Cartas que se debieron enviar

José Luis Bolívar Aparicio*

 

Entre muchas de las actividades y acciones que decidió hacer el gobierno con vistas a nuestro bicentésimo aniversario, existe un proyecto denominado «La Biblioteca del Bicentenario», que procura recoger las mejores obras literarias bolivianas, escritas en los 200 años de nuestra vida republicana y obviamente, la plurinacional.



Distinguir siquiera alguna de ellas sería casi imposible, pues de las más de 200 obras, destacan por su importancia todas, y es muy difícil compararlas, o decir que alguna es mejor que la otra, todas ellas son dignas de leer y analizar, y constituyen un verdadero tesoro lliterario.

Sin embargo, un libro que destaca entre todos por ser una muy interesante recopilación, es la obra de don Mariano Baptista Gumucio, quien hizo una laboriosa colección de cartas, de diferente autores, a distintos destinatarios, y que en sus líneas contienen de diversas maneras, episodios relevantes de nuestra historia y como su título indica, ayudan y mucho a «comprender» nuestra existencia como país.

«Cartas para comprender la historia de Bolivia», es un maravilloso compilado, donde se pueden leer misivas de personajes como Simón Bolívar, Antonio José de Sucre, Andrés de Santa Cruz, Mariano Melgarejo, Adela Zamudio, Simón Patiño, Franz Tamayo, Víctor Paz y hasta del Che Guevara, que con sus pedidos, reclamos, observaciones o relatos, nos guían a través de nuestra historia, pero desde la perspectiva personal de sus los principales protagonistas.Una de estas misivas, es la que le envía, uno de los hermanos García Lanza, Manuel Victorio, a nada más y nada menos que don José Manuel de Goyeneche.Resulta que tras la Revolución de Julio de 1809, los levantados con Pedro Domingo Murillo a la cabeza, huyeron en desbande después de las primeras detenciones y ejecuciones, varios de ellos con rumbo a Los Yungas en el noroeste paceño.Es durante este periodo de exilio forzado y seguramente ajustado por la condición de prófugo y con un alto precio sobre su cabeza, que don Gregorio García Lanza, le escribe una carta a su perseguidor, me imagino que pensando en que el elogio y la adulación, seguidas de un premio irrechazable, podría tener un resultado magnífico para los perseguidos, aunque la consecuencia fuese infame para la campaña.»Desde luego que cualesquiera juzgará que las operaciones de esa noble y valerosa ciudad se deben reputar con asquerosos epítetos pero una penetración sabia y prudente como la de vuestra señoría, y considerando y reconociendo por menor sus fundamentos e incidentes, conocerá que no le son debidos. Las miras no se han dirigido distantes de un corazón fiel y leal a su soberano.»Con esa estrofa da principio don Gregorio a su desesperada epístola, tratando de con galantería y zalamería excesiva, ablandar el corazón de un hombre que pese a haber nacido en América, era un acérrimo defensor de la Corona Española y que la defendió incluso con extrema crueldad de las primeras rebeliones patriotas, ganándose el título de Conde de Guaqui por sus tremendas victorias y el apelativo de «verdugo de América», por la crueldad con la que actuaba y castigaba quienes se revelaban contra el imperio español.Lanza seguramente pensó que si además de adularlo, le hacía una oferta irrechazable, este caería víctima de su vanidad y aquello podría dar un vuelco trascendental a la situación por la que atravesaban.»Para prueba de esto y bajo los mismos sentimientos, tome vuestra señoría el mando y gobierno de toda la América; para el efecto y su seguridad, recoja las armas de todas las provincias, las de La Paz se las prometo, dispuestas a sus órdenes y protesto entregarle las de Cochabamba, Chuquisaca y Potosí mediante su comisión.» Fue así como Lanza le ofreció una corona en este nuevo reino, y a él, entronizado como el nuevo soberano de estas tierras.Para su desgracia, el criollo no pisó el palito, y los innumerables títulos nobiliarios que le dieron Fernando III y compañía, le fueron suficientes para seguir en su empeño de destruir la guerra emancipadora.Como premio a su carta, tras la derrota en la batalla de Chicaloma, a Lanza le separaron la cabeza del cuerpo y la mostraron al pueblo, clavada en una pica, como muestra de escarmiento. Obviamente todo lo contrario a lo que esperaba recibir, como premio a su comedia carta.Cuando leí la también comedida misiva que enviaron varios diputados nacionales a Donald Trump, para que interceda por Bolivia ante la Organización de los Estados Americanos, no llegué a comprender realmente, qué es lo que estaban buscando.Probablemente todo lo contrario a lo que cosecharon, al mismo tiempo que demostraron que gran parte de la oposición política de nuestro país, tiene su mayor problema en el hecho de que hasta la fecha no llegan a entender nuestra realidad y mucho peor nuestra idiosincrasia, rebelde y chauvinista como pocas.La decisión de muchos de ellos de retirar su firma de la nota (como si se pudiera hacer eso), es una clara muestra del error que cometieron y del rechazo generalizado a esatorpeza, observada incluso por los más acérrimos opositores al régimen de Morales.Es una verdadera iniquidad que algunos bolivianos no seamos conscientes de que debemos resolver nuestros problemas, entre nosotros mismos, sin pedir el auxilio de nadie, y mucho menos de quien no quisiera nuestro bien y desarrollo, sea quien fuere que estuviera al frente de nuestra nación.Una verdadera vergüenza lo acontecido con estos representantes nacionales, y aunque declarar el hecho como traición a la patria es una absoluta exageración, el oprobio generalizado debería llamarlo mínimamente a pedir disculpas por semejante torpeza.*Es paceño, stronguista y liberal