Los indígenas del TIPNIS son «peones» en su propia tierra; los «patrones» son los colonos-cocaleros

Si jóvenes y mujeres hallan trabajo en la cosecha de la hoja de coca, los hombres indígenas son contratados por los colonos para el chaqueo (limpieza de terrenos de la cobertura forestal y vegetal) para nuevos cultivos. Por este tipo de trabajo, el colono paga por día entre 50 y 100 bolivianos por persona.

Los indígenas del TIPNIS son «peones» en su propia tierra

Los colonos de la zona contratan a las mujeres y adolescentes indígenas para que cosechen la coca; y a los hombres los emplean en el chaqueo.Los indígenas del TIPNIS son "peones" en su propia tierraUn indígena calma su sed con el agua de un arroyo que pasa cerca de un cocal. Fotos: Álvaro Valero/ Página SieteBeatriz Layme / Enviada especial al TIPNIS /Esta nota fue publicada el 20 de agosto en Página SieteMuy temprano, Joaquín, un joven mojeño trinitario de 17 años de edad, sale de su casa cargado varias bolsas de plástico, aquellas de quintal que se usan para azúcar, harina o arroz. Apresurado se abre paso entre la maleza y luego de caminar cerca de 45 minutos pone manos a la obra: comienza a arrancar las hojas de coca para ganarse unas buenas «fichas” (monedas).El indígena estima cosechar entre 90 a 100 libras de la hoja de coca para que don Martín, dueño del cato, le pague 200 bolivianos. El contratante es un colono que llegó hace 15 años al Polígono 7, zona del TIPNIS.El pago por libra de coca cosechada es de dos bolivianos si el cato no está en una zona alejada; pero si se ubica a una distancia considerable el precio por libra sube a tres bolivianos. Según los indígenas, por día cada uno logra cosechar hasta 120 libras.El dinero que gane -cuenta Zacarías esperanzado- le permitirá comprar artículos que necesita: sal, una pequeña radio y hasta un «aprieta pecho” (alcohol).Como Zacarías, cada tres meses -tiempo en que un arbusto de coca vuelve a llenarse de hojas-, varias mujeres y jóvenes indígenas acuden a la convocatoria de los colonos, quienes requieren la mano de obra de los originarios.»Ellos siempre buscan a los indígenas, a nosotros. Por la necesidad de la economía nosotros cosechamos la coca. Ahí ganamos según lo que saquemos, pueden ser 100 libras, hasta 120 libras, dependiendo el cosechador; por libra nos pagan dos bolivianos, tres bolivianos”, relata Zacarías, quien tiene la mejilla hinchada por el bolo de coca que saborea lentamente.Si jóvenes y mujeres hallan trabajo en la cosecha de la hoja de coca, los hombres indígenas son contratados por los colonos para el chaqueo (limpieza de terrenos de la cobertura forestal y vegetal) para nuevos cultivos. Por este tipo de trabajo, el colono paga por día entre 50 y 100 bolivianos por persona.«Los colonos no se conforman con un cato, ellos siempre están sembrando más allá de sus lotes, más adentro del bosque. El colono no está en un solo sindicato, tienen cuatro o cinco lotes, mientras nosotros, en un sólo lugar”, cuenta María Luisa, indígena yuracaré madre de 12 hijos, dos de ellos están en Trinidad y uno en Santa Cruz.En el Polígono 7 del TIPNIS se crearon los sindicatos de cocaleros: Isiboro, Patiño, Puerto Patiño, 1º de Mayo, Bolívar, Aroma, Icoya, Paraíso, Moleto, Ichoa. Éstos se conformaron a la par de las comunidades indígenas Limo, Sasarzama, Santísima Trinidad, San José de la Angosta, Fátima de Moleto, El Carmen, 3 de Mayo, Puerto Pancho, Puerto Beni, entre otras.María Luisa, quien saluda en yuracaré -su idioma madre- a su amiga Nieves, con tristeza e impotencia cuenta que su familia está sometida al sistema de los colonos. Por eso, dice, su esposo y ella se ven en la necesidad de trabajar con el fin de tener algo de dinero para comprar hasta carne.»Nosotros nos preocupamos más por la alimentación. No nos preocupamos de tener un negocio. No decimos que la plata no sirve, nos conformamos con lo material, nuestra gran preocupación es tener algo que comer . Como ya no hay mucho para pescar ni cazar, no nos queda otra cosa que trabajar para tener un poco de dinero”, comenta María Luisa. Vive en una pequeña casa de madera, donde cuelga una hamaca y a un costado detenta unas tablas que hacen de catre.Es irónico para los indígenas verse como peones en su propia tierra, «en su casa grande”, porque -cuentan- ahora la pesca y caza ya no es tan fructífera como antes.Es por eso que algunos originarios decidieron ingresar a regiones más cercanas al corazón del TIPNIS, con el fin de continuar con su vida «en armonía” con la naturaleza.Los indígenas cultivan coca Algunos indígenas de las comunidades de Santísima Trinidad y Moleto, entre otras, cultivan coca para tener mejores ingresos y dejar de ser peones de los colonos. «Nosotros sembramos un pedazo, sacamos un paquete, dos paquetes”, admite Miguel, mojeño y veinteañero.¿Dónde venden la coca que cosechan? «Algunas personas que vienen nos compran la hoja y por libra nos pagan entre 30 y 35 bolivianos”, informa tímidamente Miguel.Según el relato de algunos colonos que viven en Bolívar, Patiño y Santísima Trinidad, para evitar gastos de pasajes los productores venden la hoja «a un buen precio a la gente que busca”.»A la zona vienen a comprar la coca, pero no sabemos dónde la llevarán, será a Cochabamba o para un trabajo ilícito, desconocemos dónde se la llevan. Pero siempre hay compradores, si no se lleva la cosecha a Aroma, allá hay un galpón donde están los compradores de coca”, señala Cristóbal Choque, oriundo de Potosí que llegó al Polígono 7 hace 25 años.Obligados a afiliarse a un sindicato Algunos indígenas del TIPNIS dejaron de ser peones de los colonos y se dedicaron a cultivar por su cuenta la hoja de coca. Pero para poder comercializarla se vieron obligados a afiliarse a un sindicato cocalero del Polígono 7.Esto provocó que los originarios «se despojen” de su forma de vida. Ingresaron al ritmo económico de los colonos, afirma la investigadora Sarela Paz.»La forma económica de los colonos ha cambiado la vida de las familias indígenas que ya es compleja, no es nada fácil porque tienen que enfrentar mucha presión interna. Están viviendo demasiada tensión respecto al proceso de cambio que impulsan los colonos”, sostiene Paz.Señala que en los años 80 los indígenas en su pleno eran peones de los colonos. Ahora algunos producen hoja de coca y se ven obligados a tener una forma de vida similar a la de los colonos, sindicalizada.Una de las razones por las que el indígena pierde su identidad -asegura la experta- se debe al gran flujo de migrantes, resultado de la extrema pobreza y la denominada relocalización de los mineros.Página Siete