Reportaje
Por Arnold Guachalla La Paz, 12 ene (ABI).- El desgaste económico de las familias afectadas por feminicidios que tienen que enfrentar juicios, el trauma emocional que provocan estos crímenes y la disgregación familiar son algunas de las secuelas de estos hechos de violencia extrema que afectan a la sociedad.Este balance fue planteado por una experta en un momento en el que el país enfrenta una ola feminicidios y que han merecido una atención de alerta por parte del Gobierno.Por ejemplo, Rosario M. espera apelar una sentencia que considera injusta. Ella relata que peregrinó seis años por distintos estrados judiciales para buscar justicia por el feminicidio de su hija Verónica Mishel Q. M., y que, tras vivir un verdadero «vía crucis», finalmente llegó a la culminación de un proceso penal que la dejó sin aliento.»El martes 7 de enero de este año se dictó la sentencia, pero no estoy conforme porque se la pena se dio por homicidio y no por feminicidio. Todos estos años han ido cambiando las acusaciones, primero fue feminicidio, luego asesinato y finalmente homicidio», manifestó en entrevista con ABI.Su otra hija, Paola, quien la acompañó todo este tiempo y que aún viste el luto, asienta con la cabeza, mientras trata de soportar el llanto. No lo logra, pues la herida vuelve a abrirse durante la entrevista.Un peregrinar desde el 2013Rosario se muestra un tanto más calmada. Los años del proceso le han enseñado, así como a muchos familiares de víctimas de feminicidio, a sobrellevar las penas y a rescatar fuerzas para seguir con el proceso.Su hija falleció el 8 de agosto de 2013, en circunstancias trágicas. Verónica Mishel, que para entonces tenía 20 años de edad y cursaba el segundo año de la carrera de Ingeniería Geológica en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), salió esa jornada junto a dos de sus amigas de los predios de su carrera en Cota Cota, zona Sur de La Paz, rumbo al cerro Laura Marka, en el barrio de Llojeta.Según Rosario, en aquel lugar las tres muchachas dieron encuentro a tres jóvenes que fueron implicados en el caso. Su familia, que ya había iniciado su búsqueda tras constatar no que no llegaba a su casa, obtuvo referencias de que sus amigas llevaron a Verónica Mishel a aquel sitio montañoso, sin embargo, estas alegaron que la habían dejado en el mercado de Ciudad Satélite, El Alto.Dos días después de su desaparición, Verónica Mishel fue encontrada sin vida en el fondo del barranco del cerro Laura Marka, tras que los cinco implicados confesaran que estuvieron con la joven consumiendo bebidas alcohólicas en aquella zona montañosa, pero que la víctima «se habría perdido en el lugar» y no volvieron a saber de ella.Indagaciones determinaron que la joven murió por un Traumatismo Encéfalo Craneano (TEC) cerrado tras haberse precipitado por una altura de al menos 100 metros. Incluso, la madre de la víctima dijo que la joven habría sido vejada sexualmente.Ese 8 de agosto de 2013 comenzó la travesía de Rosario para exigir justicia para Verónica Mishel. Observaciones en el proceso de investigación del caso, los cambios de juzgados y tribunales, la suspensión de audiencias por ausencia o renuncia de jueces y fiscales y una serie de recursos judiciales (recusaciones a jueces) presentados por los imputados, fueron algunas de las barreras que minaron emocional y económicamente a la madre y a la hermana de Verónica Mishel.Rosario está firme, no se quiebra. Deja escapar algunas lágrimas que prefiere no limpiar de su rostro, ya muchas han brotado desde 2013. No permite que la emoción quiebre sus palabras y siguió con la historia.Finalmente, el proceso penal acabó esta última semana con la sentencia de entre 10 años a cinco años de cárcel para los cinco acusados por el delito de homicidio, un fallo que apelará Rosario.¿Solo números para las estadísticas?El caso de Verónica Mishel es uno de los tantos que pasó a formar parte de las frías estadísticas de un país con altos índices de feminicidios a nivel mundial, ya que, según una recopilación de datos emitidos por la Fiscalía General del Estado (FGE), al menos 638 feminicidios se registraron entre 2013 y 2019 en Bolivia.Muchos feminicidios quedan en el olvido o prácticamente son invisibilizados por los medios de comunicación y pasan a ser parte de una contabilidad que año a año demuestra que la tendencia está al alza y que los esfuerzos para erradicar este mal aún no fueron suficientes.»A las mujeres que fallecen solo las ven como números y hay muchos casos que no son visibilizados por muchos factores», comenta Rosario, quien no deja de comentar las últimas y preocupantes cifras de feminicidios que se han registrado en las dos primeras semanas del 2020.Según el último reporte del Sistema Integrado de Gestión de Causas Penales, dependiente de la FGE, y el recuento de la prensa, en los primeros 10 días de este año se registraron 12 casos de feminicidio, cifras mayores en comparación del 2018 (seis casos) y 2019 (cuatro casos) en el mismo periodo.Para la madre de Verónica Mishel, la invisibilización de los casos de feminicidio, y en muchas circunstancias su impunidad, se deben a muchos factores que van más allá de la palestra mediática. Su dolorosa experiencia la hizo aterrizar en varias conclusiones.»