LA HIJINGA DE LA PRESI…
Tobías tiene su venta a la vuelta de mi casa y me vende a escondidas.
Entiendan:
Estamos encapsulados.
– Está bajando mi barriga. -me dijo ayer muy optimista, mientras me atendía a escondidas.
– Hasta tu rodilla -contestó su mujer desde el fondo.
No dijo nada, pero la fusiló con un gesto.
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– Oiga don Escribidor, le confieso algo: ¡Soy un burro! -se expresó molesto.
– ¿Por qué dice eso?
– Mire, hace años le creí a Rubén Costas y la autonomía. ¿pa’ que?, pa’ nada. -dijo el petacudo mientras me pesaba medio kilo de patas de gallina.
– Después le creí a Evo, pensé que sería diferente de los pícaros emenerristas, miristas, adenistas y todos lo que acababan en istas. -se lamentó luego, midiendo medio litro de aceite e’ pata.
– ¡Camacho!, muy machango y valiente, pero sonso en política. Mató al ratón y le dejó el queso a los gatos. -dijo entregándome cinco pesos de cupesí.
– Tranquilo… -le dije, mientras su mujer se miraba el cabello desteñido y canoso, color majau sin urucú.
– Por último le creí a la choca, pero igual me la tabeó. Empezó bien, ¡pa que!
Y después apareció de candidata ¡no puej!
…Y ahora, cuando lo está haciendo medio bien con el virus, aparece la cunumi de su hija, ¡en el avión de aquí pa’ allá!, con el cortejo, la amiga de la comadre, una diputada patichi, su bendi, una vieja enmantonada y pa acabarla de enterar, la Miss Huevos o no sé que de Rurre y encima, el pelón de Murillo inventando excusas…
– ¡Me la peyeron todingos! -afirmó molesto, vaciando cuarto e’ litro de leche e’ jaúsi en mi botella.
– Ya, no hablés tan feo, tenés que predicar el domingo -lo calló su mujer de un saque.
– ¿Dónde predica? -le pregunté extrañado.
– Por feibu, los hermanos nos pagan los diezmos y ofrendas por tigo moni. -contestó el panza e’ goma.
– …Oiga, ¿y usted asiste a alguna iglesia? -me preguntó su mujer, como si yo tuviera cara e diezmo.
– No, a ninguna.
– ¿Cómo es posible?, ¿por qué oiga?
– Mmm…Pues, no necesito, supongo que tengo la conciencia tranquila. -le dije amable.
…Hoy, por alguna razón que no entiendo, no me quiso vender ni agua…
EL ESCRIBIDOR
Fuente: El Escribidor