El apoyo incondicional a su esposo ha hecho que sea una de las primeras damas estadounidenses menos valoradas. A los 45 años de la renuncia de Richard Nixon por el Watergate, recordamos su figura.

Las listas sobre las primeras damas más populares, más queridas, más elegantes o más influyentes de Estados Unidos suelen incluir siempre los nombres de Eleanor Roosevelt, Abigail Adams, Betty Ford, Lady Bird Johnson y, por supuesto, Jackie Kennedy. En los últimos años, incluso aparecen Hillary Clinton y Michelle Obama que, a pesar de lo reciente del mandato de sus esposos, han dejado impronta en la sociedad estadounidense.
La que raras veces aparece, por no decir ninguna, es Pat Nixon, una mujer hecha a sí misma que fue arrastrada al olvido por las nefastas decisiones políticas de su esposo, al que apoyó en todo momento, incluso cuando, hoy hace 45 años, tuvo que abandonar la Casa Blanca por el caso Watergate.
El matrimonio perfecto
Resulta complicado imaginar al hierático Richard Nixon haciendo una audición para una obra de teatro aficionado. O patinando sobre hielo. O forzando un encuentro para que parezca casual. Menos aún haciendo todas esas cosas por una mujer. Sin embargo, eso fue lo que sucedió cuando el futuro presidente de los Estados Unidos –que por entonces era un prometedor abogado–, se propuso conquistar a la joven Pat que, todo sea dicho, no se lo puso fácil. Iniciaron su noviazgo en 1938 y se casaron dos años después, aunque posiblemente Pat hubiera deseado esperar algo más. Que Richard Nixon tuviera que embarcarse para combatir con la marina en la Segunda Guerra Mundial, acabó por decidirla.
Todo parecía normal
Después de la derrota ante Kennedy, Nixon sumó un segundo varapalo al no conseguir ser elegido Gobernador de California en 1962. Una derrota que agrió su carácter y enrareció la relación con Pat, que comenzó a sufrir la ira de su esposo en forma de palizas y malos tratos. En “The Secret World of Richard Nixon”, Anthony Summers recogía el testimonio de John P. Sears, un exasistente de campaña de Nixon, que relataba cómo el abogado de la familia del presidente, Walter Taylor, le comentó que “Nixon la había golpeado en 1962 y que, a consecuencia de ello, Pat había amenazado con dejarlo. No estoy hablando de una bofetada. Le puso un ojo morado”.A pesar de la grave situación, el matrimonio nunca dio signos exteriores de tener problemas. Los medios de comunicación silenciaron ese y otros episodios de violencia en la pareja y contribuyeron a mantener la impresión de matrimonio unido extendiendo la idea de que, a pesar de la frialdad en sus apariciones en público, en la intimidad Richard Nixon era un marido cariñoso y divertido. La normalidad era tal que, como venía siendo habitual, Pat se implicó en la campaña presidencial de 1968 que consiguió, finalmente, que Nixon fuera presidente y ella primera dama.
Fuente: revistavanityfair.es
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