Del poder vitalicio y otras lindezas

Manfredo Kempff Suárez

La angurria de poder de S.E. se adivinó nítidamente en su expresión cuando el lunes pasado, en Potosí, se refirió a que la Constitución de la naciente Bolivia de 1826, incluía la figura de la presidencia vitalicia, lo que significaba en buenas cuentas ser un “rey sin corona”. Era presidente vitalicio e irresponsable de sus actos. ¿No sería algo magnífico para cualquier mortal? Seguramente que el asesor que le contó sobre esa feliz novedad, pasó por alto, sin embargo, otras cosas ahora inaceptables que dice esa Constitución redactada por Bolívar, y que a S.E. como “redentor” de los desamparados deberían preocuparle más.

Al parecer lo único que le interesó fue lo de la presidencia vitalicia, lo que demuestra a las claras cuáles son sus más grandes anhelos, que a estas alturas ya no los puede esconder. Es cierto eso de los mandatos vitalicios, pero también S.E. debería pensar que aquello se redactó hace casi 200 años, y por entonces no podían votar ni ser elegidos los analfabetos, es decir los indígenas; tampoco votaban quienes no tenían un empleo o una industria, es decir que los sirvientes o peones estaban marginados. Las mujeres por supuesto que no tenían derecho a voto. Pero, además, se había abolido la esclavitud de una forma bastante tramposa, porque los esclavos no podían abandonar la casa de sus antiguos señores hasta indemnizar a sus amos. Era la mentalidad de aquellos tiempos de horca y cuchillo.



Pero, además, la Constitución de 1826 era determinante en cuanto a la religión católica, el único culto aceptado en la nueva república, hoy cada vez más rechazado y agraviado por el MAS y sus jerarcas, que están creando creencias estrambóticas. Y quedaba expresa constancia de algo que está en todas las constituciones del mundo y que en Bolivia no se respeta más desde que a S.E. se le ocurrió bloquear: la libre locomoción en los seis departamentos de entonces, cuando cualquier corte de caminos, si ocurría, se lo desbarataba con una carga de caballería.

Esto de la presidencia vitalicia es algo que está en la mente de los masistas y de S.E. Sueñan con que S.E. salga frío y tieso de la Casa Grande del Pueblo, dentro de medio siglo. Se trata de algo “garcíamarquiano”. Es por eso que si el Tribunal Constitucional no le diera gusto al MAS, van a buscar un nuevo referéndum para la reelección, pero como un referéndum lo van a volver a perder, se irán, como lo ha dicho el “Vice”, por una interpretación constitucional, o renuncia anticipada, o una nueva Asamblea Constituyente. Romperán todas las normas para imponer a S.E. como candidato el 2019.

Entre otras lindezas ahora resulta que ante la ola de corrupción y narcotráfico masista, le están queriendo echar el muerto, para variar, al imperialismo norteamericano. Dicen que ellos son los culpables de informar sobre tanto robo y narco. Y S.E. no ha tenido empacho en expresar que así como en el 2008 se echó al embajador Goldberg, ahora se lo podría echar al encargado de negocios, señor Brennan, porque alienta a los opositores a intrigar. Esto nos recuerda el viejo chiste del hombre que llegó a su casa de improviso y encontró a su esposa fornicando en el sofá del living. Indignado, el buen caballero lo que hizo fue incinerar el sofá. ¿Era la solución? En el Gobierno parece serlo.