El dos veces presidente del Perú, Alan García, no era japonés ni mucho menos, pero recurrió al suicidio como escape del destino que le esperaba por las denuncias de corrupción en su contra, concretamente porque supuestamente recibió sobornos de la empresa brasileña Odebrecht, una marca que ha dejado manchados a decenas de mandatarios y funcionarios de América Latina, entre ellos a tres ex jefes de estado peruanos. Recientemente arrestaron a Pedro Pablo Kuczynski, quien renunció a su cargo el año pasado, Alejandro Toledo se encuentra prófugo y Ollanta Humala cumple un arresto domiciliario de 18 meses junto a su esposa Nadine Heredia. No se puede dejar de mencionar a Alberto Fujimori, condenado a 25 años de prisión y que todavía permanece detenido pese a su avanzada edad. Él sí es japonés, pero nunca intentó recurrir al harakiri, procedimiento que supuestamente les devuelve el honor a los indignos. En otras palabras, Perú brinda algunas esperanzas en la lucha contra la corrupción, pero tampoco es para entusiasmarse mucho.
Fuente: eldia.com.bo