Toto Arévalo: «La Copa América ha perdido esa esencia de talento»

El conocido Alfonso “Toto” Arévalo sigue batiendo récords en cuanto a transmisiones deportivas. En esta charla con OH! recuerda su carrera, pero también evalúa a la Copa América y al fútbol nacional.

 



—¿Cuánto tiempo ya está dedicado al periodismo deportivo?

—He cumplido 52 años trabajando en medios. Trabajé primero en radio Centro de Cochabamba, luego en Los Tiempos, después como corresponsal de Hoy Deportivo, fui además corresponsal de la revista “Goles” de Buenos Aires. Posteriormente di el salto a La Paz, para comenzar, hace 42 años, en Televisión Boliviana, “Deporte Total”.

 

—¿Por qué relegó la abogacía y se dedicó al periodismo deportivo?

—Primero fui periodista y luego abogado, pero nunca ejercí la abogacía. Cuando estaba en el sexto curso de la escuela Juan Crisóstomo Carrillo, relataba los partidos de fútbol que me imaginaba. Ese año, 1963, se jugaba el campeonato Sudamericano en Bolivia. Mis compañeros, al ver mi entusiasmo, me hacían relatar los partidos en horas cívicas que se hacían con motivo del Sudamericano. Ahí ya sabía qué es lo que más me gustaba, y aspiré a eso, a ser periodista deportivo.

 

—¿Y fue testigo de aquella máxima gloria futbolera de Bolivia?

—Estuve en lo que hoy es la curva norte. Esa vez habían habilitado rampas de tierra para los niños. Ahí vi los partidos y estuve también en la final entre Bolivia y Brasil. Cuando acabó el partido salté la malla olímpica, lastimándome la espalda, y entré a la cancha junto a cientos de aficionados que la Policía intentaba contener. Corrí en busca de Wilfredo Camacho con la esperanza de que me regalase su camiseta, pero, cuando lo hallé, le habían despojado hasta del pantalón corto y los botines.

 

—Si ya tiene 52 años de periodista y era un niño el 63, ¿significa que ya ejercía desde adolescente?

—Cuando estaba en secundaria, en el colegio Nacional Sucre, me conocían por cómo me gustaba el periodismo deportivo. Trabajaba ya en radio Centro y no sólo en la sección deportes; era el encargado de cortar y corregir los cables del teletipo (dispositivo telegráfico de transmisión de datos). Iba en el recreo a cortarlos, volvía, los corregía en clases. Y al finalizar corría nuevamente a la radio para llegar a las 12:45 y dejarlos listos para el noticiero.

Esa vez ya tenía mi propio programa deportivo. Luego creé otros más como “Ovación” y “Deporteando en Las Vegas”. Pasé a trabajar en la página deportiva de Los Tiempos.

Cuando salí de colegio, no había la carrera de Comunicación Social. A mi padre le había prometido tener un título profesional. A él no le gustaba la idea del periodismo porque esa vez el periodista era quien hacía ese trabajo por hobby. Pero yo lo asumí como una tarea profesional. Y lo más cercano al periodismo era Derecho. Entonces entré a la Universidad Mayor de San Simón, cursé los cinco años de la carrera y rendí mi examen de grado que versaba sobre deportes. Ahí demostraba que el contrato de trabajo del jugador de fútbol correspondía al régimen laboral del país.

 

—¿Cómo fueron sus primeras transmisiones a nivel nacional e internacional?

—Tenía 17 años cuando me mandaron, y había que ir por tierra a Santa Cruz a transmitir un partido entre Blooming y Wilstermann. Y a los 18 años, en junio, cuando aún estaba en colegio, radio Centro y Carlos Dalence me dieron una gran sorpresa: viajé al partido, por las eliminatorias de Mundial de México, que jugaron Argentina y Bolivia, en el estadio de la Bombonera de Buenos Aires. Fue una de las más grandes experiencias de mi vida, algo inolvidable. Tuve el privilegio de estar en la cancha. Es más, cosas del destino hicieron que en ese partido yo ayudara como puesto de campo a una de las voces más importantes del periodismo deportivo hispanoparlante: Joaquín Carballo Serantes, Fioravanti.

