La antítesis, un traje hecho a la medida

Omar Yujra Santos

 En los años 70, el neoliberalismo o “nuevo” liberalismo económico en alusión al clásico laissez-faire (dejar hacer dejar pasar) tomó protagonismo. Estas ideas que vinieron de la Escuela de Chicago con sus representantes F. Hayek y M. Friedman, y puestas en práctica por M. Tatcher y R. Reagan, fueron una de las principales causas de la gran crisis del sistema financiero internacional de 2007 y 2008, que a la fecha no ha terminado de disiparse.

En los países en “vías de desarrollo” se implementaron a partir del Consenso de Washington, a través de sus organismos como el Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y el Departamento del Tesoro de los EE.UU.



En América del Sur inició en Chile con el Golpe de Estado de A. Pinochet, tras asesinar al presidente Salvador Allende en 1973, pasando luego al resto de los países de la región. En Bolivia estuvo presente durante más de 20 años (1985-2005) y retornó recientemente a algunos países como Argentina, Brasil y Ecuador.

La tesis del mercado eficiente hizo que se privaticen los recursos naturales y las empresas del Estado, esperando que la mano invisible resuelva los problemas -no había política fiscal ni monetaria pues todo venía de la receta y los organismos- aspecto que solo dejó un país sin ingresos y con mayor pobreza y desigualdad.

Ante ese escenario, en 2005, junto al Programa de Gobierno presentado por el entonces candidato Evo Morales se planteó la antítesis al fundamentalismo de mercado: el Modelo Económico Social Comunitario Productivo.

Este modelo no es una receta importada, no es una recomendación de organismos y mucho menos de algún gobierno extranjero. Es en esencia el desarrollo de ideas propias, de profesionales bolivianos (Luis Arce y Carlos Villegas), previo análisis minucioso y profundo de la realidad económica y social del país. Es un “traje hecho a la medida” para Bolivia.

Busca resolver los problemas sociales y no simplemente los tecnicismos económicos del modelo neoliberal, es decir solucionar no solo los problemas del individuo, sino principalmente los de la comunidad, la mayoría de la población. Por tanto, el modelo no busca únicamente los resultados económicos, sino lo más importante: resultados sociales.

Durante décadas Bolivia vivió en la pobreza aun teniendo riquezas, pues como bien sabemos, no necesitamos extender la mano para generar ingresos por los recursos naturales que tenemos, aunque los mismos hayan sido saqueados durante gran parte de nuestra historia, como lo señalaba Marcelo Quiroga en “El Saqueo de Bolivia”.

El actual modelo plantea que el Estado, que somos todos los bolivianos, recupere y se apropie de los excedentes económicos provenientes de los recursos naturales (nacionalización), por cuanto es a nosotros, a los que nos interesa el desarrollo de nuestro país.

Estos excedentes son redistribuidos para impulsar la demanda interna, a partir de las transferencias condicionadas, subvención cruzada, entre otras y sobre todo la industrialización, en la lógica de diversificar el aparato productivo que genere mayores ingresos y empleo, como la petroquímica, siderurgia y todos los productos que se desarrollarán a partir del litio.

Esta lógica es la que apunta a resolver el problema de la pobreza. A nivel internacional se ha reconocido que somos el país que más redujo la extrema pobreza en la región, de 38% en 2005 a 15% en 2018, y la brecha de desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre se redujo 128 a solo 40 veces en el mismo periodo.

En suma, con el modelo actual la Bolivia de hoy no es la de hace 13 años atrás, ha cambiado. El traje hecho a la medida ha dado, está dando y dará buenos resultados en materia económica y social.

Omar Yujra Santos es economista