El día que Diego Maradona ingresó escondido a Estados Unidos, sin visa, sin permiso y sin que nadie lo supiera

 

Nadie en Argentina puede olvidar el nombre de Sue Carpenter. Es  la enfermera que ingresó al estadio Foxboro de Boston, apenas terminó el partido entre la selección albiceleste y Nigeria, por la segunda fecha del Mundial de Estados Unidos 1994, y tomó de la mano a Diego Maradona para acompañarlo hasta el control antidoping. Claro, no fue un examen más. Fue el examen que detectó la efedrina en el cuerpo del Diez y que decretó su final en la Copa del Mundo y de su etapa como futbolista de selección.Después de aquel día, y durante las semanas siguientes, se entretejieron un montón de teorías, estrategias y acuerdos que terminaron con la expulsión de capitán argentino del Mundial de los norteamericanos. Esas historias fueron narradas con exactitud en el libro El Último Maradona, de Alejandro Wall y Andrés Burgo. Pero la pena que recibió Maradona no sólo fue deportiva. Estados Unidos, desde aquel año, le prohibió el ingreso al país.Sin embargo, según los registros, Maradona volvió a pisar suelo estadounidense, de manera legal, al año siguiente. Apenas fueron un par de horas. El ex Boca y Napoli, entre otros, pidió un permiso especial ya que debía hacer un transbordo de avión para dirigirse a Inglaterra, en donde había sido invitado para dar una charla en la prestigiosa Universidad de Oxford. La escala fue en Nueva York. Dos policías tuvieron la misión de acompañarlo de cerca en cada paso que dio por el aeropuerto.Aunque Maradona siempre tuvo una gambeta extra, esa que le permitió marcar la diferencia en su carrera como futbolista. Como contra los ingleses, cuando dejó en el camino a «tanto inglés» y, en «una jugada memorable», convirtió «el mejor gol de todos los tiempos». Como contra Brasil, cuando dio una asistencia milimétrica a Caniggia para ganarle un partido imposible. Como contra los poderosos de Italia, cuando hizo del débil Nápoli una potencia local e internacional. Y así también lo hizo contra Estados Unidos, cuando logró ingresar al país sin VISA, sin permiso y sin que nadie más que él y su hermano lo supieran.

Esta perlita, poco conocida, fue relatada por los autores de El Último Maradona sobre el final del libro. La definieron como “la venganza” de Diego. Sucedió algunos años después de aquel olvidable 1994. Maradona solía visitar en Toronto a su hermano Raúl, más conocido como Lalo, quien jugaba en la Liga de Canadá. Según el relato, al Diez le encantaba viajar allí porque “se sentía bien, sin la locura que lo rodeaba”. Una de esas veces, planeó y ejecutó su “venganza”. Pero una de esas visitas fue especial.El procedimiento fue sencillo, aunque “el viaje se cuenta con misterio y sin detalle”. Diego y Lalo se subieron a un auto y se fueron hasta la frontera. No está del todo claro cómo lograron pasar el límite, pero lo cierto es que lo hicieron. Apenas avanzaron unos kilómetros más y se detuvieron en una estación de servicio, en donde flameaba la bandera de Estados Unidos. Maradona bajó del vehículo, pisó suelo norteamericano y sonrió para la cámara que su hermano tenía en la mano. Esa foto, que jamás se hizo pública, inmortalizó una nueva gambeta del Diez. No fue la última. Fuente: Pasión Fútbol