Era un modelo a seguir para las chicas, hasta que descubrieron que era un niño

Por Avi Selk

(Familia Todd / The Washington Post)

(Familia Todd / The Washington Post)

Auburn (California) – Esta es la historia de Super Awesome Sylvia, una niña ingeniosa que hacía robots. O eso creía todo el mundo.



A los 8 años, Sylvia Todd se puso una bata de laboratorio y comenzó un programa de televisión a través de Internet. Con una cola de caballo y un soldador, era una imagen que rara vez se había visto antes en un club de inventores aficionados.

En poco tiempo, Sylvia tenía decenas de miles de espectadores. Y toneladas de robots, por supuesto.

El más famoso fue Super Awesome Sylvia’s Watercolor Bot. Hacía exactamente lo que parece: pintaba cualquier imagen que se le pidiera.

Pero ese robot hacía otras cosas también.

En 2013, Sylvia recibió una invitación de la Feria de Ciencias de la Casa Blanca, cuando el presidente Barack Obama, después de testarlo, invitó a su inventora de once años porque era algo genial poder tener chicas en la tecnología.

Zeph, vestido de Super Awesome Sylvia, con Savage en 2014 (Familia Todd / The Washington Post)

Zeph, vestido de Super Awesome Sylvia, con Savage en 2014 (Familia Todd / The Washington Post)

Luego vinieron reporteros, revistas e, incluso, ofertas para escribir libros. Un artículo en el New York Times describió a Sylvia como medio boba, medio seria y «casi segura de que su futuro estaba en la ciencia».

Miestras estaba en la escuela, Sylvia daba discursos en todo el mundo: desde las Naciones Unidas hasta las escuelas de niñas de élite en Australia. Esta situación supuso un gran problema para una niña de un pequeño pueblo del norte de California, cuyos padres, a menudo, se preocupaban por pagar la próxima factura.

Así es como, año tras año, presentación tras presentación, discurso tras discurso, los robots de Super Awesome Sylvia convirtieron a una niña en un modelo a seguir para las otras niñas del mundo.

Y así fue como se dieron cuenta de que, en realidad, no era lo que parecía.

Zeph junto a su ídolo Adam Savage en 2009 (Familia Todd / The Washington Post)

Zeph junto a su ídolo Adam Savage en 2009 (Familia Todd / The Washington Post)

Debajo de esa cola de caballo y esa bata de laboratorio, Sylvia no se sentía como una genio, ni como una celebridad, ni tampoco como una niña.

Esta es la historia de Zephyrus Todd, un niño de 16 años que prefiere el arte a la ciencia y que, ahora, sabe mucho más sobre él mismo que cuando la gente lo llamaba Sylvia y se suponía que era una niña. Es la historia de cómo Zeph se quedó atrapado dentro de Super Awesome Sylvia, «tratando de ser esa persona».

Y así fue cómo se liberó.

Al principio solo era Sylvia. No Zeph. No había nada raro. Sylvia y sus padres (luego vino un hermano y dos hermanas) crecieron en en Auburn (California). Era una niña normal o, al menos, eso parecía.

«Cuando era pequeño. Era eso: solo una niña. Y quería hacer cosas divertidas«, comenta Zeph.

Él siempre había querido saber cómo funcionaban las cosas.

Un comic realizado por Zeph Todd explicando su transición desde “Super Awesome Sylvia” (Familia Todd / The Washington Post)

Un comic realizado por Zeph Todd explicando su transición desde “Super Awesome Sylvia” (Familia Todd / The Washington Post)

Le gustaba desarmar computadoras portátiles viejas y armar kits electrónicos con su padre, James, que era programador.

Un día de 2010, Zeph decidió crear un canal de Youtube sobre cómo hacer cosas. Su madre, Christina, cosió una bata de laboratorio adecuada para una niña de 8 años. Su padre le ayudó a escribir los guiones y a aguantar la cámara. Luego Zeph hizo lo suyo.

«¡Hola! Mi nombre es Sylvia y este es nuestro súper increíble Maker shooooow!» decía Zeph en su primer episodio mientras levantaba sus brazos. «¡Salgamos y experimentemos!», agregaba.

Super Awesome Sylvia mostró a los niños cómo hacer un lápiz que chirriara cuando conducía electricidad, un periscopio de cartón o algunos circuitos eléctricos.

Los niños miraban ese canal. Zeph vio, asombrado, cómo cientos de espectadores se convertían en miles. Make Magazine comenzó a pasar el programa en su canal de Youtube, y más de un millón de personas hicieron clic en los vídeos de Sylvia.

Zeph se metió en el personaje. Llevaba la bata de laboratorio en las ferias, vendía modelos de Sylvia en los booths o posaba con sus ídolos, como Adam Savage de MythBusters.

Con el tiempo, Zeph recibió un sinfín de correos electrónicos de padres que le dijeron que él mismo era un ídolo para sus hijos e hijas.

Sylvia era un ídolo. Ella lo era.

Un día del verano pasado, cuando todo había terminado y Zeph solo era Zeph, James se sentó en el patio con un plato de guacamole mientras miraba a su hijo chapotear en una piscina. Se preguntaba si tanta diversión había valido la pena por todos los problemas que había causado.

«Antes de que sucediera esto, le solía decir a Septh que la fama no era algo sano. Como niño, la fama era una trampa«, recuerda.

Fuente: infobae.com