Muere Lady Astor, la aristócrata a la que confundieron con una prostituta


En los años 60, Bronwen Pugh fue una de las mujeres más deseadas de la nobleza británica. Hasta que el escándalo del caso Profumo la arrastró al infierno del ostracismo. Ha fallecido a los 87 años.

lady astor

Oscar Wilde decía que hay que tener cuidado con lo que uno desea, porque puede hacerse realidad. De pequeña, Janet Bronwen Alun Pugh (1930-2017), la hija de un juez galés y de una ama de casa acomodada, soñaba con ser famosa. En sus años en el internado Dr. Williams, en el norte de Gales, ella y su mejor amiga, Erica Pickard, fantaseaban con rebelarse contra su vida burguesa y probar suerte como modelos. La repentina muerte de Pickard, en 1952, fue el comienzo de la metamorfosis de Bronwen: de niña de clase media a reina de la moda, y de allí a lady de la aristocracia británica. Ahora que ha muerto a los 87 años, su historia vuelve a fascinar a toda una nación.Tras perder a su amiga, Bronwen Pugh comenzó a trabajar como modelo. Rápidamente se convirtió en la “mannequin” más cotizada de su generación. El diseñador parisino Pierre Balmain la coronó como su musa y dijo que pertenecía al “club ultra exclusivo de las mujeres más bellas del mundo, junto con Greta Garbo, Vivien Leigh, y Marlene Dietrich”. Representaba la transición del canon de belleza clásico de los años 50 al más moderno de los 60. En 1954, la BBC la fichó como presentadora de televisión.En el clímax de su carrera, conoció al vizconde William “Bill” Astor, el multimillonario hijo de Nancy Astor, la primera mujer que ocupó un escaño en la cámara de los comunes del Parlamento británico. ​En 1960 la pareja se casó. La boda no estuvo exenta de polémica: ella era una “commoner”, una plebeya; él, uno de los solteros más deseados de la aristocracia (dos veces divorciado, ambas de hijas de nobles).



triángulo peligroso

Tras la boda, Bronwen renunció a su carrera y se convirtió en la señora de Cliveden House, el palaciego hogar de los Astor en el condado inglés de Buckinghamshire. Su feliz vida de casada solo duró tres años. En 1963, el caso Profumo, el escándalo sexual que terminó derrocando al primer ministro conservador Harold Macmillan, puso a Cliveden en el ojo de la tormenta: el ministro John Profumo había tenido algunos encuentros íntimos con la corista Christine Keeler en el hogar de los Astor. Keeler mantenía una relación paralela con el conocido espía soviético Yevgeny Ivanov.El peligroso triángulo amoroso hundió a los Astor. El vizconde, que había sido parlamentario Tory, fue acusado en la corte de ser un playboy. La prensa retrató Cliveden como el centro de una red de prostitución y espionaje y a sus dueños, como el colmo de la amoralidad. La policía incluso consideró presentar cargos contra Bill Astor por utilizar su palacio como un burdel. La aristocracia británica y la familia Astor señaló injustamente a Bronwen de formar parte del oscuro mundo de Christine Keeler. La tildaron de ser una más de esa red de chicas que intentaban “cazar” a hombres ricos a cambio de dinero.El matrimonio Astor quedó sumido en el ostracismo. El vizconde no aguantó la vergüenza y falleció de un ataque al corazón en 1966. Tenía solo 58 años. Para Bronwen ese fue el inicio de un largo y solitario camino lejos de los focos. Tuvo que dejar Cliveden (ahora es un hotel gestionado por el National Trust) y recluirse en el campo con sus dos hijas, Janet y Pauline. Vivió una vida dedicada a la espiritualidad y la psicoterapia. En los años 70 se convirtió al catolicismo y comenzó a escribir y dar conferencias sobre religión. Fue asesora espiritual y coach emocional.

lord y lady astor

En 2001, tras 37 años de silencio, Lady Astor accedió a colaborar con el periodista y escritor Peter Stanford en una biografía sobre ella. Ofreció sus documentos y diarios personales para intentar limpiar el nombre de su marido y el suyo. Tras la publicación, se mudó a Londres argumentando que las sospechas sobre ella se habían esfumado.Para su decepción, la alta sociedad inglesa no había olvidado. La seguían viendo como una pieza clave del escándalo que hundió al primer ministro Macmillan y a la familia Astor. Pese a todo, nunca perdió su espíritu feliz: con 70 años seguía saliendo a pescar y practicaba windsurf. Pero nunca logró escapar de la marea negra del caso Profumo. Siempre consideró el escándalo como su particular crucifixión. Como ella decía, vivía persiguiendo la resurrección. Ahora que ha muerto, quizá la encuentre.Fuente: revistavanityfair.es

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