundo asistió azorado a las revelaciones que contaminaron prácticamente a toda la dirigencia del fútbol mundial, empezando por la cabeza del inefable Joseph Blater. El efecto dominó: la mayoría de las federaciones nacionales fueron cayendo una tras otra, cada cual de manera más escandalosa, en especial las de nuestro continente.La Federación Boliviana de Fútbol (FBF) no resultó la excepción, varios dirigentes cayeron en desgracia y algunos de ellos todavía guardan detención. Desde entonces que la institucionalidad de nuestro fútbol entró en crisis y hasta ahora las cosas, lejos de resolverse, parecen complicarse cada día más. Las recientes denuncias del actual presidente de la FBF, Marco Peredo, en contra de varios dirigentes del fútbol nacional, marcaron el punto más crítico de este proceso del que tenemos un pronóstico incierto.Desde mi punto de vista, la raíz del problema está en la característica que tiene el ente rector del fútbol a nivel planetario, la FIFA, que está definida como una asociación de derecho suizo, fundada en 1904, con sede en Zúrich, y que gobierna las federaciones de fútbol de todo el mundo. El problema está en que la FIFA no le rinde cuentas a nadie. Ella pone sus reglas, administra sus recursos y elige sus autoridades, sin control de ningún Estado o supervisión de tipo alguno. Por consecuencia, las federaciones nacionales que son miembros de la FIFA tampoco rinden cuentas ante nadie externo. Funcionan como una asociación privada y no permiten injerencia de nadie. Todo ello en relación con  una actividad que de lejos es la más popular, el espectáculo más masivo y el deporte más practicado de toda la Tierra. 211 países son miembros de la FIFA, mientras sólo 193 son miembros de la ONU.El fútbol es un hecho sociológico de magnitud, de los más característicos y emblemáticos de nuestra civilización. Un fenómeno de derivaciones sociales, políticas, económicas y culturales inconmensurable que, paradójicamente, como anotamos, está monopolizado, en su conducción, por un puñado de personas que no reciben el control de nadie externo a la FIFA y las federaciones.Esto, obviamente, configura un escenario óptimo para el ejercicio de la arbitrariedad y su consecuencia inevitable, la corrupción. La ausencia de controles externos admite la conformación de contubernios, roscas y «sociedades secretas que administran ingentes recursos económicos, reconocimientos sociales y valoraciones culturales de diversa índole.De allí que, vista la espantosa crisis que afecta al fútbol mundial, en general, y al fútbol boliviano, en particular, debamos encontrar salidas, al mismo tiempo creativas, audaces y radicales. La corrupción está matando al fútbol y no será con «iluminados o gente de buena voluntad que se resuelva el problema. Debe encararse la reingeniería de la institucionalidad del fútbol desde su estructura básica.Hace unos días, bajo la supervisión de un funcionario de la FIFA, la FBF remozó sus estatutos y planteó que la solución a los problemas del fútbol nacional era la unificación de la FBF y la LPFB (Liga Profesional del Fútbol Boliviano). Es decir, una medida de ordenamiento funcional administrativo que, la verdad, no ataca ni resuelve el asunto de la arbitrariedad y falta de controles externos.Aún si se unificara la dirigencia del fútbol y la limpiáramos de crápulas y aprovechados, no se resolvería el problema principal. La verdadera solución, creo, está en que, a nivel global, la FIFA deba ser auditada, supervisada, controlada, o lo que se llame, por la ONU y, a nivel nacional, el Estado debe hacer  lo propio con la FBF. La sociedad debe tomar el control. El fútbol es algo demasiado importante para la colectividad como para que sigamos reducidos a la condición de espectadores.Ricardo Paz Ballivian es sociólogo.Fuente: paginasiete.bo