La reina Juliana y la hechicera que hizo tambalear a la corona holandesa


Hoy hace 70 años que Juliana de Holanda llegó al trono. Su reinado estuvo influenciado por la polémica vidente Greet Hoffmans, a quien apodaron «Rasputina» y quien la tenía totalmente manipulada.

La reina Juliana de Holanda.

Juliana, mujer sencilla como una holandesa y temperamental como una alemana, había sido criada para reinar desde que sus padres no pudieron (lo más probable es que no quisieran) tener más hijos. Su boda con un príncipe holandés era casi una pauta, una obligación de la que se hablaba desde que estaba en la cuna: las casas nobles y reales alemanas eran capaces de producir consortes fuertes, robustos, enérgicos y apegados a las reglas.Pero Bernardo de Lippe-Biesterfeld no era muy apegado a las reglas. Era el díscolo consorte, aburrido de su papel secundario, que viajó por el mundo, coleccionó amantes, tuvo hijos reconocidos tardíamente y, presuntamente, coqueteó insolentemente con el nazismo en los años cercanos a su boda, en 1937.Cuando la floreciente prensa «del corazón» europa comenzaba a fijarse en el apuesto consorte holandés, todos creían que estaba siempre a punto de cometer un escándalo mediático, una tormenta cortesana o una crisis institucional. Pero no fue él, sino su esposa, la querida reina Juliana, quien provocó las tres cosas juntas.Todo comenzó cuando en 1956 Bernardo cito a palacio a una famosa curandera llamada Greet Hofmans. El príncipe estaba casi seguro de que esta mujer esquelética, cara de bruja y aspecto campesino, podría curar completamente la ceguera a su cuarta hija, la princesa «Marijke».En el fondo, en honor a la verdad, Bernardo no confiaba plenamente en la curandera, pero esperaba que ejerciera una influencia tranquilizante sobre las legítimas inquietudes de Juliana, una madre verdaderamente afligida.Para sorpresa de todos, Hofmans, que a los 54 años se expresaba con dificultad y no habría leído más que media docena de libros, pronto empezó a controlar casi completamente la personalidad de la reina Juliana, hasta que fue acusada de cumplir un papel similar al del monje siberiano Grigori Rasputín en la dinastía Romanov, no sólo en la Corte sino también en la política holandesa.La prensa internacional empezó a difundir noticias y rumores, de forma poco elegante, sobre los conflictos internos del Palacio de Stoestdijk, el hogar de la entonces reina. Decían que Juliana siempre se sintió atraída por la astrología y el ocultismo.La prensa holandesa, que abordó el tema con más delicadeza, constató rápidamente que a todos esos extraños intereses Juliana sumaba un terrible sentimiento de culpa por la ceguera de Marijke, que se debía a la rubeola que ella había contraído durante el embarazo en 1945.Hofmans se instaló en palacio, donde organizaba sesiones nocturnas en las que se oraba alrededor de la camita de la niña (quien llegó a ver de forma temporal, casi milagrosamente), confesaba a la reina y le daba dudosas clases de Teología.Pero Bernardo –inspirador del Grupo Bilderberg, entre otros logros– tenía demasiada personalidad como para dejarse apartar por una curandera. Para recuperar su lugar, tenía que encontrar un ángulo de ataque que diese el golpe de gracia a Hofmans. Y lo encontró.Después que el príncipe se armara de valor para expulsarla del palacio Stoesdijk, Hofmans se refugió en Het Oude Looe, en el castillo de la reina madre Guillermina, y continuó dictando sus misteriosas clases todos los días. Ahora tenía dos devotas seguidoras: Juliana y su madre Guillermina.

FANTASMAS EN PALACIO

Las mujeres arrastraban a sus más notables visitantes a que escucharan las prédicas de Greet, y hasta Eleonor Roosevelt la escuchó asegurar que la enfermedad no existía y que “el cáncer es un indicio de los desórdenes morales de este mundo, debidos al militarismo y a la guerra”.Bernardo, secundado por su hija mayor –la princesa Beatriz– tenía la impresión de que la reina perdía contacto con la realidad y que pronto no sería capaz de asumir las responsabilidades que implicaba la Corona.La joven princesa había quedado particularmente horrorizada al enterarse de que quienes participaban en las sesiones espiritistas de Hofmans, no se conformaban con rezar, sino que entablaban diálogos directos con extraterrestres, quienes a su vez los honraban con sus visitas.Padre e hija se volvieron partidarios de la abdicación de la reina Juliana, una noticia que sacudió a la corte. Días sombríos en el palacio real y escenas interminables en las cuales el esposo y la hija mayor acosaban a la esposa y madre: Juliana debía abdicar, y así podría dedicarse por entero al ejercicio de sus actividades místicas .El 13 de junio de 1956, el prestigioso semanario alemán publicó un artículo titulado “La reina y su Rasputin”. El Gobierno reaccionó secuestrando la edición del diario, pero el escándalo era demasiado grave como para que no se tomasen medidas: las demoledoras conclusiones de la comisión de investigación –que siguen archivadas– supusieron la expulsión definitiva de Greet Hofmans.Oficialmente, el caso de la hechicera de Stoestdijk se consideró cerrado pero su sombra siguió sobrevolando durante décadas sobre la familia real holandesa. Aunque jamás se supo la verdad completa de lo ocurrido bajo el reinado de la Rasputina, el historiador Cees Fasseur reveló en 2008, en una biografía sobre Juliana y Bernardo, la existencia de una carta anónima que amenazaba de muerte al jefe de la Casa de la Reina y a la propia Hofmans si la bruja no abandonaba el palacio.Fuente: revistavanityfair.es

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