El silencio de las calles

Juan Francisco Gonzales Urgel

Los vecinos Brasil, Argentina, Paraguay, Chile y Perú, esperan la “notificación formal” de la re postulación del Jefazo para actuar, también “oficialmente”, en consecuencia.

Sin embargo, ya empiezan a dar señales de inquietud: Brasil ha puesto más de 8.000 militares para vigilar su frontera con Bolivia; Argentina, según las fuentes de Humberto Vacaflor, ha movilizado 30.000 militares para combatir el narcotráfico urbano y fronterizo; Chile se ha atrevido incluso a hablar del eventual sucesor del Jefazo como su futuro interlocutor en temas de mar y comercio; Paraguay expectante y Perú no baja la guardia.



Sin excepción, y cada uno a su manera, los vecinos dan muestras de que, a partir del 2020, esperan conciliar agendas con un nuevo presidente boliviano.

Temas como el narcotráfico y el terrorismo son parte de esas agendas obligadas que encuentran cortapisas y ambigüedades en el actuar de un gobierno sospechosamente permisivo con el crecimiento de la producción de cocaína, y extremadamente amigo de estrechar lazos con la dictadura iraní, especialista en exportar sus fobias religiosas.

Por ello, la re postulación del Jefazo es parte de la agenda regional.

En ese escenario, para el régimen boliviano es imprescindible acallar las voces de inconformidad y las protestas en las calles. Necesita mostrar la falsa imagen de que el gobierno cuenta con un sólido apoyo y una fuerte cohesión interna para impulsar el salto hacia la re postulación de Evo Morales, su vicepresidente, y toda la pléyade de personajes que han estado gobernando Bolivia desde hace más de 12 años.

Sin el estorboso “Bolivia dijo NO”, sólo las voces del Jefazo, su partido y sus aliados podrán escucharse sobre el silencio de quienes se oponen a pasar sobre la Constitución.

Con las calles en silencio, podrían prosperar, al menos como golpes de efecto, las confrontaciones con Chile en el reclamo marítimo, junto a las provocaciones patrioteras con el objetivo de victimizarse ante la opinion pública interna y externa. Así, también tendría un correlato más o menos creíble el fraude electoral precedido de encuestas “ganadoras” y el apoyo “legitimador” de sus movimientos sociales en camino a la re elección manipulada.

El régimen necesita silencio. Sin voces disonantes tendría mayor eco la fórmula de “no intervención” frente a la ONU, la OEA, la Comunidad internacional y las iniciativas de los países vecinos.

Pero, desde el 21 de febrero de 2016, se acabó el silencio y las calles del país se llenaron de sonidos que repiten “Bolivia dijo NO”.