Los candados del Pacífico

El último candado es del año pasado. Un triunfalismo ingenuo hizo abrigar excesiva esperanza y el tribunal pulverizó todos los argumentos de Bolivia. Ahora una mordaza legal nos impide tocar el mar con soberanía. En la campaña electoral, ni una palabra. Y es la más grande pérdida que ha sufrido el país.Demetrio Reynolds*Hasta el año 29 del siglo pasado, eran sólo dos; ahora, con el de La Haya, son tres: tres candados que nos cierran el paso hacia el mar. Como se recordará, el empeño infructuoso de buscar el camino pasó por tres instancias distintas, pero con una característica común. Por la dejadez y la incapacidad, parece que nosotros mismos nos lo hemos puesto con nuestras manos. Siempre le hemos ayudado a Chile a ganarnos. “No era que Chile estuviera mareada con su victoria, sino Bolivia con su derrota” (Roberto Prudencio).La firma del ominoso tratado de 1904 (primer candado), redactada en términos de sarcástica ironía: “de paz y amistad”, se realizó a casi un cuarto de siglo después de finalizada la guerra. Bolivia, ¿qué hizo en este lapso? Nada. La élite política se ocupaba de disputar encarnizadamente el poder. Se entregó en bandeja todo el Litoral a cambio de “un plato de lentejas”, como se dice. El presidente Montes dijo en su Mensaje al Congreso de 1908: “El gobierno cree haber cumplido su deber, un deber doloroso y sin gloria, pero un deber que ha permitido al país recabar su personalidad”. ¡Otra ironía sarcástica!Chile al principio se mostró asequible, le convenía jugar esa carta con calculada astucia; tenía otros problemas. Como base de negociación incluso aceptó, verbalmente, ocupar el Litoral sólo por un decenio para resarcir el costo de la guerra. (Qué extraño: cobrarle al propio damnificado el costo de la usurpación).Pasada esa circunstancia, Chile endureció su actitud. Aduciendo el mal ejemplo de otros, el ministro chileno Konig llegó a justificar el despojo con brutal franqueza: “Nuestros derechos nacen de la victoria, la ley suprema de las naciones”. Aplicando esa misma ley, Bolivia ya sabe lo que debe hacer para volver al Pacífico. El segundo candado es una cláusula secreta entre Chile y Perú en 1929; es decir, casi medio siglo después de la guerra. Por lo visto, la alianza terminó mal. Dando las espaldas a Bolivia, Perú firmó un tratado con chile, con un protocolo complementario que decía: “Los gobiernos de Chile y Perú no podrán sin previo acuerdo entre ellos, ceder a una tercera potencia (Bolivia) la totalidad o parte de los territorios que quedan bajo sus respectivas soberanías”. En 1975 hubo una negociación bilateral entre ambas naciones, y en cumplimiento del “protocolo” mencionado, y ante la consulta de Chile, Perú planteó la contrapropuesta de establecer una soberanía tripartita que Chile rechazó. Ahí quedó el famoso abrazo de Charaña entre Pinochet y Banzer. Perú no necesita puertos; la reivindicación pendiente es de tipo moral, por eso no renunció a su derecho sobre Arica.El último candado es del año pasado. Se nos arrebató la salida al mar en la guerra del Pacífico, y en 1979 después de un logro diplomático espectacular un golpe de Estado, el de Todos Santos, nos anuló el impulso y el apoyo continental. Sólo nos quedaba el recurso jurídico. Un triunfalismo ingenuo hizo abrigar excesiva esperanza, y el tribunal pulverizó todos los argumentos de Bolivia. Ahora una mordaza legal nos impide tocar el mar con soberanía. “Hemos quemado mal nuestro último cartucho con Chile” (Paz Zamora). En la campaña electoral, ni una palabra. Y es la más grande pérdida que ha sufrido el país.*El autor es escritorEl Día