Brasil, país llave de Sudamérica

Emilio Martínez CardonaTrump y Bolsonaro tuvieron su cumbre en la Casa Blanca, donde –como era de esperar- dieron muestras de sintonía personal e ideológica. Hablaron de alianza político-militar, incluyendo la idea de que la potencia latinoamericana ingrese a la OTAN. Una idea brillante que cambiaría balances de poder mundiales y que debe estar preocupando bastante en La Habana, Moscú y Teherán. Esto último, teniendo en cuenta que el eje en construcción sería Washington-Brasilia-Jerusalén.Por supuesto, entre los puntos centrales de la agenda no podía faltar Venezuela, sometida por el socialismo chavista al peor oscurantismo. En el sentido más literal de la palabra. Los Trump del norte y del sur enfatizaron que “todas las opciones están sobre la mesa” y que “no se descarta la vía militar”. Un día antes, una delegación estadounidense le había rayado la cancha al equipo del Kremlin, durante una cita en Roma. Y lo cierto es que, por más pataleos diplomáticos que pueda emitir el régimen de Putin, la decisión de contrarrestar el injerencismo de las potencias extra-regionales en América Latina parece irreversible. Monroe ha vuelto y está muy enojado. De manera que ni las posturas timoratas del Grupo de Lima ni el lenguaje sibilino del Grupo de Contacto serán los que marquen la ruta de la región. Se trata de lograr un hemisferio occidental 100% democrático.La clave en este giro es la actualización de la doctrina de los “países llaves”, formulada por Henry Kissinger cuando la guerra de Vietnam demostraba que un intervencionismo generalizado no era una elección estratégica razonable.No es que no hubiesen razones sobradas para tratar de contener al Vietcong, como lo prueba el millón de víctimas cobradas por la dictadura comunista instalada tras el retiro de las tropas de la coalición occidental.Pero la vía más inteligente era descubrir al “país-llave” de cada región, para construir con él una alianza y dejarle el rol de la estabilización.Eso llevó al acercamiento con China, jugada de ajedrez que terminó de dividir al campo socialista y preparó las condiciones para el advenimiento del aperturismo económico de Deng Xiao-Ping.El país llave de Sudamérica es Brasil, algo ya advertido décadas atrás y criticado por los teóricos marxistas como “subimperialismo” (ironías de la historia: Cuba terminó siendo el “subimperialismo” de alquiler de cuanta potencia extra-regional quiso intervenir en la zona, desde la Unión Soviética hasta la república islámica de los ayatolas).Una firme alianza entre Brasil y Estados Unidos tendrá repercusiones positivas para la lucha por la libertad en todo el continente, algo muy distinto a los tiempos en que Barack Obama toleraba o estimulaba el poder del lulismo, verdadero sostén del bloque de cleptocracias que en la última década y media han saqueado América Latina.A donde vaya Brasil irá la región, le pese a quien le pese. Y el Foro de Sao Paulo está muerto y enterrado.