Poco después, en junio de 1972, viajé solo, por tierra, a Brasil. Fui a cubrir la minicopa del Mundo (un campeonato organizado con 15 selecciones en homenaje a la Independencia brasileña). Bolivia jugaba en una de las llaves con Perú, Venezuela, Paraguay y Yugoslavia. Me moví por todo Brasil. Obviamente eran tiempos sin televisión, ni microondas, ni internet. Recuerdo que el partido Bolivia – Yugoslavia, en Campo Grande, ese domingo transmití para mi grabadora. Luego, compré un rollo de fotos a un fotógrafo que estaba en el estadio y escribí una crónica rapidita.

Tuve la suerte de que de Campo Grande a Santa Cruz viajaba una avioneta con Edgar Peña, el presidente de la Federación Boliviana de Fútbol. Envié el material con él. Y tuvo la gentileza de reembarcarlo en Santa Cruz ese mismo domingo con un pasajero que iba a Cochabamba. Fue histórico: esa noche, en la redacción de Los Tiempos tenían la crónica y las fotografías del partido, y a radio Centro le llegó el casete con el relato que iban a transmitir en diferido.

 

—Entiendo que fue un gran resultado para Bolivia, Yugoslavia era una potencia que avanzó hacia semifinales. En lo personal, seguro fue un impulso para su carrera, ¿no?

—Sí, ese 18 de junio, empatamos con Yugoslavia a un gol y fue un resultado espectacular. Digo empatamos porque amo a la selección nacional como nadie. Y sí, allí en la minicopa de Brasil, comencé a escribir mi nombre en los medios y a comunicarme con la gente.

Pocos días después, creo que era 23 de junio, transmití, desde Manaos, Venezuela – Bolivia. Y, hay que tener suerte en la vida, apelé a una radio católica, Rio Mar. Le pedí a un sacerdote español, fray Tiago, que me prestara la onda corta para transmitir hacia Bolivia. Él me preguntó: “¿Y cómo van a escuchar allí, si no hay forma de comunicarnos desde Manaos con Bolivia?”. Le respondí que creía en Dios y que bastaba con que me escuchara un boliviano para que yo sea muy feliz.

Transmití a ciegas, pero esa transmisión se escuchó en toda Bolivia. Un radio aficionado de Manaos me buscó al final del partido y me puso en contacto con don Daniel Arteaga de radio Grigotá de Santa Cruz. El señor Arteaga me dijo: “Cien por cien la transmisión, toda Santa Cruz escuchó”. Me puse a llorar de emoción.

 

—¿Y cómo escuchó el resto del país?

—Luego supe que, en Cochabamba, mi gran amigo Carlos Dalence se había puesto a buscar en onda corta las transmisiones de Brasil, y de pronto escuchó el himno boliviano y luego mi voz. Cuentan que se emocionó tanto que hizo caer el radio receptor desde un segundo piso y tuvo que buscar otro urgentemente. Entonces, radio Centro también transmitió. Su señal llegó a otras radios del país que hicieron una gran cadena nacional.

 

—Esa vez la Copa América estaba en una pausa de siete años y volvería en 1975. Seguro transmitió esa y en todas las siguientes.

—Sí, estuve en todas esas. Son 19 versiones de la Copa América en las que he transmitido.

 

—Parece que las dificultades de hoy se llaman monopolio de las megacadenas y los derechos de transmisión, ¿es así?

—La FIFA ha convertido al fútbol en el más grande negocio. No arriesga nada y los futbolistas producen millones. A sus dirigentes les interesa cuánto va a recaudarse. Para ello apelan a todos medios comunicacionales posibles. La televisión por cable sustenta a eventos como la copa mundial o la Copa América. Los asociados a esas cadenas y la base económica que han generado han hecho que la FIFA quintuplique el costo de los derechos de televisión. La Copa América antes no se cobraba.

