Los Yungas, una miserable farsa

José Luis Bolívar Aparicio* 

“La historia se repite dos veces: la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa», es una de las frases más memorables de Karl Marx, que está inscrita en su obra “El 18 de Brumario de Luis Bonaparte”.

La obra hace mención al Golpe de Estado que tuvo lugar el 18 de Brumario del año VIII (fecha del Calendario Republicano Francés que representa al 9 de noviembre de 1799 del Calendario Gregoriano), con el que se derrocó al Directorio, última forma de gobierno de la Revolución Francesa, cuya decadencia hizo que terminara en el caos total, razón por la cual se dio inicio al Consulado, que rigió el Emperador Napoleón Bonaparte, retornando irónicamente al régimen que había derrotado la rebelión popular de 1789.Toda una idea de Estado que había nacido con el pueblo sublevado contra la tiranía, después de tan solo una década llegó a tal anarquía, que todos los excesos contra los que se luchó en su inicio, se cometían nuevamente y de manera impune, pero esta vez, por parte de quienes los criticaron y se estrellaron en contra.Y es que la historia tiene una forma mimetizada y muy burlona de repetirse una y otra vez, sólo cambian los tiempos, los protagonistas y puede que los plazos, pero las causas y las consecuencias suelen ser irreverentemente las mismas siempre.Nuestro país no ha estado al margen de vivir situaciones similares y en estos días estamos experimentando un Deja Vu sumamente inquietante, porque lastimosamente como ya ocurrió antes, los principales actores de esta narrativa son de nuevo bolivianos muertos, que posiblemente como sucedió antes, tampoco obtengan justicia o al menos, se aclaren las circunstancias de sus trágicos fallecimientos.El año 1986 el gobierno del MNR, de manera draconiana se deshacía de una carga social terrible. La caída del precio del estaño forzó al Estado a cerrar la Comibol y despedir a más de 22.000 mineros, que con su pena a cuestas tuvieron que buscarse la vida por todos los rincones del territorio nacional.Gran parte de ellos hallaron su destino en el Chapare, región estigmatizada por el narcotráfico desde los años 70 y donde el gobierno quiso establecer una zona de colonizadores para aprovechar la generosa tierra de aquel vergel. Pero contrariamente a lo deseado, los que llegaron no cultivaron fruta, ni criaron ganado, ni nada por el estilo, lo ex mineros se convirtieron todos en los neo cocaleros.Probablemente si los mismos hubieran sido tan solo campesinos, la historia hubiera sido totalmente diferente, pero como se trataba de gente que se había formado laboral y sindicalmente en las minas, se organizaron rápidamente, mantuvieron su condición operativa y de movilización, en otras palabras, su esencia combativa estaba intacta.La marcha por la vida del año 1986 tenía como objetivo llegar a La Paz y a punta de dinamitazos y un cerco a Palacio, doblar el brazo al gobierno, pero Paz Estenssoro se les adelantó. En Calamarca les cerró el paso y los trabajadores del subsuelo sufrieron así una segunda y mucho más dolorosa derrota, pues los rindieron sin darles chance siquiera a pelear. Más de uno subió al tren que los devolvió a Oruro lamiendo lágrimas y mascullando bronca pero jurando venganza, en el fondo, sabían que tarde o temprano, la vida les daría la oportunidad de saldar esa deuda.No sólo la saldaron, cobraron hasta regalías, a tal punto que ahora son gobierno, pero para que ello suceda, mucha agua corrió bajo el puente y las más de las veces esa agua estaba manchada de sangre.La Ley 1008, una de las últimas de la gestión Paz, tenía como pilares no sólo la lucha contra el narcotráfico, sino también el control de los cocales, incrementados en esos años de forma excesiva, justamente gracias a la relocalización.Entonces su sucesor, Jaime Paz tuvo que hacerse cargo también de la eliminación de la materia prima para la cocaína, medida que enfrentaría a los bolivianos una y otra vez hasta el día de hoy.Sindicalizados y con una disciplina casi miliciana, los productores de la hoja de coca del Chapare resistieron desde los primeros intentos de erradicación hasta las medidas de control que trataba efectuar la Policía, en una zona que cada vez estaba más caliente.Hasta que con un Evo Morales aún joven a la cabeza, decidieron dejar el diálogo y evitar la erradicación con la lucha frontal. El método elegido fue el bloqueo de caminos. Por esas jugadas irónicas del destino, la principal vía de comunicación que tiene Bolivia, pasa justamente por el corazón del Chapare. A los cocaleros les alcanzaba con sentarse en medio del camino para asfixiar a todo el país. Los problemas comenzaron cuando la Policía quería hacerlos levantar, unas verdaderas batallas campales tuvieron como epicentro la ruta entre Villa Tunari y Yapacaní.Entre septiembre y octubre del año 2000 se registraron los peores incidentes, el corazón de Bolivia literalmente ardía y 40 cocaleros muertos junto a cientos de heridos fueron la más clara prueba de ello. Desafortunadamente, en esa oportunidad, el desastre llegó a extremos también por la muerte de policías y militares y la manera en que estos perdieron la vida.Los relatos son diversos, desde como los secuestraron, torturaron, ajusticiaron hasta cómo les quitaron la vida, todas ellas son historias realmente espeluznantes.El caso de los esposos Andrade fue quizás el que más conmovió a la ciudadanía, pero otros como del Sargento Veramendi o el Suboficial Lazarte también estaban plagados de datos escabrosos que parecerían más dignos de una novela apocalíptica, que de una noticia policiaca, mucho menos política claro está.Lógicamente todos los dedos apuntaron al entonces diputado Evo Morales como líder principal de los sublevados, que no dio respuestas ni ayudó tampoco a esclarecer las muertes de los uniformados y se escudaba en que los fallecimientos de los cocaleros tampoco recibían justicia.Los parlamentarios buscaron desaforar a Morales del Congreso para que la justicia dé cuenta de él, pero como la mayoría de las veces pasa en nuestro Poder Legislativo, lo expulsaron ilegalmente y más tardó en salir que en volver amparado por la Constitución y con una jugosa indemnización.Hoy en día la historia parece repetirse, los protagonistas son otros, pero las razones y consecuencias son exactamente las mismas. El escenario ha cambiado, los que antes eran ilegales ahora son la base social del gobierno del MAS, por lo que los ilegales de hoy se trasladaron a la región de la que se supone es originaria la hoja del conflicto.La policía ahora erradica en Los Yungas y se hace de la vista gorda en el Chapare y en sitios como el Polígono 7, donde los nuevos cocaleros han fundado una republiqueta, con ministerio de migración incluido.Ya aparecieron los muertos, en uno y otro bando, pero como en aquel entonces, dudo mucho que aparezca la justicia, esta vez también se buscarán chivos expiatorios y la cuerda se cortará por el hilo más angosto y todo volverá a ser lo mismo, pero esta vez, como una miserable farsa. *Es paceño, stronguista y liberal