Iba a ser el salvador de la región. Ahora, el ‘New York Times’ pone al descubierto su plan secreto para silenciar disidentes.

Hubo un momento de 2015 en que a Mohamed Bin Salman, empezaron a llamarlo en Arabia Saudí Mr. Todo. Con tan solo 29 años su padre, el rey Salman de Arabia Saudí, había decidido nombrar al hijo mayor de su tercera esposa ministro de Defensa, ministro del Interior, jefe de la Casa Real, presidente del Consejo Económico y de Desarrollo, y jefe de Aramco, la principal compañía petrolera del país, eje central de su economía. Además, el monarca había destituido al su medio hermano como heredero, poniendo en su lugar a su sobrino, al que pronto Mohamed desplazó. Nunca antes ningún príncipe en la historia saudí había acumulado tanto poder en sus manos.
MBS, como se le conoce popularmente, se había ganado el favoritismo de su padre, al ser el único de sus hijos que se había criado cerca de él. En vez de estudiar en el extranjero, como el resto de sus hermanos, Mohamed se licenció en derecho en la Universidad Rey Saud y, desde los inicios, se acostumbró a seguir a su progenitor -durante 48 años gobernador de la provincia de Riad- a las reuniones oficiales.
Sin explicitarlo, estaba claro quién estaba al mando en Arabia Saudí. No era un rey octogenario y enfermo, sino un príncipe millennial con ideas novedosas para transformar su país. Un país dónde el 65% de la población tiene menos de 30 años. Y a esa audiencia se dedicó el “monarca”. Lo llamó Vision 2030.
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Después de tocar a los suyos, MBS se lanzó a por la religión. El joven príncipe apostó desde el inicio por un “islam moderado y abierto al mundo, a todas las religiones tradiciones y pueblos”, declaró. No solo frenó la autoridad que tenía la policía de la moral para demandar a las mujeres por no cubrir su cuerpo, sino que además dijo que la abaya, el sayón negro con el que se cubren, no era obligatorio. Después, con el objetivo de que pudieran ir a trabajar sin un hombre o chófer que las llevara y se convirtieran en una nueva fuerza laboral independiente, les permitió conducir coches, bicicletas, patinetes. Y bailar. Riad empezó a recibir estrellas internacionales como Mariah Carey, David Guetta o el Circo del sol, algo antes impensable. Los cambios se sucedieron a una velocidad tan vertiginosa que el Departamento de Estado de EE UU, el Pentágono y las agencias de inteligencia estadounidenses llegaron a decir que temían por la impulsividad del heredero. Pero el New York Times acabó por coronarlo diciendo de él que era el príncipe de la Primera Árabe.
Fuente: revistavanityfair.es