 

—Con el paso de los años, ¿las copas América han perdido corazón?, ¿se han vuelto frías?

—La Copa América fue y es un gran negocio para la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol). Ha perdido alma por dos razones: la mayoría de los jugadores que participan juegan en Europa se identifican poco con el fútbol que se juega en Sudamérica. Y, luego, se marcan unas diferencias peligrosas, donde Bolivia ya va muy atrás. Pero siempre sabemos la misma historia: en las finales estarán Argentina, Brasil o Uruguay y por ahí tal vez se metan Chile o Colombia. Ahí está el negocio, entre ellos.

 

—Yendo a la misma práctica, ¿cree que antes el fútbol era más arte y hoy es mucho más cálculo y técnica fría?

—Verdad, Sudamérica era arte, era belleza, era talento, era genio. Hoy se ha esquematizado demasiado. Antes, los europeos trataban de imitar a los sudamericanos por la calidad de su fútbol; hoy los sudamericanos queremos imitar a los europeos en fríos sistemas tácticos sumamente rígidos. Estamos dejando de lado el talento natural de las grandes estrellas.

Hoy, sí, se juega mejor en Europa, pero se juega mejor allá porque los talentos sudamericanos se van para Europa. Y la Copa América ha perdido esa esencia de talento y calidad porque las ideas europeas han enfriado el calor y la pasión por el fútbol.

 

—En ese escenario, ¿qué está pasando con el fútbol boliviano?

—En los años 40 y 50, el fútbol boliviano estaba por encima de los de Ecuador y Colombia, y cerca del de Perú. No había Venezuela. Hoy está lejos de todos. ¿Cuál es la causa? Una pésima conducción dirigencial que no ha protegido el factor humano para la producción de talentos en el país. Ha logrado además el absurdo fenómeno de que los jugadores ganen más dinero y jueguen menos fútbol.

Se han perdido los semilleros naturales. Lo que se ha hecho, por ejemplo, en Cochabamba es suicida: pelearse entre dirigentes y perjudicar al fútbol cochabambino que antes era base de las selecciones nacionales.

Hoy no hay ni un solo jugador de Cochabamba en la selección. Y eso influye en la calidad del fútbol nacional. Cochabamba dejó de ser el proveedor de jugadores líderes para Bolivia. Ese temperamento se complementaba con la habilidad de los cruceños y la resistencia de los occidentales en un equilibrio magnífico. Hoy, en Wilstermann el 80 por ciento de los jugadores son cruceños. En la selección del 94 había cinco titulares provenientes de esta tierra.

 

—Pasamos de la etapa de los dirigentes mecenas a la de los dirigentes inversionistas, ¿cuál es el principal problema?

—Los dirigentes que hoy entran al fútbol ponen plata, pero “ponen”, es decir, entre comillas. Ello porque le dan a un equipo 50 o 100 mil dólares, pero ese dinero lo gastan como si fuera suyo. Luego, cuando se van, recuperan esa plata a costa de los propios clubes. Es un círculo vicioso de malas inversiones y presupuestos superfluos. El fútbol debe vivir por sí mismo, con gerenciamiento y administración inteligente. Pero esa idea no les gusta a esos caudillos que ponen su plata, pero con otros intereses.

Unos van al fútbol en busca de un espacio social y político, para que la gente los conozca, sino serían “equis”. No son todos, pero sí gran parte.

 

mundial_de_1982.jpg

Alfonso “Toto” Arévalo Araníbar
CORTESÍA

PERFIL

Alfonso “Toto” Arévalo Araníbar

Fecha de nacimiento:

26 de enero de 1951 en Cochabamba

Padres: Simón Arévalo (+) y Lola Araníbar (+)

Profesión:

Es abogado y periodista deportivo, pero también empresario y está ligado a los medios de comunicación desde 1977, cuando fundó su programa “Deporte Total”.

El año 2012 presentó “A los 45 del primer tiempo”, un libro autobiográfico.

Fuente: lostiempos.com