¿Por qué los casos pasan simplemente a las estadísticas y quedan impunes? porque, por ejemplo, hay personas que no tienen el dinero para el proceso, no cuentan con el aspecto económico. Yo debo al banco y con mi trabajo debo pagar», manifiesta Rosario y explica que es una realidad por las que muchas familias pobres pasan.Lo que se genera tras el asesinato de una mujer: orfandad, deudas, traumas, la sombra del feminicidioMuchas familias deben recurrir a los créditos bancarios para solventar los gastos de los procesos penales, además deben hacerles frente a las secuelas emocionales que los dejan marcados de por vida.Tras un feminicidio se desencadena una crisis para la familia de la víctima. Niños huérfanos, disgregación familiar, deudas, enfermedades, secuelas psicológicas y pobreza, entre otras, son las consecuencias que trae este delito que pasa a ser naturalizado por la sociedad que es cada vez más insensible.Según el análisis de la especialista en sexualidad y licenciada en psicología clínica sistémica, Marynés Salazar, «cada vez que muere una mujer, una familia completa está afectada».»Tenemos hijos abandonados, a un padre en la cárcel y un sistema judicial que generalmente no responde de inmediato. Tenemos una sociedad que cada vez más se insensible», dijo Salazar, quien dirige Psinergia, un centro de investigación de desarrollo humano.Para Rosario y su hija, las cosas se complicaron luego de la muerte de Verónica Mishel. Las deudas y la carga emocional fueron lapidarias. A ello se sumó la disgregación que sufrió su familia tras el abandono de su esposo.»Yo he gastado unos 20 mil dólares y hemos hipotecado nuestra casa para este proceso porque he tenido que contratar peritos y abogados; gastar para las hojas para que fotocopien o impriman citaciones», relató.Otro caso de feminicidio que resalta y forma parte de las estadísticas, es el de Araceli A., de 21 años, cuya madre, Teresa C. tuvo que invertir alrededor de 30 mil dólares durante tres años de proceso para demostrar que Mayber Rodas, pareja de su hija, la había asesinado.Un 30 de octubre de 2016, el cuerpo de Araceli, madre de dos pequeñas hijas, fue hallado al borde del camino a Muyupampa, Chuquisaca, con innumerables golpes.Teresa, quien se encontraba en España, recibió la llamada de su hija menor que le comunicó sobre la muerte de Araceli.El feminicida es hijo de Nancy Rojas García, quien en aquel entonces fungía como titular del Servicio Departamental de Gestión Social (Sedeges) de Chuquisaca. Para Teresa esa posición fue aprovechada para protegerlo, pues pese a que el cuerpo fue hallado con aparentes signos de violencia, el certificado de defunción consignaba como razón del fallecimiento el chagas. Tras reclamos, el documento fue modificado y se consignó la causa real: traumatismo encéfalo craneano.»Después de enterrar a mi hija en Santa Cruz, toda la familia fue a Muyupampa y casa por casa fuimos preguntando. Me enteré que este hombre la golpeaba, pero la gente no quería declarar, tenía miedo», relató.Entonces, Teresa se propuso hallar justicia para su hija y tuvo que luchar contra el favorecimiento y protección del feminicida que fue beneficiado con medidas sustitutivas, además de la parcialización de los jueces y los servicios legales municipales para con el acusado.Teresa tuvo que retornar a España para generar recursos y pagar a los abogados. Dobló turnos en el hotel, donde trabajaba como camarera, para los gastos del juicio y solventar sus viajes al país.Tres años y 30 mil dólares después, Teresa logró la sentencia de 30 años sin derecho a indulto para Rodas, quien cumple su condena en Monteagudo, Chuquisaca. El fallo determinó que él mató a Araceli a golpes, aunque no se estableció si lo hizo con algún objeto.Los huérfanos del feminicidioEn otros casos, donde la madre es asesinada por el padre, los hijos quedan en la absoluta vulnerabilidad como mudos testigos de una realidad que no eligieron vivir. Según el reporte del diario Página Siete, de los 117 casos de feminicidios que fueron reportados en 2019, 131 menores de edad quedaron en la orfandad.El recuento señala que, de esos 131 menores, 62 fueron testigos del asesinato de su madre y en más de 10 casos estos fueron agredidos por el feminicida. Para Salazar, las repercusiones en la vida de estos niños por estos feminicidios «van a ser muy fuertes porque violencia simbólica se retroalimenta de otras violencias y se va perpetuando».Un duelo que nunca terminaDurante la entrevista, Paola, la hermana de Verónica Mishel fue paciente, pero no ocultó su dolor. Cuando quiso hablar, tomó un respiro y buscó la serenidad en su madre.»Con todo lo que pasó no hemos tenido el tiempo de tener una etapa de duelo. Nos enfocábamos más en buscar justicia y hasta el momento ni mi madre y yo no hemos recibido el apoyo de un profesional para que sobrepasar los traumas. No curamos ese duelo y muchas familias, que pasan por lo mismo», comentó.ABI