José Luis Bolívar Aparicio*
Hace unas cuantas columnas atrás hice referencia a algo pordemás interesante y que, en lo personal, doy real valía porque este factorsostiene la verdadera dimensión e importancia de la palabra “libertad”.
Con la excepción de Haití, los himnos de los restantes 34países americanos (me imagino que sucede algo similar en el resto del mundo,pero sólo me puse a investigar nuestro continente), tienen en su lírica comoreferente ideario principal al concepto de la libertad como el sueño másanhelado y el tesoro más preciado a conservar.
Las razones son por demás obvias, pero son también dignas deun breve análisis para poder entender por qué suceden con tanta cotidianidadsituaciones que atentan contra este invaluable bien.
Según el diccionario de la RAL, la libertad es la Facultadnatural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar,por lo que es responsable de sus actos, Estado o condición de quien no esesclavo y entre otros varios conceptos, este que me gustó realmente mucho,Contravención desenfrenada de las leyes y buenas costumbres.
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A un simple entender, la libertad no es otra cosa más que elderecho al libre albedrío, a decidir por uno mismo el camino a seguir y adisponer de sus prioridades y prerrogativas en beneficio propio, familiar y/ode la comunidad en la que se desenvuelve.
Pero como sucede en cualquier sociedad civilizada, lalibertad de cualquier individuo, está supeditada al cumplimiento de ciertasobligaciones, lo que de por sí limita de alguna manera todo lo libre que puedaser uno, puesto que como indican las buenas costumbres, los derechos de una persona,se acaban donde empiezan los derechos del vecino.
Por ello es que las normas y las leyes existen, y por eso esque es tan importante que los ciudadanos conozcan las mismas, sé de la molestiade informarse acerca de sus deberes y derechos y lo más importante de todo,tengan el compromiso moral y dedicado de cumplirlas, más allá de la existenciao no de un ojo vigilante.
Por todo ello, desde las primeras polis y desde el origen dela filosofía, es que otorgar y privar del beneficio de la libertad, ha sidosignado a hombres, en primer lugar, letrados y en lo posible doctos, dado quela administración de la justicia tiene como finalidad primaria, el que elinocente jamás vea limitado su derecho natal de hacer lo que su concienciadicte, cuando y como quiera.
Quien religue en estos ideales, debería estudiar el Derecho,y dedicar su vida al ejercicio de la abogacía, ya sea para litigar, acusar,defender o juzgar, todo ello en beneficio del cumplimiento estricto y cabal dela Ley y que sus congéneres confíen en que su Estado, cuida como oro el bienmás añorado de sus ciudadanos.
Por todo ello, al terminar la secundaria, quienes opten porseguir la carrera de Dalence, deberían entre muchas otras cosas, al momento depostular a una universidad para ingresar a la facultad de Derecho, atravesaruna serie de filtros que impidan a gente inepta, poder luego tener un cartón deabogado, y hacer con él todo lo contrario a lo que dictan sus postulados.
No existen los profesionales perfectos, como humanos quesomos todos, proclives somos al error y todos hemos tenido que enmendarnuestras faltas alguna vez, unas más que otras sin duda, pero nadie debeestudiar para equivocarse a propósito o para tener el conocimiento y lasherramientas necesarias para hacer todo lo contrario de lo que se espera, en elejercicio de su deber.
Pero en nuestra querida Bolivia al parecer, existenciudadanos que hacen difícil imaginar siquiera, cómo es que justamente sehicieron abogados, al igual que sucede con los sacerdotes pedófilos, estosjurisconsultos son la antípoda absoluta de lo que uno espera encontrar de unapersona que ha estudiado leyes.
La sola idea de que existe la Asociación de Damnificados delFiscal Quispe, le pone a uno la piel de gallina. Cómo es posible que laciudadanía haya tenido que organizarse (en gran número, además), para poderdefenderse de quien se supone, asumió el cargo para defenderlos y hacerprevalecer sus derechos. Este miembro del Ministerio Público, pensó que cuandojuró como Fiscal, tuvo su bautizo de ingreso a una pandilla, y se trazó comometa, cometer la mayor cantidad posible de crímenes y seguramente si alguien sepone a contar la cantidad de procesos penales en su contra, debe estar a laaltura de los más avezados delincuentes pertenecientes al hampa.
Otro personaje de reciente descubrimiento y gran repercusiónmediática, es la ex jueza Patricia Pacajes, quien, junto a otros dos cómplices,los fiscales Edwin Blanco y Susana Boyán decidieron que un inocente, veacastrado su derecho básico a la libertad, simplemente porque una disposiciónpolítica superior así lo determinó.
Sobre esta dama, no sólo sorprendieron su floridovocabulario, más digno de un barra brava que de un magistrado, sino ante todo,su falta de hidalguía, de honor, de valor civil para aceptar su error y asumirlas consecuencias del incordio cometido, cuando le tocó juzgar y ellasimplemente castigó, amparada en un cargo que le quedó inmensamente grande.
Y, por último, cuando se creía que ya se había visto todo,apareció el artista doctor Jhasmani Ramiro Torrico Lecler, como tan ufanamenteél mismo aclara a una de sus víctimas que entre golpe y golpe, se entera lanueva modalidad de cobranza de este aprendiz de mafioso. Un golpeadorprofesional de la Cosa Nostra pasaría clases con semejante joyita, quien porcierto, no está inscrito en el Colegio de Abogados, pero eso sí, obtuvo sulicencia para ejercer la profesión, en el Ministerio de Justicia.
Con estos tres ejemplos entre tantos otros, uno se pregunta,qué debe hacer la sociedad para defenderse de quienes se supone deberíandefenderlo y cómo evitar que las universidades sigan licenciando a esta clasede fichas.
De manera urgente, los entes colegiados, las casas de estudios superiores y el Estado como tal, deben sentarse en una mesa y dejando la política de lado, planificar con grado de urgente, las medidas a tomar para que el derecho vuelva a ser recto, y que los ciudadanos de Bolivia vuelvan a sentir que su libertad está en las manos debidas, y no como sucede ahora, que cuando uno va al juzgado en lugar de saludar se persigna.
*Es paceño, stronguista y liberal